martes, mayo 06, 2008

El New Yorker


Definitivamente, ya soy un New Yorker.
Voy caminando con mi iPod por St. Marks
entre sombreros de paja y peinados punk
cuando frente al teatro Pearl presentando
"The Importance of Being Earnest"
este extraño se para delante de mí
bloqueando mi paso
con la intención de preguntarme algo.
Yo lo esquivo siguiendo mi camino sin mirar atrás
porque, yo no sé direcciones
lo único que puedo decirle es
"5 train that way man"
y él tiene una cara de tren F.

Además,
cuando Walt Whitman escribió eso de "Stranger, why should I not speak to you?"
no habían tantos palomos pidiendo cigarrillos y una Marlboro no costaba 7 dólares.

Además,
¿no puede estar mi cerebro ocupado con la incógnita de si en Paragüay vive gente?
¿No puede estar mi cerebro ocupado con la incógnita de por qué algunos suizos
se enganchan a guardia en el Vaticano?

Además,
¿no tengo derecho a no querer hablar?
¿No puedo mantener un voto de silencio por una hora?
¿No hablé tanto anoche que ahora las palabras no significan nada?

Además,
¿no va ahí una rubia igualita a Chloë Sevigny, que tal vez es Chloë Sevigny,
bebiéndose una botella de Pepto-Bismol?

Además,
¿soy acaso un personaje de Tennessee Williams dependiendo de la bondad de los extraños?

Además,
¿y si este extraño es un brujo o un hipnotizador y mañana despierto en Eldorado, Texas,
con el líder de la Iglesia Fundamentalista de Jesús Cristo de los Últimos Santos
asegurándome la gloria eterna si me acuesto con muchachitas de 11 años
o me lo dejo mamar de un viejo de 90?

Además,
¿no reporté ya mis impuestos por primera vez y hasta me devolvieron casi mil dólares?
¿No tengo ya una greencard que me da derecho a ser un indeseable?

Además,
en este mismo momento Kurt Kobain canta
you're face to face with the man who sold the world
y yo, aparte de ser supersticioso y creer en los significados ocultos de las coincidencias,
no quiero hacerle un desaire a un muerto.
Me alegro mucho cuando doblo en la Segunda Avenida y la mirada del extraño se rompe.

También me comportaría como un New Yorker si decido convertirme en el extraño
preguntándole yo a cualquiera que vaya con un iPod: 
"Wanna go to Coney Island?"





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