martes, julio 19, 2005

Living under the influence of Feng Shui

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Definitivamente, si mi mujer no va al psiquiatra me voy a divorciar. Me casé enamorado, pensando que lo único capaz de hacerme divorciar era una infidelidad, en mi casa, en mi cama. Hay que vivir juntos para conocer la demencia.

Jamás imaginé que iba a vivir con un Hitler telépata o un Trujillo devoto de Uranio. Vi en el History Channel que desde niño Hitler era enfermo con el orden y la limpieza. De Trujillo conocemos su manía por los polvos, por los perfumes; su aversión al sudor, a las arrugas en los uniformes y ropas de los títeres, a cualquier señal de ser humano.

-Esta habitación hiede a gente.

Así habla mi mujer. Parece que quiere que hieda a marcianos, o a venusinos, o a cloro, who knows. Desde que entra por esa puerta mueve su nariz como si le untaran mierda. Mira a todos lados deseando encontrar algún mueble, cojín, o feo adorno fuera de lugar. Anhela que la casa se convierta en un museo para que las generaciones futuras se enteren de cómo se vivía en un hogar infeliz.

-¿Quién se sentó sobre los cojines?

El cojín de leopardo no estaba a 39 grados Sur Suroeste de la trompa del elefante cuyo culo debe apuntar a siete Budas. Esta es una casa donde el sofá de piel es rey, el sillón virrey y los cojines cortesanos. Y el fucking Feng Shui aconsejando que los espejos no encaren Sha Qi y que todas las puertas de los closets permanezcan cerradas y la tapa del inodoro siempre abajo porque uno caga mala energía y el apartamento se invade de tártaros de la dinastía Ming vestidos de diablos cojuelos que cantan "Mambrú se fue a la guerra" mientras mastican nuez moscada si el viento no entra por el Oeste y choca con el agua posada en el Este frente a la cama con el espaldar apoyado al Norte debajo de su estrella natal Camelopardalis y los sectores negativos del mes de agosto incluyen el Noroeste, el Sureste, el Este, el Noreste y yo que soy un tipo que me pierdo si paso de la Gómez con Ovando. Prefiero vivir en un establo.

El otro día llegué y parecía un exorcismo. El humo de los inciensos y el aerosol de lavanda me hicieron estornudar el alma, un dolor de cabeza de días. Otra cosa, las sirvientas no duran un mes.

-Debajo de la nevera hay polvo. Si uno busca cuatro hombres muy fuertes y muy brutos y mueve la estufa encontrará una onza de sucio. ¿No te dije que no le echaras ni sal ni aceite a las comidas?

Yo quiero llegar a un hogar donde me tropiece con un barney de mi niña en el piso; donde haya una figura amada roncando en el sofá; donde los libros de Faulkner no sean considerados desorden y me reciba el olor de una cebolla vagabunda friéndose en la cocina. Pero no, no hay forma. Esta mujer tiene una cruzada contra cualquier vestigio de cordura, y contra la risa.





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