jueves, noviembre 15, 2007

NY to DC

La guagua para ir a Washington se coge en la 34, cerca de Penn Station, 35 dólares ida y vuelta. Es mucho mejor que un avión, más espacio, sin traques de revisar zapatos ni rayos X, sin canes oliendo bultos y bolsillos, sin confundir a una viejita de 107 años con un primo de Osama Bin Laden. A nadie pone nervioso que un joven árabe hable en su inexorable idioma por su celular mirando por la ventana a su novia tan bella como una luna de cabellos negros despidiéndolo en la acera.

Si es sábado la guagua arranca a las 5 de la tarde, y cuando dicen a las 5 de la tarde es a las 5 de la tarde; ya a las 5 y 15 cada esquina nos acercaba a New Jersey, a los centros de operaciones de HESS, BON JOVI, CITGO, LINDEN con sus depósitos gigantes de combustibles, con sus chimeneas siempre humeantes, con sus transformadores transformando, con sus generadores generando y contaminando y contaminando y contaminando.

Este es mi primer viaje desde que llegué a Nueva York. Siento que es el último paso para comprender definitivamente que aquí vivo, que no estoy de vacaciones, que cuando se acabe el fin de semana largo, gracias a los veteranos que regresaron de las guerras mutilados por dentro y por fuera, debo regresar a esta ciudad, qué pena. Antes había sentido una sensación de permanencia parecida, pero casi siempre envolvía un día de pago y una mujer querida esperando en un bar.

Y Nueva York sube los estándares. Después de vivir aquí uno siente, con razón, que las otras ciudades, que los otros estados, son campos. Pasando por Philadelphia y Maryland y Baltimore es un parqueo de carros usados y la entrada a Delaware para ir a Washington se tiene la misma impresión de pasar por San Francisco y Pimentel y Castillo y Nagua para ir a Las Terrenas; con la nostalgia de que no puedes pararte a comer en el Típico Bonao, con la tristeza de que al llegar a tu destino no te espera un mar tibio.





<< Inicio

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Suscribirse a Entradas [Atom]