jueves, marzo 03, 2005

Who's to blame for Mella's house business?

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Un gringo, armenio, yugoslavo, o alemán, llega a una isla de vastas playas blancas, de quinielas; una isla con el túnel más tóxico del caribe, con los políticos más corruptos del mundo; una isla de pensamientos rancios. En el aeropuerto coge un taxi con un taxista que entre bocina y bocina se come un pica pollo, señalándole con un muslo a medio comer el mar de un azur insolente. El extranjero se siente feliz, ha dejado atrás un pasado que puede ser triste o dichoso; tal vez huye de un delito, tal vez huye del aburrimiento, tal vez huye de la nieve. Who cares?
Después de un tiempo de ron, negras alegres y pescado, decide vivir en la ciudad llamada Santo Domingo. Es posible que ya haya encontrado una pareja. Es posible que ya sienta amor por Teresa, por sus hijos, por sus hermanos, por su madre que cocina( Brodsky wrote) patas de tortugas con sabor a lentitud.
Un día despierta con la sensación de que ha llegado a donde iba. Si la felicidad es un sólido, como dijo Salinger, el extranjero, esa mañana, la sostuvo en la palma de su mano en la extraña forma de una tasa de café endulzado con miel.
El extranjero ya tiene familia, amigos, baila bachata, debe ganarse la vida. Con lo poco que le queda, tal vez es mucho, decide poner un negocio, pero, ¿qué negocio? Un colmado no, una pensión no, una cafetería no. Ah, ya sé, un billar. Le gusta mucho el billar y aunque no es un negocio de mucha ganancia, puede ser divertido. No seamos muy ingenuos. No conocemos al extranjero, ¿quién sabe si detrás de esa fachada hay un negocio turbio? Bueno, parece un billar. Habrá que ir a preguntar si tiene cocaína, o si consigue muchachitas de 15 años para hombres serios que cada domingo cantan con decoro en el coro de una iglesia. Dejémosle eso a la policía o al Diario Libre.
Llega el mes de febrero a la isla. Se acerca el día de la independencia del yugo haitiano. El patriotismo está en su cumbre. Ayuda la campaña de nacionalismo que tiene una empresa cervecera líder ante la llegada de otra empresa cervecera líder, pero extranjera. Los haitianos en las esquinas venden banderas, las empresas adoptan la solemnidad de la hora y ordenan al pueblo a recordar a sus héroes. Habrá que buscar dónde nacieron Duarte. Sánchez y Mella. Oh, sorpresa, en la casa donde nació Mella, que queda en la calle Sánchez, hay un billar, y de un extranjero. ¿Cómo es posible? En la televisión se da la voz de alarma, se unen voces, se reune la multitud, van a la casa y vandalizan sus paredes con graffitis atiborrados de indignación y faltas ortográficas. El extranjero está perplejo. El extranjero no sabía nada sobre Mella cuando alquiló, pagando sus dólares, la casa. El extranjero no permitiría que ningun dominicano alquile la casa de Jefferson para poner una banca ( como me dijo mi amigo Diego), pero tampoco las autoridades gringas permitirían eso.
Recordemos que los Nazis eran nacionalistas, recordemos las palabras de Borges: El nacionalismo es un sentimiento que debemos rechazar por foráneo. Recordemos que amar un país no es amar su bandera. Amar un país es no tirar basura a la calle, es no robarse el presupuesto nacional desde el gobierno, es tantas cosas que no hacemos.
En fin, Who's to blame?





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