martes, marzo 29, 2005

Back from Dudu Lake

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Si usted fue un vacacionista que dejó la ciudad para disfrutar del largo feriado de Semana Santa, como dicen los noticieros, pudo comprobar la buena educación de los dominicanos.
Nada delataba el paso de humanos por las playas. La limpieza y el orden traía a la memoria algún paisaje de Mónaco visto en un sueño. Bueno, tal vez exagero, tal vez pudo ver semi enterrada en la arena una que otra botella plástica, uno que otro plato de foam manchado de espaguettis o pollo o ambos, un anónimo perro kaki muerto, tres condones, una lata de mondongo Jajá, una toalla sanitaria roja, un cassette de "La Carne lo Mató" de Yoyito Cabrera, ceteris paribus.
Y si usted estuvo la tarde del Sábado Santo por los lados de Río San Juan, huyendo de Cabarete y Kansas y Alphaville y Air Supply; y si usted decidió ir a bañarse a un lugar con el exótico nombre de Dudu Lake, una piscina natural de dimensiones inmensas, es posible que se haya topado con un hombre practicando el autoerotismo en el agua, entiéndase pajeándose, con la mirada perdida entre las empellas de un bikini color zapote, y tal vez escuchó la voz de alarma y de asombro de una mujer que trajo a dos hombres que sacaron al onanista con el miembro erecto, entiéndase guebo parao. Usted abrió los ojos y pensó "Esto pinta bien", cuando unos ciudadanos de Santiago parquearon una yipeta sin asiento atrás, para que quepan las dos mil bocinas, y subieron el volumen al máximo decibel permitido por la tecnología actual al reggaetón de Daddy Yankee provocando la protesta muda de los cangrejos. Un inocente niño como de 12 años se divertía tirando piedras hacia los bañistas mientras otro grupo de vacacionistas empezó la práctica del deporte nacional "Vamos a tirar gente al agua aunque no los conozcamos aunque no sepan nadar aunque estén vestidos para ver si se ahogan o por lo menos se les moje todo el dinero y cualquier documento que por necedad lleven en sus carteras."
Estoy seguro que usted quería quedarse hasta que sonaran los 23 tiros que de seguro sonaron, fue una pena que de repente cayera la noche.





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