lunes, febrero 20, 2006

Going East

La carretera vieja hacia el Este, además de ahorrarte los 30 pesos del peaje, te lleva hacia un pasado de caballos, de vacas, donde lo único moderno son las fincas para cosechar peloteros. ¿Por qué a las academias de baseball le llaman fincas? Es como si pensaran que están criando ganado o sembrando plátanos. Cañaverales lado a lado. Olor a establo. Los jurones cruzan la carretera como un rayo. Los paradores mantienen las ventanas cerradas hasta que se termine de freír la decoración de pollo y cerdo y chivo. La casa de Kalil Haché es un monumento a la fealdad coronada con una escultura de un caballo en el techo, un molino de viento da vueltas en el patio, en la pared un letrero enigmático fechado 1962, un año después de la muerte de Trujillo, menciona el poder, menciona la virtud, menciona la conciencia: ¿?


En Hato Mayor te recibe el estribillo de una canción de Anthony Ríos: "En el tren que yo viajaba, conocí una chica triste... Fatalidad, amor sufrir tan de repente, hasta cuando trae con ella una esperanza, es una fatalidad..." Hay una parada obligatoria: Don Ulises, Dulces y Quesos. El local tiene letreros que hablan de rectitud, de una vida de trabajo honrado, de que la droga destruye y Cristo construye. Adentro Don Ulises te atiende, su mujer discute un regalo que le trajo su compadre a Ulisito:

—Ecuseme comadre, pero Ulisito me pidió ese gallo, y él nunca me pide nada...
—Sí sí compadre, pero él tiene muchísimo gallo ya, y a mí no me guta que le coja ese guto a la gallera...

En ese momento sale Ulisito en una camioneta preparada para correr. El radio toca un reggaetón a todo volumen. Ulisito tiene todo el feeling de un joven moderno, de un joven que pronto dejará el nido materno para irse a la capital o a Nueva York. Da riversa 20 metros, se apea en la finca de al lado. La finca bulle de cantos de gallo, de naranjas, y de caballitos que parecen de juguete. ¿Quién diablos tiene ponies en este país? Ulisito.

En la carretera al Seibo los caballos andan con trote orgulloso, hermosos animales que no conocen la vida azarosa de sus primos en la capital arrastrando carretas de plátanos y coches de turistas bajo los funestos rayos de sol. En vastas parcelas las vacas acostadas comen yerba esperando ser ordeñadas. No mires hacia los lados, no veas a los haitianos en el batey esperando un vale para comprar arroz y harina, piensa en tu bandera tan linda ondeando alto en el mes de la patria, whatever that means. Una vieja mujer negra vestida de rojo y amarillo posa para una fotografía sacando la Biblia de una funda de plástico, dice adiós con una sonrisa de dientes de creole.

En el Seibo las mujeres llevan comida a sus descarriados esposos y hermanos presos bajo la mirada severa de los guardias y del General Pedro Santana. Una fila frente al cuartel exhibe cantinas con arroz y habichuelas, fundas de ropa limpia, la esperanza de una breve visita conyugal. Un hombre con la barriga como un barril nos habla con la autoridad que da ser el teniente de la Secreta del pueblo al que todomundo conoce.

—¿Quién le dio permiso pa tirá foto? Soy Madrigal, el jefe de la Secreta, to lo que e secreto yo lo invetigo aquí, así que díganme qué e lo que hacen tirando foto, si utede me dicen yo hata lo llevo adentro y le pueden tirá foto a la celda y a lo preso...

El Seibo está en olla. Las calles del pueblo no tienen pavimento. "Marcel Valera lo que se coge prestado se devuelve", dice un graffitti. Las casas lucen abandonadas. El parque es chiquito, la iglesia es grande. En un lugar conocido como "El cabaret de los cueros flacos" un hombre bebe con un gallo que no para de cantar. La gente anda en caballos, con gorras de baseball y sombreros blancos y machetes de mango blanco. Todomundo es amable y nadie pide un centavo. Un muchacho toca Compadre Pedro Juan con una trompeta. En la calle principal los guardias desvían los vehículos por el Carnaval Infantil, un derroche de creatividad con un presupuesto de 33 pesos. "El Camino que no se debe tomar" es una comparsa de niñas preñadas, de niños fumando, de niños jugando dados; "El Camino Correcto" es una comparsa de niños doctores, de cortadores de caña, de bomberos. La Técnica de Educación Artística de la escuela dirige la actividad con un deseo puro de hacer algo por su pueblo, sin recursos, sin esperar nada de un gobierno al que no le importa la educación, que sólo tiene presupuesto para elevados y túneles y Metro en la capital. El Seibo es un pueblo de toreros que no matan toros, que son zapateros y motoconchistas, que fueron corneados por un camión y ahora están inválidos sentados en las galerías de sus casas escuchando a Pedro Infante con su allá en el Rancho Grande, allá donde vivía, había una rancherita, que alegre me decía...





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