lunes, marzo 31, 2008

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domingo, marzo 23, 2008

Requiem for a Big Leaguer



De niño yo quería ser pelotero de Grandes Ligas
aunque era evidente que iba a ser un enano grande
tal vez mis habilidades con el guante y robando bases
(aquí entre nosotros, yo era más rápido que Bugs Bunny)
me harían un segunda base apto
para sustituir al regular cuando se lesionara
y ser millonario
y rubias de California regresarían conmigo a Bonao
y comprarle a mamá una casa con piscina
y darle una mensualidad para el salón
y que en sus cabellos nunca apareciera una cana
pero apareció la yerba
y era mucho más lógico
contemplar la calle
desde el techo
escuchando a Police
en lugar de ir al play
y recibir un pelotazo a 70 millas
en el codo izquierdo
en la muñeca izquierda
en las costillas
y el sol
tan caliente
tan exigente
tan cumplidor
oh my god
y ese sol.

No le compré la casa a mamá
a veces le doy sus dólares
para que vaya al salón
donde unas expertas manos dominicanas
en el Bronx
mantienen el color de sus cabellos
más caoba que en sus veinte.
No volví a jugar pelota
a mi edad sólo podría ser softball
y el softball es una actividad exclusiva
para los esposos felices
que necesitan una excusa
para escapar por una noche
y es mucho más lógico
fumarme una kriptonita
encender mi tv pantalla plana
imaginar que soy yo y no Manny
y estamos en el noveno inning
y perdiendo por tres carreras
y ya tengo dos strikes
y ya van dos outs
y están las bases llenas
y aquí viene una recta a 99
no, no no no no no
díganle que no a esa pelota

home run por encima del monstruo verde.

jueves, marzo 13, 2008

Podcast: talking with Harold




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miércoles, marzo 05, 2008

dearfriend@hotmail.com

Loco, qué difícil se ha puesto chatear, con cien ventanitas abriéndose para que gente vieja sólo te hable con emoticons, además del sistema enviando virus de vicio. Te decía que estoy un poco triste. Dejame contarte todo, va a ser un poco largo y aburrido pero es que tengo que decírselo a alguien y tú sabes que con mi familia no se puede.

En octubre el hermano de Albertico me invitó a una fiesta donde su novio, ahí por Union Square. A mí me encantan esas fiestas de ricos en downtown, aparece de todo, hasta bartender, y de gratis. Llegué y el apartamento estaba full de gente. Pedí mi whisky y me acerqué a un grupito donde una dominicana con un culo escandalosísimo era la Merengue Queen de la noche, todos los hombres la deseaban y ella deseaba a todos los hombres. Tú sabes cómo son esas mujeres de allá, paragüevos coqueteando con todomundo para al final de la noche irse con un amigo gay a comerse un hot dog vegetariano por St Marks. A su lado, el extremo, una sueca, sobria y confiable y aburrida como un Volvo, sobrina de la rubia cantante de ABBA, además casi no hablaba inglés, mucho menos español, y parece que el sueco no es muy popular como segundo idioma. A su lado una rusa, digo, de Georgia (a esa gente no le gusta que le digan rusos después de la debacle-comunista-independencia-masacre-golpe de estado, es como si a los dominicanos nos hubiesen llamado haitianos a los 20 años de la independencia, bueno, en cualquier época), muy alta, con cuerpo de decatlonista, con un gusto por los enanos, no se me despegó en toda la noche; subía conmigo a fumar a la azotea, me buscaba los tragos, me levantó y me cargó hasta un taxi hacia su apartamento cuando me caí de boca sobre una mesa llena de vasos y botellas. Me gustaría decirte que puse en alto los colores de la bandera, pero no, el mito del latin lover caribeño fracasó conmigo; no bien ella me tiró a la cama y empezó a quitarse la ropa cuando yo rompí la primera regla para los Stand Up Comedy, digo, One Night Stand: me dormí en un lugar extraño corriendo el riesgo de despertar desnudo con las manos de un novio-esposo celoso estrangulándome.

Desperté con nadie en la cama. Me puse mi ropa y salí a ver qué me deparaba este mundo. Caminé hacia la cocina para beber agua, rogándole a Dios que apareciera Coca Cola, topándome con una mujer sentada en la mesa llenando el crucigrama del New York Times. Loco, qué mujer tan linda Virgen de la Altagracia. Tú sabes que yo soy loco con los cabellos negros, ella tenía un moño medio suelto, y me miró con unos malditos ojos grandísimos y azules que me dieron taquicardia; bueno, para no ir más lejos, parecida a PJ Harvey pero más bonita, I swear. Era la roommate de la decatlonista, de Georgia también. Después de unos instantes incómodos, awkward dicen los gringos (por cierto, esa palabra parece el nombre de un animal, hey, look that awkward eating roaches), me senté y puse en marcha todo mi encanto para mantener la conversación interesante y con risas, cosa un poquito difícil por mi inglés machacado y su inglés machacado y mi ignorancia del ruso y su ignorancia del español. Pero bueno, con un vocabulario plagado de clichés where are you from? do you like it here? does it snow in Georgia? y faltas gramaticales, y muchos ademanes, decidimos hacer un revoltillo de huevos, georgian style, ella dijo; un revoltillo de huevos georgian style no es más que mucha cebolla y mucho ají y mucho de cualquier vaina verde y un chin chin de huevo. Para no cansarte el cuento, nos pasamos la tarde viendo películas en la televisión y comiendo helado. Tuvimos la suerte de agarrar Staying Alive, tú sabes, la secuela de Saturday Night Fever dirigida por Sly Stallone donde Travolta es un bailarín de una obra de Broadway musicalizada por Frank Stallone, far from over...

El terrible viaje hacia el Bronx, y domingo, se me hizo corto, yo iba en el limbo. Quería llamarla desde que llegué a mi casa, pero me contuve para no asustarla, aquí la gente se asusta por la más mínima vaina porque hay muchos locos y nadie sabe nada de nadie. Otra cosa, yo tenía miedo de que ella pensara que entre la decatlonista y yo había pasado algo y que ese pequeño equívoco sin importancia complicara el vernos de nuevo, pero no loco, estamos en Nueva York y mi temor provinciano no tenía razón de ser; ella me dijo, mucho después, que hablaron y que la decatlonista le dijo que le diera para alante, go ahead girl, knock yourself out, imagino que se lo dijo en ruso. Pasé la semana mandándole mensajitos por el celular, la llamé el jueves para invitarla a salir, "a date?", me preguntó, quedamos para el sábado. Mi plan, con la excusa de que a ella se le hiciera fácil llegar, era dejarla escoger un bar cerca de su apartamento. Ella me dio la dirección de uno a par de esquinas de su casa. Desde el viernes hasta el sábado en la noche cada vez que sonaba el celular me daba miedo, pensaba que era ella cancelando, pero no, llamó para decirme que en lugar de las 9 a las 9 y media.

Llegué al bar con media hora de atraso, ese maldito tren F no pasaba. Ya ella estaba ahí y claro que estaba más bonita de lo que recordaba, no es lo mismo estar en su casa un domingo en la mañana que vestirse para salir un sábado por la noche, hasta la mirada cambia; hay cierta putería en los ojos de la gente que sale a divertirse. Hablamos de los días de infancia y de lo que es vivir en un país sin futuro a corto o mediano o largo plazo, donde la única esperanza es un tsunami o un terremoto que mate aunque sea dos millones y medio de habitantes para ver si los que quedan vivos construyen una nueva sociedad entre las ruinas y el dolor. ¿Tú sabías que en Georgia hay apagones como en Santo Domingo? Ella, como yo, no piensa que las velas son románticas. Es cierto lo que me dijiste una vez, el tercer mundo es el mismo en todas partes. Yo no sabía cómo sugerirle ir a su apartamento, ella lo sugirió a la medianoche. Para que tú veas, yo rompiéndome la cabeza para ver cómo la llevaba a su casa y ya ella tenía todo decidido; su franqueza me hizo hasta pensar en un threesome con la decatlonista, pero sólo por unos minutos. ¿Qué te digo? Esa fue una de las mejores noches de mi vida. Había olvidado lo que era salir solo con una mujer que te gusta de verdad, especialmente en una ciudad como Nueva York donde todo te ayuda, el bar chiquito con un counter antiguo de madera tallada, la vellonera digital donde aparece hasta Manu Chao, la bartender preciosa que brinda tragos, las frecuentes idas al baño sin pensar en que narcóticos puede virar de un momento a otro y esa alegría sin preocupaciones de los inocentes que saben que no van a terminar la noche extorsionados por un policía corrupto al que hay que decirle "Gracias Señor Agente" cuando acepte los 500 pesos por dejarte ir a acostarte acompañado de la impotencia.

Desde esa noche nos veíamos por lo menos tres veces a la semana. Yo salía del trabajo y arrancaba para allá de una vez, los fines de semana desde el viernes. En su apartamentico del West Village aprendí a quererla, con sus silencios y esa tristeza inherente a los inmigrantes; también aprendí a odiar la comida de Georgia, con sus pollos sin color y sus papas sin sal. Nos pasamos este invierno debajo de las sábanas, leyendo poesía (ella me leía poemas de Maiakosky en ruso que me sonaron muy feos, yo le decía poemas de Brodsky en inglés que la convirtieron en fanática) y jugando el jueguito de los piropos.

I like your freckles
I like your moles
I like your mouth
I like your tongue
I like your legs
I like your hands
I like your dick
I like your semilla
What is semilla?
Your clitoris, semilla means seed in spanish
How beautiful
I know
I like your birthmark
I like your nipples
I like your accent
I like your walk
I like your ass
I like your ass
I like your hair
I like your face
I like your breath
I like you mami
I like you papí

Una noche, después de un maratón de malas palabras en ruso y en español con fuck fuck fuck, me dijo lo que yo imaginaba, "I am married, he live in Georgia, his name is Aliosha." Oye esa vaina, Aliosha, como el entrañable hermanito Karamasov, imposible de odiar. Me dijo que él estaba esperando la cita para la visa, que para pronto. Yo tuve la esperanza de que "pronto" en Georgia fuera como en Santo Domingo, un período de 5 a 10 años. Otra noche me dijo, "Aliosha take 5 minutes to fuck me." Mierda loco, 5 minutos, el sexo entre ellos era como comerse un whopper en el drive thru de Burger King, aunque, bueno, esa gente tenían desde jovencitos juntos, así que el pobre Aliosha debía estar cansado de ver esa maravilla colorada, imagino que ni se besaban, muy fuerte.

No te preocupes, ya estoy acabando. Una tarde, hoy hace como dos semanas, ella me llamó, "I need to talk to you." De una vez lo supe: Aliosha venía, y pronto. Lo supe como supe que se esperaba de mí una decisión, tú sabes, una de esas decisiones que te cambian la vida, usualmente para bien. Yo sabía que ella necesitaba escuchar leave your husband, let us go you and I and live together in a little apartment with the shower in the kitchen, every little thing is going to be alright, we are going to be very happy, pero no, me quedé mirando el suelo sin decir nada, sentados en la misma mesa donde la vi por primera vez, ella trataba de hacer un pato o un ganso o un cisne con una servilleta... Loco, la única analogía que se me ocurre para mi falta de acción es compararme a un paralítico, un individuo con la columna vertebral atrofiada, al que se le ofrece una fortuna, la felicidad eterna, si mueve el dedo meñique del pie izquierdo. Imposible. Después de varios minutos ella se levantó y se fue para el baño; yo me paré y salí y me metí en el subway donde fui rodeado por hombres y mujeres con hoyos en lugar de ojos; en Penn Station entró un oso, que devoró a un niño envuelto en pan pita.

Loco, un abrazo, y ve a ver cuando te das un viajecito pacá que yo no tengo planes de coger pallá ni de vacaciones. Usted sabe que se le quiere.


Drawing by Juan Pablo Andrade.

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