viernes, febrero 03, 2006

Deep in the South

Bahoruco, San Rafael, Paraíso, Enriquillo, Juancho, Colonia, son pueblitos, o parajes, que pasas saliendo de Barahona hacia Bahía de las Águilas. Pueblitos donde, aburridos del mar, la única diversión es mirar a los haitianos pasando en camiones full de ropas y sacos de arroz que van dejando grano a grano en cada parada militar de la zona. En este Sur profundo los niños todavía juegan con palos y gomas, todos desean ser guardias porque no conocen otra cosa, todos cagan en letrinas de zinc ardiente, todos esperan ser asesinados por el cielo como en un verso de Lorca.

En la carretera hacia el olvido un hombre revive la fábula de Pablo hablando con un burro. Los cactus lado a lado vigilan una geografía de tierra árida, guazábara y lagartos azules. Los Pozos de Romeo son pequeños lagos de agua limpia y fría donde los peces no le temen a los anzuelos. Un hombre con las neuronas quemadas de sol y romo tiene una idea digna de Newton:

—Tú te imagina que debajo de ete poso uno pusiera un fogón con mucha candela y empezara a tirá papa y fideo y tayota con to eto pecao ahí adentro y pusiera un letrero ahí en la carretera que diga "Cardo Caliente a 10 peso"...

El Sur profundo es un paisaje de rectas largas, de paradas de guagua con mensajes enigmáticos: "Amame como soy", "El Cajuil es exquisito"; un habitat apto para cocodrilos, tortugas, iguanas y hombres sin mañana; uno piensa que está en un cuento de Juan Rulfo con tanta tierra baldía, kilometros y kilometros de soledad; uno espera ver al niño de bronce abrazado a la mujer en el calor blanco de la carretera muerta del cuento de Juan Bosch. En estos pueblos los seres humanos tratan de estar borrachos antes de las 7 de la noche. Nunca hay luz eléctrica y las noches son largas y cargadas con voces de difuntos.

La carretera roja de Cabo Rojo parece una imagen de Marte. Varias guaguas de SINCHOMIPE atravesadas advierten de la huelga por ajuste de tarifas que tienen los transportistas con Cementos Andinos Dominicanos. Los choferes juegan dominó en medio del polvo rojo y un barco que debía irse cargado con 30 mil toneladas de agregados se va vacío hacia Aruba.

La playa de Cabo Rojo es fría y sin olas. Los pelícanos hacen casas en las boyas. La naturaleza mezcla con insolencia el blanco, el rojo, el verde, el amarillo y el azul. Los hombres juegan a la lucha libre empanizándose con la arena y después salen a columpiarse en el columpio del pueblo que para ellos es como ir al cine. El sol pica y quema, y el exceso de sal en esta agua te deja la piel ceniza.

A Bahía de las Águilas se puede ir en yipeta o en yola. Para coger la yola llegamos a la cueva de los pescadores. Estos hombres viven en cuevas frente al mar como los cangrejos, tal vez esta condición de semi-hermitaños los ha hecho mal hablaos y rebuseros, sin contar que todo lo que ganan se gasta en romo. Empezamos a buscar una yola que llevara los 20 bañistas capitaleños. Un pescador, cayéndose del jumo, nos cobraba 2,000 pesos para en tres días dejarnos en Cuba, otro 3,000; cuando decidimos por el de 2,000 el hombre se desapareció o se desmayó; cuando buscamos el de 3,000 este ya no quería ir. Por fin apareció uno que se transó por 2,200.

El viaje en yola es lo mejor del viaje. Los pelícanos se zambullen en busca de algún pez más bruto que los otros. Toda la costa exhibe playitas íntimas para una luna de miel de tres horas. Los acantilados son fósiles de coral con teorías propias sobre la evolución. A lo lejos vemos que la bahía tiene muchos vacacionistas, pero es tan grande que todavía cabe los Alcarrizos entero. Desde una camioneta cogiendo lucha en la cuesta envidian a los yoleros. En la playa ya todos los árboles tienen dueño, el guía vegetariano del grupo aconseja un lugar, uno de los bañistas de galloloco desea que la yola siga hasta el final de la bahía, desea ser "One with nature".

—Vuelvo a la cinco a recogelo —dice el pescador.

El sol de Bahía de las Águilas es de respeto, te marca las gafas en cuestión de segundos. El agua también es fría, limpia y sin olas. El bañista que quería ser "One with Nature" todavía sigue rumiando la decisión colectiva de quedarse en esta parte del paraíso: "Charlie, e que má pallá uno puede bañase sin ropa, encuero, primera ve que me baño con ropa aquí." La visión repugnante de un prepucio o un glande con piercing nos hace comprender que elegimos correctamente. Las tiendas de campaña esparcidas por la bahía anuncian la temeridad de algunos hombres y mujeres de quedarse a dormir aquí entre los 8 millones y medio de mosquitos que vendrán desde que enciendan una jumeadora con trementina. Un hombre de ojos rojos, con actitud y vozarrón de dueño de casa cobrando 8 meses de atraso, me hace señas, yo dudo:

—QUE VENGA ACÁ, NO TENGA MIEDO, ¿SE VA A METÉ A PENDEJO AHORA?, QUE YO SOR PECADOR DE PEDERNALE, SERIE 69—.
Y cuando me acerco, me dice, con actitud y vocecita de inquilino debiendo 8 meses:
—Deme un cigarrillo de eso y écheme un chin de ese romo en eta botellita, pero no mucho que tengo que llevá uno pasajero horita.

A las cinco en punto vino el pescador a buscarnos. En el viaje de regreso, mirando esta vastedad de contrastes violentos con arenas blancas, tierra roja, acantilados amarillos y agua azul y agua verde comprendo las palabras de Rimbaud cuando estuvo por estos lados: "Bahía de las Águilas es un espectáculo de bondad."

Pictures by Surfito





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