jueves, junio 16, 2011

Salutation by Ezra Pound






















(traducción dedicada a los Brooklyn Hipsters)

Oh generación de los profundamente presumidos
y profundamente incómodos,
Yo he visto pescadores celebrando picnics en el sol,
Yo los he visto con sus desarregladas familias,
Yo he visto sus sonrisas llenas de dientes
y escuchado desgarbada risa.
Y yo soy más feliz de lo que tú eres
Y ellos son más felices de lo que yo soy;
Y los peces nadan en el lago
y ni siquiera poseen ropa.

martes, junio 14, 2011

IF I MAY by Ethan Coen

Si tienes pensamientos sensitivos que quieres poner
en un poema,
Déjame decirte algo:
A nadie le importa una mierda.
Quién sea el que inventó esta idea
De que la poesía debe contener agudezas sensitivas
Ha solamente arruinado el negocio de la poesía.
Si leo un poema más sobre emociones,
Sobre cómo es el ser un hombre,
O mujer,
O describiendo una escena, u hora del día, o hechos
sin palabras entre íntimos
En una forma perceptiva y sensitiva,
Creo que voy a vomitar.
Hazme un favor:
Si has pensado en algo sensitivo,
Escríbelo en prosa.
O mejor aún,
Ve síngate tú mismo.

domingo, junio 12, 2011

M e t a m o r p h o s i s

Ella era posiblemente uno de los seres más bellos caminando, o gateando, o arrastrándose, por la superficie de este planeta. Mirarla a los ojos un atardecer de playa provocaba amnesia temporal, su mirada tenía el mismo efecto embrutecedor de un gancho de Mike Tyson. Tal vez chiquita y oscura, pequeñas tetas, para algunos que prefieren a las barbies, las clases de ballet durante diez años, para no hablar de la genética, si bien no la convirtieron ni siquiera en la décima ballerina de una compañía de danza dominicana, contribuyeron a formar un cuerpo hermoso y flexible. Alguna vez pensé que si en ella hubiese existido una onza de maldad, muy bien podría haber sido el Diablo, o Dios. Pick your poison.

Amiga de uno de los miembros del grupo de amigos cercanos, pasábamos vacaciones juntos en Las Terrenas o cualquier otro lugar con una masa de agua a una distancia de pies. Yo, como todo hombre con un güevo funcionando algunas veces, violando el mandamiento que parece fuera de lugar al lado de los otros nueve, también quería verla desnuda y en cuatro diciendo palabras sucias. Ella flotaba entre nosotros, nunca tomando parte, o partido, en alguna de las tantas discusiones estériles sobre la cada día más deficiente educación dominicana, el algunas ediciones mal colocado apóstrofe de un libro de Mr Joyce, la ineptitud corrupta del gobierno dominicano de turno, la excelencia del cine rumano, en fin, átomos o mónadas, tocábamos muchas ramas de la Nada. Ella mantenía el silencio de una Primera Dama tercermundista, como no tenía opinión, para no volver a hablar de su belleza, no antagonizaba con nadie.

La última vez que la vi fue durante la visita a Nueva York de un querido amigo. Me junté con ellos en la Strand cercana a Union Square. Caminábamos por el East Village, mi amigo mencionó su adicción a las animaciones japonesas. El desastre nipón estaba en su buena, con la amenaza nuclear de Fujiyama acaparando todos los titulares y CNN haciendo breaking news cada 15 minutos.

-Algo que ha pasado desapercibido es el heroísmo verdadero de los voluntarios para tratar de apagar esa mierda, dije. A todos ellos se les explicó muy bien eso de que van a morir una muerte terrible aunque tengan éxito.
-Mierda sí, y más de 100 se ofrecieron, dijo mi amigo.
-¿De qué hablan?, preguntó ella.
-Oh, del problema en la planta nuclear de Fujiyama, tú sabes, por el terremoto en Japón, dijo mi amigo.
-¿Qué terremoto?, preguntó ella.

Mis amigos, familiares y conocidos, tal vez con justicia, me catalogan de exagerador, de amante de la Hipérbole, y es que yo, como todo devoto de Chesterton, creo que para analizar una vena primero tenemos que hincharla. Pero juro por un dios que tal vez no existe de que esta vez no exagero. Ella no se había dado por enterada del terremoto-tsunami que mató miles en Japón. Y aquí en Nueva York, lejos de los encantos exhibidos en una playa caribeña, se mostraba como lo que era, un ser humano moderno y egoísta, ajeno al bienestar o sufrimiento de los demás. Tal vez ignorante de Roald Dahl y Wes Anderson, imagino que nunca disfrutó del discurso-brindis del fantástico Mr Fox a sus compañeros animales: "I guess we do have those three ugly, cusshole farmers to thank for one thing: reminding us to be thankful and aware of each other. I'm going to say it again. Aware."

-Todas las mañanas antes de desayunar me bebo una botellita de clorofila, dijo mientras devorábamos las deliciosas mazorcas de maíz del Cafe Havana.
-¿Clorofila?, ¿y esa vaina no e lo que le da el color verde a las hojas?, pregunté recordando una infantil clase de Botánica. Y como el cerebro es un tirano, de una vez creí notar en su otrora brillante piel los efectos de la fotosíntesis. Por momentos creí percibir en sus dedos un ligero atributo silvano.

Hoy escribo sobre ella porque anoche me enteré de que ha desaparecido. En vano la buscan familiares y amigos. Me dicen que cuando forzaron la puerta de su aparta-estudio en Brooklyn Heights encontraron todo intacto, lo único raro fue una enana mata de plátano, con dos pequeños racimos, creciendo sin raíces en el mismo medio de la cocinita.


Painting by Leticia Cespedes Marchena.

domingo, junio 05, 2011

Florida sun

Memorial Day, fin de semana largo en gringolandia gracias a los millones de muertos en las guerras. Adentro del taxi africano hacia el aeropuerto disfruto de un precioso atardecer newyorkino como se disfruta el sabor de un helado, como se disfruta el chin chin de More Than This cantado por Bill Murray. El encantamiento se rompe con los aviones volando bajito y los letreros verdes anunciando la cercanía del JFK. Mi cerebro empieza a advertirle a mi cuerpo que debe ir preparándose para recibir esas pequeñas violaciones personales perpetradas en nombre de la lucha antiterrorismo, Mercy beaucoup Mr Bush et Al Qaeda. Y debe recibirlas en silencio y sin poner mala cara si no quiere sentir una caricia de 50 mil voltios. Parece que los aeropuertos fueron declarados zonas francas del fascismo; como si fueras una mujer viviendo en Siria, los hombres de azules tienen derecho a manosearte; como si fueras un niño viviendo en Siria, los hombres de azules tienen derecho a desaparecerte ante la protesta muda y anónima de la conciencia colectiva.

Fumo mi último cigarrillo hasta quién sabe cuántas horas, y entro suspirando al tiempo de las tortugas, de la infinita desesperación contenida. Inmediatamente me doy cuenta de que, por lo menos esta vez, Sir Mix a Lot, digo, Sir Conan Doyle, tenía razón en eso de que las cosas son peores en la imaginación que en la vida real. La ausencia de dominicanos en los vuelos domésticos hace que las filas se muevan de manera constante y ordenada. Cuando, sin tener que hacer fila o hablar con nadie, termino el very very easy even for a stoned dominican guy from the Bronx check in en uno de los muchos kioskos de Jet Blue, agradezco de corazón al genio que los inventó. "He aquí un hombre, o mujer, haciendo algo tangible para ayudar a la humanidad", pienso. Ya en la fila de los estupros, observo con alegría la complicidad práctica de las sandalias. Paso sin un beep y, a pesar de mi barba musulmana, no me escogen para un profundo chequeo aleatorio que nada tiene que ver con la apariencia física del individuo escogido. Racial profiling? No, eso es una calumnia de la izquierda anacrónica, siempre disidente, siempre equivocada.

A pesar de llevar más libros que jeans, entro al Borders al lado del Gate 11 esperando toparme con todas las mierdas de auto ayuda jamás despachadas, incluso "Dios vuelve como un pingüino", de Og Mandino o cualquier otro individuo que debería ser asesinado por el presidente de su fan club, remember Selena, o cualquier otro benefactor de la humanidad. Mr Auster in da house, Sunset Park. A pesar de ser tapa dura, hard cover, con su precio obsceno de más de 20 dólares, decido comprarlo. Sé que al final de esta novela voy a sentir la misma decepción sentida con todos sus últimos libros. Pero también sé que algo habrá, algún párrafo sorprendente, una onza de oro incrustada en una tonelada de caliche, que voy a disfrutar de un maestro de la prosa, que un libro malo de Mr Auster es mejor que un libro bueno de cualquier otro escritor de la era. Pensando esto recuerdo un ensayo del entrañable Stevenson, donde compara al escritor con un malabarista haciendo malabares con dos naranjas: Una, el estilo; la otra, el argumento. Y continúa diciendo que, Cicerón, por ejemplo, era flojo en el argumento y excelente en el estilo, es decir, una de las naranjas estaba podrida, pero como quiera se disfruta del espectáculo. Eso mismo me hace sentir Mr Auster, sus últimos argumentos me parecen bien flojos, las descripciones de los personajes bien leves, pero el estilo sigue siendo admirable, a good show for your money.

Ya sentado en mi asiento 2F, tremenda ubicación de ventana con espacio suficiente para parir mellizos y televisión personal con un maratón de los Simpsons, siento emociones encontradas. Por un lado voy a ver a mi adorable sobrina y a mi más cercana hermana, para no decir nada de poder despertame después del mediodía, para no decir nada sobre el verdadero motivo. Elevo una plegaria agradeciendo a un dios que no existe, y a mis hermanos, por los sobrinos, seres amados con el amor más puro, sin interés, se coge una bala por ellos sin dudar, pero cuando empiezan a joder uno puede señalar el reloj que no tiene y hasta la vista baby. Por otro lado el avión aterrizará en Fort Lauderdale, la terrible Florida, con su gran minoría cubana votando por los republicanos porque los demócratas quieren quitarle el embargo a Cuba y Bill Clinton, God bless him, además de dejarse mamar el güevo por Mónica Lewinsky, entregó a Elián González a su padre comunista.

El piloto dijo que íbamos a aterrizar a la 1 y 20, aterrizamos a la 1 y 17, bárbaro. En dos minutos estoy en la zona morada 3 fumándome un cigarrillo. Me agarro la nariz y soplo fuerte para destaparme los oídos. Mi hermana llega, beso y abrazo. La bella sobrina duerme en el asiento trasero.

-Yo no quería decirte nada, y perdóname, pero te conozco y no quería que cancelaras el viaje, ¿sabes quién está aquí mismo en Fort Lauderdale?

Claro que yo sabía, ella me había mandado par de mails. The one that got away. Todos tenemos esa persona que uno amará mientras uno esté vivo. Es un sentimiento siempre latente, una ausencia siempre presente. Los años pasan, pero un buen día uno tiene un sueño maravilloso y despierta gritando un hermoso nombre de mujer al lado de una criatura que se llama Yudelka. Y casi siempre es culpa de uno. Ella me pidió, no, ella me rogó que la acompañara a Boston mientras terminaba su especialidad en vainas atómicas para el corazón, pero yo, tan joven, tan ignorante, tan orgulloso, totalmente intoxicado, me negué a vivir felizmente ilegal, y pasó lo que siempre pasa. Ella encontró un tipo alto y rico, tienen dos hijos.

He sentido el sol de Santo Domingo. He sentido el sol de Cuba. He sentido el sol de Cartagena. He sentido el sol de New York. Pero este sol de la Florida, no sé, no termina de convencerme. No sé cómo describirlo. Hay en el aire la levedad de la inmediatez. Imagino que como es un asentamiento urbano cuya economía depende mucho del turismo, sus habitantes saben que no deben profundizar mucho en las relaciones creadas por frecuentes encuentros temporales. No le vas a confesar tus secretos, tus convicciones, tus anhelos, a esa tipa de cabello amarillo que conociste en ese bar con nombre de fruta, ella va a regresar a New Hampshire en dos días, you will never ever meet again. Además, no hay transporte público, hay que tener carro porque todo queda lejos. Llegué un viernes y regresé un lunes, cuatro días, y mal calculando puedo decir que pasé más de 20 horas metido en un Volkswagen.

Dormí roncando y desperté nuevecito. Mi hermana me hizo un omelet saludable, sus panes no tienen gluten. Después del desayuno mi hermana me sorprendió con un sombrero de Papá. Yisus Craist, una hermosa reliquia gris de más de 25 años. Con miedo a que no me sirviera me lo puse y, a pesar de mi gran caco deforme, me quedó perfecto. Empecé a acariciarlo sintiendo lo mismo que deben sentir esos hombres que disfrutan lavando sus camionetas Chevrolet, dándole a los objetos el amor destinado a los seres queridos. Estábamos en la piscina cuando ella llamó. "Te paso a buscar en media hora", me dijo, y mi corazón se salió de su sitio.

-Sólo te pido que no me preguntes sobre mi vida, bien sabes lo que hay, pero te prometo que nadie nos va a interrumpir, yo arreglé mi mundo para pasarme estos días contigo.

Dios mío Leonard Cohen, cuánto amo su cuerpo, y su espíritu, y sus ropas. Más de 5 años sin ver a esta mujer, y es como si nos hubiéramos visto ayer. My God qué mujer tan linda. Deja todo y ven conmigo a Nueva York, te prometo que vamos a ser muy felices. Trae a tus hijos si quieres, son parte de ti, los amaré como te amo a ti. Eso pensé, pero, fiel a mi cobardía, claro que no se lo dije. El carro iba lentamente por el paseo de la playa. Muchas figuras feas en bikinis. Un hombre esperaba a su mujer atacada de diarrea gracias a un burrito de playa frente a un asqueroso inodoro portátil y yo deseé ser ese hombre.

-Mira en la guantera.

Abrí la guantera imaginando lo que iba a encontrar. Unos panties amarillos. La miré y ella, maldita puta, se subió el vestido enseñándome mi amado toto. Esto es todo lo que voy a decir sobre el sexo. Yo, como todo devoto de Borges, no creo en descripciones pornográficas, nunca satisfacen. En las madrugadas salíamos al balcón a disfrutar de la brisa y a mirar los botes con nombres griegos que entraban y salían del puerto. Al final, ella prometió venir a visitarme a Nueva York y yo supe que eso no iba a pasar. Como en una canción de Miss Winehouse, she will go back to him and I will go back to black. En el vuelo de regreso a Nueva York abro el libro de Mr Auster y en la página 7 encuentro la onza de oro:

He has had his fill of the Florida sun, which, after much study, he now believes does the soul more harm than good. It is a Machiavellian sun, a hypocritical sun, and the light it generates does not illuminate things but obscures them, blinding you with its constant, overbright effulgences, pounding on you with its blasts of vaporous humidity, destabilizing you with its miragelike reflections and shimmering waves of nothingness.

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