miércoles, septiembre 26, 2007

FALL

Las flores de metal en el techo tienen más de cien años contemplando la actividad financiera de los humanos. En el centro de las diez columnas gigantes hay un reloj con las dimensiones de un artefacto fantástico, una máquina del tiempo capaz de llevarte a los días imaginados por Wells donde los misiles gringos hacen añicos a la luna.

"Good morning, I want to make a deposit", dice la vieja firmando el formulario con manos que tiemblan.

El principio del mes es geriátrico. Los cheques del Social Security movilizan huesos frágiles, cerebros botos, esfínteres cansados. Son días terribles, la senilidad, la decadencia del cuerpo, el abandono familiar, los malos olores, los avances de tu futuro, no tan lejano, la decrepitud mostrándose sin pudor, ponen a prueba el buen humor de aquel que le toque bregar con los senior citizens.

"I want to update my passbook", dice un viejo en silla de ruedas, con ese olor a pobredumbre que recuerda su condición desvalida. Tiene más de 50 mil dólares y los hijos sólo esperan la llamada de la herencia, a veces lo llevan a Coney Island.
"Yo no recuerdo lo que quiero", dice Virginia, una ecuatoriana despeinada, con un conmovedor vestido sucio; algunos días su mente está mal, otros está peor, otros recuerda bañarse.
"I want to make a withdrawal", dice la voz cibernética de una vieja negra con una boina de flores ocultando su calvicie y un pañuelo de flores amarrado al cuello donde coloca el artefacto mecánico que modula su voz después de haber perdido la garganta en su guerra contra el Cáncer.

Cuando uno llega a los cuarenta sabe que todo va para abajo.
Por ejemplo, sólo podrás ser el amor joven de una abuela.
Por ejemplo, las resacas toman semanas para irse.
Por ejemplo, la mujer con la que sueñas todas las noches no tiene rostro.
Por ejemplo, la esperanza de un futuro mejor para tu isla se pierde.
Por ejemplo, no recuerdas nada del último libro que te gustó tanto.
Por ejemplo, si una mujer joven te busca es porque tienes dinero, y si no tienes dinero pregunta indignada: "¿Y qué e lo que quiere ete viejo?"
Por ejemplo, todos los primos teenagers te llaman Tío.
Por ejemplo, como un personaje de Beckett, temes la llegada del invierno.
Por ejemplo, muchas amigas dejaron de ser tus amigas y ahora te odian.
Por ejemplo, no puedes comerte un mofongo a las tres de la mañana.
Por ejemplo, nunca podrás amar como cuando esperabas a una muchacha de ojos grandes de pestañas largas en una habitación de hotel colonial para no salir en todo el fin de semana largo.
Por ejemplo, la luna dejó de ser una mujer que brilla con su vestido amarillo, ahora es una cosa ahí arriba.
Por ejemplo, el fracaso es una sensación cotidiana.
Por ejemplo, la palabra "veneno" no suena tan desagradable.
Por ejemplo, el recuerdo más recurrente es el entierro de tu abuelo.

Picture by wink.nixone.com





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