miércoles, octubre 31, 2012

My Uncle and The Others

La primera planta de este edificio en el Bronx es un negocio azarao siempre cerrado: deli, barbería, flores funerales. En la segunda planta vive una familia de chinos que dejan los zapatos en los escalones. En la tercera planta mi Tío. En este apartamento coños, mamañemas y fuckyous vuelan como moscas alrededor de un animal muerto. Las discusiones van de moderadas a salvajes más rápido que un Ferrari de 0 a 100 millas. Pocas demostraciones de cariño, si obviamos que mi Tío llega del trabajo y se pone a cocinarle a los hijos para que no coman Burger King; si obviamos que mi Tía sale del trabajo y se va a un Mall a coger lucha para comprar zapatos para los hijos que el martes regresan a calentar pupitres.

Y, claro, esta energía negativa, esta gallera diaria, ha llegado al punto de perturbar a Los Otros, sabiendo que Los Otros no son los chinos de abajo, pensando seriamente, por el escándalo de arriba, en regresar a su pueblo en Yinchuan después de haber recorrido por tres años y medio Nepal, Asunción, Mongolia, Barahona, Kiev, Zimbabwe, Lima, Las Canarias, Los Alpes, Bangladesh, Algeria, Fiji, La Habana, Vietnam, Haití, Madrás, Los Balcanes, República Dominicana, Maracaibo, Sidney, Kingston, México, Haití de nuevo, Miches, Caguas, Toledo, Barranquilla, México de nuevo, Laredo, y de ahí a Nueva York. No, Los Otros son esos entes caprichosos que la genialidad mexicana dio a conocer como Espíritus Chocarreros.

Una madrugada, mi Tio despierta con el terrible presentimiento de algo raro pasando debajo de su techo. A pesar de ser enero, mi Tio jura que el frío no era de este mundo. Escucha atentamente un ruido en la sala parecido al que ocurre cuando se juega en una cancha pública un 21 de basketball apostando dinero. Se levanta, abre la puerta de repente, con más miedo que vergüenza, y una bola de basketball llega rebotando a sus pies haciéndolo cerrar la puerta, persignarse y meterse a sudar debajo de la manta.

Otra noche mi Tío se está bañando. Como le gusta el agua al punto necesario para hervir una langosta, el cuarto de baño se llena de vapor, empañando el espejo del botiquín. Mi Tío se engranoja cuando se da cuenta que algo o alguien ha escrito un enigmático mensaje en el espejo: "H H."
"¿Y pa ti qué significa esto?", le pregunto.
"Hola Humano", me dice con un leve temblor en la voz.

Y parece que los Espíritus Chocarreros comen mucho. No hay cheesecake ni dulce de leche ni flan ni pudín ni chocolate que llegue al amanecer. Que mi primita de 17 años, cuando uno se vira hacia ella de repente, por un nanosegundo, tiene un ligero parecido a un manatí, se pase la madrugada hablando por teléfono con el novio no levanta sospechas de hambre a deshora, ella está a dieta.

Otra noche mi Tío estaba solo en el apartamento, oídos atentos a los detalles, podía escuchar hasta la respiración de la mata de plátano que cubre una esquina de la sala. Mi Tío estaba dedicado a su actividad preferida: Martillar. Había quitado el cuadro del viejo fumando un cachimbo debajo de un framboyán para clavar y sacar el mismo clavo una y otra vez sin dejar huellas. "Me guta martillá", me dijo una vez. "Siempre ando con un martillo y con clavo, o puntilla, o grapa." Mi Tío siente el frío otra vez, y comete el error de rogar: "Dio mío, si no toy solo aquí dame una señal." Inmediatamente escuchó una voz de mujer, con marcado acento cockney, de esos que se encuentran al este de Londres, decir: "I 'fink I'll have a pina colada." Mi tío se maja el pulgar de la mano izquierda dejando caer el martillo en el meñique del pie derecho. No sabiendo a cuál de los dos dolores elegir para el masaje pierde el equilibrio golpeándose la rabandola o coxis con el filo de la mesa. Mi Tía llega, lo encuentra en el piso gimiendo chupándose los pulgares en posición fetal.

Después de esto mi Tío tomó la resolución necesaria (no, no es mudarse), haciendo una cita con un brujo colombiano. Y una tarde, en el alto Manhattan, mi Tío, después de esperar dos horas en una sórdida sala de espera de un sórdido antro con una sórdida luz roja, habla con un hombre que tiene en la cabeza un penacho de indio americano y que le grita a la asistente o cocinera que cuidado si dejan quemar el conejo otra vez. El brujo escucha mirando hacia un cielo raso de telarañas, con mucha solemnidad le vende una botella de agua purificada por los Seres, una oración de exorcismo con muchísimas faltas ortográficas a San Miguel Arcángel, inscienso de vainilla y un crucifico negro.

"Debe visitar a una hermana suya en el Sur, allí debe ir a una masa de agua y buscar por un objeto extraño, lleve ese objeto a su casa y déselo a la persona que usted más quiere, para protección, ese mismo día, a la medianoche, vestido de blanco, diga la oración a San Miguel Arcángel y vierta el agua purificada, encontrará la paz y la felicidad en su hogar", le dijo el brujo entregándole además una tarjeta de electricista y plomero. "Llámeme a cualquier hora si se le tapa el toilet o tiene un problema eléctrico."

Mi Tío sale con esperanzas, con fe, sólo tiene una duda, ¿se habrá referido el brujo a una prima, no tiene hermanas, que vive en Tennesse o a una de las primas que viven en Bonao?, todas están en el Sur, es decir, lejos. Decide Bonao, así aprovecha y visita su tierra. Y en un viaje inesperado, en una tarde azul y blanca se encuentra en el río Yuna examinando piedras chatas con una mano, y con una cerveza bien fría en la otra mano, hasta que se topa con un potecito de compota con una moneda de un centavo adentro.

Mi Tío llega a Nueva York entregándole el potecito de compota con la moneda de un centavo adentro a mi Tía. "I can't bolivia que eta mierda fue lo que tú me trajite de Santo Domingo", escupe ella sin ninguna consideración hacia los fenómenos paranormales. Esa misma noche mi Tío se pone la bata blanca de cuando lo operaron de apendicitis, prende el inscienso, espera que todos se acuesten, con la misma solemnidad de un griego antiguo en una ceremonia para invocar a Hades lee en voz alta la oración de exorcismo:

"Arcanjel san miguel defiéndeno en el combate, se nuetro amparo contra la maldá y asechansa del demonio. Reprímale Dio, pedimo suplicante y tú, principe de la Milicia seletial, arroja al infierno con el divino poder, a Sataná y demá epíritus malixno que bagan por el mundo para la perdisión de las alma."

Mi Tío espera a que las palabras santas tomen posesión de los rincones, arroja el agua purificada y, ante sus atónitos ojos, sale corriendo chocando con las paredes una cucaracha grandísima que exclama: "Fuck me, I 'fink I had too many pinas coladas."

(sept 2007)





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