jueves, enero 10, 2008

SIngIng In thE trAIn

El tren hacia Manhattan lleva los pobres del Bronx, negros y latinos y chinos y europeos del Este. Al principio no es expreso, paradas cada dos minutos desde la 180 hasta la 138 Grand Concourse donde entran tres mexicanos con tres niños y una mujer. Me paro para darle mi asiento no sólo por bondad, me encanta pararme al lado de los mexicanos, me hacen lucir tan bien; son pocas las oportunidades de ser un hombre alto para un enano como yo, mi vanidad es conmovedora. A pesar de no estar embarazada la mujer, fiel a la genética azteca, sigue siendo cuadrada. Tal vez por eso cuando los mexicanos se emborrachan pelean tanto, protestan porque sus mujeres, tan feas, pobrecitas, no pueden dar cintura: no tienen; tal vez por eso en los bayuses donde van a beberse las ganancias semanales, que no enviaron a algún añorado pueblo de nombre sin vocales, unos tipos vivos tienen el negocio de llevar dominicanas en una Van a bailar bachatas por US$2.50 pégame tu vicio mami y reggaetón por US$5.00 hatabajo hatabajo papi I'm your private dancer dancing for money do what you want me to do...

Parece que los jueves a media mañana los artistas se adueñan del subway. En la 125 entran dos africanos con unas tumbadoras tum tam pac tam tam tac pac... En la 86 entra un peruano maya que con una flauta dulce y un drum machine nos regala Chiquitita, ¿dime por qué?... En la 59 entra un mariachi guitarras acordeón trompeta pobres letras, ojos cerrados pensando en la Plaza Garibaldi, desafinados acordes No te vayan a culpar Botellita de tequila Tú nada más me atarantas Su olvido es lo que me aniquila. ¿Tú sabes lo difícil que es tocar una trompeta haciendo equilibrio en un tren a mil dos? Por un momento el tren 6 corre paralelo a nosotros y un hindú de turbante color vino abre la ventana saltando hacia un inalcanzable vagón sin música. 

Definitivamente Flannery O'Connors se va para la mierda, especialmente cuando llegamos a Grand Central entrando una mujer con un afro fever que empieza a hablar antes del Stand Clear of the Closing Doors Please. "I'M GONNA SING A SONG, IF ANYBODY ON THIS TRAIN DON'T WANT ME TO, SAY IT NOW", advierte a los pasajeros que ignoran su alto grado de honestidad artística. La acompaña un hombre extraño, intemporal, con un sombrero marrón que además de cubrir los dreads canosos sobre una cara sin arrugas servirá como recipiente para las magras donaciones de los pasajeros convertidos a la fuerza en fugaces Mecenas:

"StrUmmIng mY pAIn wIth hIs fIngErs
(one time, one time)
SIngIng mY lIfE wIth hIs wOrds
(two times, two times)
KIllIng mE sOftlY wIth hIs sOng..."

La voz de la mujer me hace mutilar un verso de Huidobro: "¿Irías a ser muda que Dios te dio ese berrido?" Las risas empiezan a multiplicarse cuando nos damos cuenta que, además de la desafinación, la versión elegida es la de The Fugees y no la de Roberta Flack. Cada vez que entra el coro y el hombre sin edad repite, desganado, "one time, one time" "two times, two times" las carcajadas opacan los gallos. Un búlgaro sentado en el medio, muchas cadenas y dientes de oro como un personaje de Kusturica o como mi tío en una foto cuando llegó a Nueva York hace 25 años, se une espontáneamente al dúo y entre las pocas pausas produce el estridente sonido casi humano que hace un gato cuando le pisan la cola. La genial función es interrumpida por el monótono THIS IS, UNION SQUARE, transfer is available to the N, Q, R, W... 





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