viernes, octubre 16, 2015

Vegetables en Chinatown


En Chinatown, donde muy bien puede empezar o terminar el Universo, en una imposible conjunción de varias calles, ELDRIDGE DIVISION EAST BROADWAY FORSYTH THIS WAY MANHATTAN BRIDGE, las palomas en las cornisas de un sucio edificio rojomarrón observan la actividad frenética alrededor de los vegetales de estos hombres y mujeres que no vinieron a Estados Unidos en busca del sueño americano sino juyendo de la pesadilla tercermundista. Algo curioso, cada 99 minutos estos exiliados miran al cielo, aplauden tres veces y, con sus brazos abiertos a la nostalgia del éter, cada uno en su idioma una plegaria al Occidente entona:

Del Oriente vine
Del Oriente llegamos
Tierra de tsunamis
Terremotos y huracanes
Antes de dormir
A tu Dios oramos
No seas duro con nosotros
Algo debes darnos
Sé mi se ri cor dio so
Un chance danos…

Al lado de guaguas hacia Washington, Filadelfia y Saturno se encuentra este paraíso del agricultor, del intermediario entre campo y ciudad, es un puesto en la acera (varias mesas con productos de la tierra) rodeado por cien restaurantes chinos. Dueños hindúes, empleados mexicanos, clientes chinos. El ojo devoto de la Sociología puede determinar muy fácilmente cuál raza milenaria está de última en la cadena alimenticia de Nueva York. Sí, los mexicanos están en la terrible etapa del inmigrante sin greencard de "Yo hago lo que sea págueme lo que usted quiera". Uno se da cuenta también, por la cantidad de humanos eligiendo con el tacto (no hay china, digo, naranja que no haya sido manoseada mil veces antes del mediodía) que las berenjenas enanas, el apio y las espinacas son muy populares, que esta noche en muchas mesas el carnívoro perderá el apetito. En el regateo, digo, en la comunicación entre dueño y empleado y cliente intervienen mucho las manos, los ojos y los lamentos.

"多少个袋子", pregunta la china señalando una funda de algo que muy bien puede ser el hijo ilegítimo de un pepino con una auyama.
"Asadharana shaadi", contesta el hindú haciendo con sus brazos el símbolo infinito en el aire.
"Uan dala", dice la china meneando el dedo índice.
"TWo doUlars", dice el hindú meneando el mayor y el índice.
"Uan dala", dice la china meneando el dedo índice.
"TWo doUlars", dice el hindú meneando el mayor y el índice.
"Uan dala", dice la china meneando el dedo índice.
"TWo doUlars", dice el hindú meneando el mayor y el índice.
"TOMA EL DÓLAR DIOS MÍO", me desespero pasándole al hindú el dólar de la discordia ante la indiferencia de la china que agarra su funda y se va sin reverencias.
"Namaste bhaaee, aRe yoU from India?", me pregunta el hindú con una sonrisa como el puente de Brooklyn.
"No", le digo pensando que RD o India es lo mismo, en ambos lados muchos infelices mueren por catástrofes naturales, por la ineptitud y corrupción de los políticos, o por enfermedades erradicadas en Europa; aunque los dominicanos estamos un chin mejor: comemos carne de vaca, bebemos jumbos y bailamos bachata.
"Acchhaa Vishnu, yoU loUk like my coUsin, yoU have a bindi", me dice tocando con su dedo, seco y fibroso como una raíz, el lunar entre mis cejas; me regala una ciruela, un guineo y una manzana verde. Le digo adiós a mi primo hindú con la intención de hablar con uno de mis primos mexicanos, poloché "I HEART NY", en este momento doblando cajas después de limpiar las lechugas.

¿De dónde eres?
¿Mande?
¿Que de dónde eres?
Ah, veracruzano güey.
¿Y dede cuándo tú ta bregando con eto?
¿Mande?
¿Que cuánto hace que tú trabaja aquí?
Ah, pues hará cosa de 6 meses.
¿Y cuánto hace que vinite de Veracrú?
¿Mande?
¿QUE CUÁNTO HACE QUE LLEGATE A NUEVA YORK? 
Ah, pues hará cosa de 6 meses sí; perdone usted que lo haga repetir, no es que sea sordo no, pero verá usted, es que entre mis jefes hindús y los clientes chinos, pues, aunque no estoy aprendiendo sus idiomas, se me está olvidando el español. En las noches pienso que si sigo trabajando aquí y la Migra no me deporta, pues, eso, que terminaré mudo: ya sólo entiendo cuando me hablan por señas. Usted fíjese que eso he pensado, sí... sí, pensado he eso que fíjese usted.

Arriba las palomas miran pabajo, 
decidiendo sobre cuál inmigrante 
van a cagar.

viernes, octubre 09, 2015

i like New York veri veri mucho


Ahora que soy ciudadano gringo quería escribir una nota sobre I Love NY. Una especie de juramento fiel. Mi primera idea fue plagiar a Brodsky, pero no "Buenas Noches, don't mind the roaches", mejor Exeter Revisited:

¿Qué se necesita para prometer alianza a otra geografía?
¿La fecha de expiración de un expediente de corrupción?
¿Un par de manatíes viejos, dos jóvenes solenodontes?
¿El Hudson, en cuyas orillas se hacen barbecues venerando
la bandera de una isla caribeña?
¿O una hoja de una mata de plátano, recién arrancada y
todavía supurando clorofila?

Siempre noto que los que no viven en esta ciudad, especialmente europeos, monjes tibetanos y los comunistas que todavía quedan que no son chinos, alegan que todo es materialismo en Nueva York, y es posible que así sea si nos llevamos del alto precio de la renta y de la alta histeria de los viernes negros. Lorca, ya en 1929, escribió:

“Todos los días se matan en New York
cuatro millones de patos,
cinco millones de cerdos,
dos mil palomas para el gusto de los agonizantes,
un millón de vacas,
un millón de corderos
y dos millones de gallos,
que dejan los cielos hechos añicos”.

Es el consumismo egoísta de los grandes asentamientos humanos, imagino que así debe ser en muchas de las grandes ciudades del mundo. Por eso pensé (Oh O. Henry) en escribir una nota sobre alguien que sale de su casa abrumao por la maldad urbana de las noticias, y en su paso encuentra pruebas de la humanidad que creía extinta. Y, claro, para apreciar esa humanidad se necesita seguir el consejo de Rimbaud: "La caridad es esta clave". Con esta mente llena de clichés piadosos pensé en aquella vez que vi a alguien, tal vez yo mismo, arrojar una moneda a un amasijo de sucio que tal vez era un ser humano y no un barril de guineos podridos como diría Baudelaire; recordé que ayer en la lluvia vi a un viejo caerse en la entrada del Subway en la 96, y aunque no me detuve porque iba tarde a una cena con postre ti ra mi su, vi que varios lo hicieron; traté y traté, no sé si era la resaca, pero lo único que me llegó fue el rumor sin testigos oculares de que un tío mío deja que un loco manso entre a su lavandería para que se proteja del calor o del frío aunque sea hasta las 7pm. Entonces recordé conscientemente que O. Henry tiene su cuento "La Hechura de un New Yorker". 

En esta historia, Raggles, un poeta que no ha escrito un verso pero que vivía su poesía, llega a Nueva York. O. Henry nos dice que si se hubiese dedicado a la tinta y al papel: 

"su especialidad sería sonetos a las ciudades",

ya que para él:

"una ciudad era una cosa con un alma característica y distinta; una conglomeración individual de vida, con su propia esencia, sabor y sentimiento peculiares".

Raggles empieza a caminar por Manhattan:

"... y la cosa que más pesó en su alma y obstruyó su fantasía de poeta fue el espíritu de egoísmo absoluto que parecía saturar a las gentes como los juguetes son saturados con pintura. La humanidad se les había ido".

Raggles identificó varios tipos:

*Señor maduro, corta barba de nieve, cara rosada, que parecía personificar la riqueza de la ciudad.
*Mujer alta, hermosa, vestida como una princesa de antaño, sedas y pieles, con ojos tan fríamente azules como la reflexión de la luz del sol en un glaciar.
*Hombre subproducto de esta ciudad de marionetas, con papada, ancho vaivén, y la complexión de un bautizado infante con nudillos de boxeador profesional.

En fin, Raggles y su corazón de poeta despreciaban a esta ciudad bella, pero despiadada y sin alma. Mientras así iba rumiando su desdén, cruzando una calle fue bateado por un carro, y cuando abrió los ojos...

"Primero un olor se le presentó—un olor de flores de temprana primavera del Paraíso. Y entonces una mano suave como un pétalo que cae tocó su frente. Doblándose sobre él estaba la mujer alta vestida como una princesa de antaño, con sus ojos azules, ahora suaves y húmedos con simpatía humana. Bajo su cabeza sobre el pavimento, estaban sus sedas y sus pieles. Con el sombrero de Raggles en la mano y con su cara más rosada que nunca de un ataque de vehemencia contra el manejo temerario, se paraba el señor maduro que personificaba la riqueza de la ciudad. De un café cercano se apresuró el hombre subproducto con su vasta papada, portando un vaso lleno de un líquido carmesí que sugería deliciosas posibilidades..."

Al final todo lo de arriba es la forma única de O. Henry para elogiar a Nueva York, humanizando sus estereotipos, volviéndolos afables con disimulada moraleja divertida de no juzgar el interior por lo exterior, y yo, desgraciadamente, no soy la reencarnación de O. Henry, así que como ciudadano práctico, impaciente y prosaico de una era de tercera mano (la de Brodsky, según él, era de segunda) estúpidamente optimista y medio leve, el mejor elogio sería decir que tal vez no amo a Nueva York, no me creo posible de ese sentimiento hacia cosas abstractas, o concretas con mucho acero en su anatomía, pero como escribió una tía mía en su examen para la ciudadania: "i like New York veri veri mucho". Cuando camino por Manhattan concuerdo con aquel que pensó que es más bello un cuadro de un paisaje pintao por un hombre que el mismo paisaje creado por Natura, es decir, un asombroso rascacielo hecho por hombres mortales es más meritorio que una asombrosa montaña hecha por el Tiempo. Pero más arriba de la inmensa opulencia están los pequeños edificios de Harlem, y todavía más arriba están las casitas románticas del Bronx. Y a pesar de Nueva York ser el depósito de todas las razas humanas con todas sus endémicas mañas malas, las cosas funcionan. No es que no haya problemas, crímenes terribles, pero no es la constante, como dijo Sir Arthur Conan Doyle a través de Sherlock Holmes:

"No, no crimen. Solamente uno de esos pequeños y caprichosos incidentes que pasarán cuando tienes millones de seres humanos todos empujándose el uno al otro dentro de un espacio de unas pocas millas cuadradas".



viernes, octubre 02, 2015

Nantucket Animals

En Nantucket tratan a los animales
Con mano suave
Se ve que ningún gringo
Desde los tiempos de Moby Dick
Le ha dao un cocotazo
O por lo menos un boche
De esos que empiezan con Sir
A un azulejo protestante
O a un conejo gruñón
O a un venado voluntario
O a una foca temerosa
O a un felino freco.

Los azulejos protestantes
Sin la menor consideración
Hacia el sueño del vacacionista
Lo despiertan 
Bien tempranito en la mañana
Cantando en su ventana
'Qué lindo día
Ti ti ti
Para disfrutar la gloria 
Ti ti ti ti
Del Señor
Ti ti ti ti ti'.

Los conejos gruñones
Cuando coinciden en su camino
Se paran en 2 patas
En evidente burla bípeda
Murmuran algo mientras te miran
Entrecerrando los ojos
Y hasta la bien intencionada brisa sabe
Que ese murmuro fue una maldición
Silvestre e inútil sí
Pero de muy mala fe también.

Los venados voluntarios 
Se creen los encargados 
De la seguridad carretera
En la madrugada siempre andan
Parando al vacacionista
En grupos de 4
Le piden licencia
Que si ha bebido
Que vayalpaso
Que disfrute la belleza de la naturaleza
Algunos han perdido la vida
Tratando de parar a un borracho
Pero siguen en esa labor
No requerida por nadie.

Las focas temerosas
Tal vez por marítimas
Son como Aquaman
Solo molestan en el mar
Casi siempre en la tarde
Llegan y empiezan a discutir
En la playa que da justo al patio
Como si estuvieran en una gallera
El vacacionista se alarma
Y vaver qué lo qué
Desde que las focas lo ven
Olvidan la discusión entre ellas
Y a coro le advierten
'No te metas al mar
Está muy frío
BRRRRRR
Muy muy frío
BRRRRRR
Y cuando estamos nosotras
Vienen los tiburones
UYUYUY
Y te confunden con nosotras
UUUYUY
Y te comen
Ummmmmmm
Porque somos sabrosas
Ummmmmmmmm
Muy muy sabrosas
Ummmmmmmmmmm
Mejor quel salami
Ummmmmmmmmmmmm
Sabrosas sabrosas
Ummmmmmmmmmmmmmmmmmmmm'.

A los felinos frecos
Los veo merodeando
Desprecian los letreros de propiedad
No solo entran al hábitat del vacacionista
Adentro actúan como si pagaran renta
Me refiero en este caso
A un mozalbete barcino
Bautizado Bob Marley
Ya usted sabe
Que lo persigue buscando atención
Rrrrrrrrrrrr
Ronronea
Rrrrrrrrrrrrr
Y cuando los humanos juegan billar
Se sube a la mesa
Y por nada del mundo deja
Que metan la bola 8
En la boca que le toca.

Así que antes de irme
Trataré de juntarlos a todos
Y ponerlos en su puesto
De bestia cuadrúpeda o alada
Que son inocentes sí
Pero de lejos
Sirs
Les diré
No estamos ante la presencia de la grandeza
Ustedes son parte de una grandeza abstracta
LOS ANIMALES
Pero ustedes 
concretamente 
No tienen modales
No saben quién fue Shakespeare
Ninguno ha sido llamado Newton
Tienen enfermedades jodonas
Y no tienen un Jonas Salk
Ni siquiera son solidarios
Viven matándose
Y cuando no pueden ser usados como alimento
Usualmente son una peste
No ha habido, no hay, ni habrá
Un animal poeta llamado William Carlos Williams
Capaz de escribirle a Nantucket
Un poema como este:

Flores a través de la ventana
Lavanda y amarilla

cambiada por blancas cortinas—
Olor de limpieza—

Luzdesol de tarde en la tarde—
Sobre la bandeja de vidrio

una jarra de vidrio, el vaso
rechazado, por el cual

una llave está yaciendo— Y la
inmaculada blanca cama.




















Buenas tardes
BYE
CHU
SIO
ZAPE.

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