viernes, diciembre 01, 2006
After folding t-shirts
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Después de arrojar el abrigo a una silla, el hombre arrojó su cuerpo a la cama. Soñó que los dedos de los pies conspiraban, que el meñique, a pesar de no tener uña, era un enano líder sindicalista calvo arengando a sus compañeros hacia una huelga cuyo objetivo era evitar a toda costa los zapatos, en primer lugar las botas, y en medio de VIVAN LAS CHANCLETAS CARAJO ABAJO EL GOBIERNO COÑAZO lo despertó su tío:
—Tu papá se murió, ahí ta tu hermana en el teléfono.
Después de consolar a la hermana con palabras ajenas, como resignación, con falsos clichés eternos, el hombre se encerró en el baño. No lloró por el hombre que acababa de morir, lloró por el papá que no tuvo. Lloró por esa llamada nunca recibida en su cumpleaños o en Navidad o para su graduación o cuando se enfermó. Lloró por su mamá sirviendo saliva a borrachos groseros por propinas miserables para alimentar cinco boquitas llenas de caries, lloró por sus hermanos, lloró por Palestina. Lloró por recuerdos que nunca pasaron. Lloró porque cuando una de las partes que han intervenido en tu concepción muere, irremediablemente una parte de ti también muere. Ese cliché sí es cierto.
Después de lavarse la cara, frente al espejo, de repente, aunque la había deletreado toda su vida, el hombre entendió el significado de la palabra huérfano.
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