viernes, diciembre 06, 2013

The Longest Day


Estuve cinco horas en el limbo cuando la mujer de Recursos Humanos me fue presentando departamento por departamento a los 500 empleados del Banco. Era una práctica bárbara para marear al nuevo empleado. Nadie, abrumado por la incertidumbre de un primer trabajo, recuerda las caras, mucho menos los nombres. Cuando me presentaban me sentí como un gallito de pueblo en la feria ganadera, el hombrechivo en el auditorio de alguna sociedad científica, rojo como un tomate. Era tan joven, nunca había trabajado, si el día anterior no tenía ropa de oficina: pantalón no jeans, camisa manga larga, zapatos y corbata. Llegué sin corbata y Campeche, el mensajero interno más viejo de la historia bancaria, me prestó una que había estado a la moda cuando los hermanos Wright garabateaban en hojas cuadriculadas una idea llamada Máquina Voladora; era como de una tela crema diseñada para tapizar muebles a los que se les deja el plástico; Campeche me hizo el nudo quedando la ancha punta mucho más arriba del ombligo, como un babero de flores y amebas. Además, los pantalones me quedaban brincacharcos, por coser el ruedo yo mismo, y se podían ver las medias deportivas blancas rompiendo la continuidad del marrón.

Entré un viernes de diciembre. Todos los viernes de diciembre el Banco celebraba la época navideña mandando a hervir mil cubitos de pollo en alguna olla gigante colocando el resultado de ese experimento  en telmos con el nombre de "Consomé" para que se sirvan todas las veces que quieran los resacados y los empleados nuevos sin dinero para comprar comida y sin conocimientos sobre el plato del día a crédito en La Perla. También contrataban a un tipo sospechosísimo con un sintetizador prestado para amenizar el área de plataforma tocando "Tú Adan y yo Eva, Eva, y nuestro amor la última astronave, Eva, buscando en los escombros tierra nueva, Eva, hasta el fin de la humanidad" como 20 veces poniéndole soundtrack a la ansiedad, obligando a un mensajero en la fila de depósitos comerciales vocear: 

—AMIGO, ¿y uté no se sabe otra cosa? 

El día más largo no ha sido ningún solsticio de ningún verano, fue el primer día en mi primer trabajo.







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