martes, noviembre 29, 2005

Frias and Lucero

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Frías falta al trabajo los lunes o llega tarde con el ron saliéndole de los poros, un dragón etílico de cabellos pegajosos por agua sin shampoo, los bigotes tapándole el labio superior. Y cuando llega siempre tiene una historia o una poesía:

Un loco sucio y grosero
se puso a jugar con una bolita
que se sacó del trasero.
Doctor, doctor, ¿dígame de qué e eta bolita
si e de hule, goma o alcanfor?
El oculista curioso
y de espejuelos saltones
cogió la bolita y olióle.
Su olor tiene desagrado
si yo no me equivoco
del culo se la ha sacado.

Y así las cosas. Una vez faltó hasta el jueves, averiguamos el inconveniente y a las cinco fuimos todos a la clínica Rodríguez Santos para ver a sus venas consumir varios sueros de dextrosa, además tuvimos que hacer una colecta para pagar la cuenta. El doctor nos dijo que si seguía bebiendo de esa forma la cirrosis no era un presagio, era un hecho.

Otro lunes, antes de comprarse el Fiat que para más en el taller que en la calle, llegó al mediodía contando que el sábado en la tarde se montó en una OMSA en el parque Independencia y que despertó el domingo en el garage de las guaguas abrumado por el silencio y la oscuridad, y que por poco y un guachimán le da un escopetazo creyéndolo un ladrón de piezas. No importa que el percance no haya sido el mismo lunes, de alguna forma él lo toma como excusa para su tardanza.

El lunes pasado llegó después de las 10, directo al termo de café para beberse 5 vasitos, de pie con la mirada fija en el archivo de los estados de cuenta. Suspiró y se sentó sin decir esta boca es mía. Empezó a hacer lo que se supone hace los días que viene al Banco por los últimos 10 años. Yo sabía que era cuestión de tiempo para que dijera el motivo de su ensimismamiento. El momento llegó a la hora de la comida. Como era principio de mes tuvimos que ir a comer después de las dos cuando los clientes bajaron la curiosidad por sus balances o el por qué de un cargo de 100 pesos por certificar un cheque de 1,000 pesos.

2:45pm. El comedor estaba vacío. A las doce meridiano los dominicanos, los que tienen, apagan el cerebro y no aceptan otra coordenada de sus neuronas que no dirija sus pasos hacia un plato de arroz con habichuela. Frías calentó su locrio de longaniza por tanto tiempo en el microondas que casi lo derrite. En medio del aromatizado vapor me dijo:

—Dino, si tú supiera lo que me pasó, yo taba bebiendo con uno pana en La Base y ya como a la 3 de la mañana la cosa taba floja, yo quería seguí tirando pero mi compadre se puso de mamita dique que tenía que trabajá como si fuera el único, y entonce me dejaron solo y bueno, yo lo que quería a esa hora era que me lo mamaran, así que cruzo el puente diretico pa la Feria, pa la bolita del mundo, y empiezo a relojiá a ver qué aparece, y entonce veo ete mujerón y empezamo a negociá y ella me pidió 500 y yo 300 y nos pusimo de acuerdo en 350 y cogimo pa una callecita por el Maunaloa y entonce ella empezó mama y mama y mama y mama y mama y mama y mierda qué cosa tan buena como lo mamaba y diablo me vine ahí mimo y entonce yo pienso que no le voá pagá porque yo no quería deprendeme de eso 350 peso que ademá tenía que dejale a mi mujer hoy pa uno pamper pa Fredín y bueno, le dije que se bajara del carro si no quería que le diera un tiro y bueno, se bajó cortándome lo sojo y entonce me toca el vidrio y yo lo bajo pa ve que quiere y me dice: "Ta bien, me engañate, me cubiate, pero fue un hombre que te lo mamó buen pendejo..."

—Jajajaja, no joda, ¿y qué tú hicite?

—Bueno, yo no quería lío, y ademá, pensándolo bien, esa fue la mejor mamá que me han dao en mi vida, cuando cobre el 30 voy a volvé pa pagale su 350 peso, me dijo que se llama Lucero...





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