miércoles, junio 04, 2008

Meerkats on Animal Planet

"Las mangostas estaban inquietas ese amanecer, pero bueno, siempre parecen inquietas, parándose en dos patas para otear el horizonte; chillando advertencias al clan por un águila particularmente grande en el cielo y cuya trayectoria es esa inmensa sombra moviéndose en círculos de terror; chillando invitaciones al clan por el descubrimiento de un nido de gusanos y escarabajos, etc."

Quien así habla es un querido amigo, varios meses sin vernos. Estamos sentados en la bien cuidada grama de Bryant Park, rodeados de rascacielos en Manhattan, viendo un juego de pelota en una pantalla gigante con todos los poderes entre los Yankees y los Orioles, deseando, en secreto, que pierdan los Yankees. Es una de esa amistades de emails, chats, teléfonos y raros encuentros. Uno de los obstáculos para vernos más a menudo es su trabajo. Es productor asociado or something like that de un canal para animales y usualmente debe trasladarse a lugares con nombres exóticos y peligros reales para filmar un documental sobre la vida de una manada de mamíferos, con cameos de aves y reptiles. 

"Cuando yo supe el nombre del director no quería ir al Kalahari. Es el mismo director del documental del elefantico. Este tipo pasó cerca de UCLA y se cree el Spielberg de los documentales de animales. Siempre quiere emoción, a veces se incomoda con los animales porque estos no actúan según sus deseos. Tiene la teoría de que un documental debe tener la estructura de un película de Hollywood, con protagonistas que se enamoran, una misión que debe ser cumplida y, claro, un peligro grande con un villano aterrador. No sé si te conté lo del elefantico, estábamos filmando a una manada de elefantes en la terrible temporada de sequía del Serengeti. Los elefantes, y todos los animales, debían caminar por horas para encontrar algún charco. En esos charcos los leones hacían su agosto: los animales, zebras, antílopes y ñus, estaban demasiado cansados, tan grande era la sed, que por un trago de lodo sacrificaban sus vidas. Era como lo que cuenta De Quincey sobre los tártaros después de cruzar el desierto, entrando en el agua para ser degollados, sin ofrecer resistencia alguna, por las cimitarras de los sarracenos." 

Mi amigo parece cansado. De hecho, creo que ha envejecido diez años en un año. Su voz sin emoción, sus ojos miran a todas partes buscando no sé el qué. Al principio pensé que miraba a las rubias sentadas dondequiera con sus camisetas de los Yankees, en las espaldas Jeter, Rodriguez; pero no, no mira a las rubias, para mí ahora mismo mira el horizonte de un desierto africano.

"La manada de elefantes protagonista de nuestro documental tenía varios elefanticos. El más querido por nosotros, presenciamos su nacimiento, era uno con un antojo en una oreja al que habíamos bautizado con el poco original nombre de Baby Dumbo. Y ese día en el charco Baby Dumbo se alejó de su manada, y fue dejado atrás. Digo que se alejó, pero la verdad es que entre nosotros siempre existió la duda de que entre el director y el productor hubo un complot con el Wild Life Expert para alejarlo. Nadie dijo nada, nadie vio nada. La cosa es que Baby Dumbo vagó, siempre filmado, por todas partes buscando a su mamá. Después de varias horas encontró a otra manada de elefantes y trató de ser adoptado sólo para recibir el repudio en forma de patadas en su cabeza de parte del jefe de la manada. Baby Dumbo regresó al charco, gimiendo como un bebé humano entre la indolencia y el calor. Y llegó la noche. Nosotros, otra unidad, sabía dónde estaba su mamá y su manada, era muy fácil transportarlo hasta allá en uno de nuestros vehículos, pero aquí encontramos la oposición del director recordándonos el principio de "No Human Intervention No Matter What", un principio absurdo, ya estamos ahí, con nuestros equipos y nuestras máquinas y nuestro fuego, ya estamos interviniendo; pero bueno, nada pudimos hacer, excepto presenciar a las hienas persiguiendo a Baby Dumbo bajo el lente de la cámara con visión nocturna. Esa madrugada, en el campamento, no se durmió; la asistente del director, una inglesa, lloró hasta el amanecer." 

Mi amigo, dicen otros amigos, tiene el poder de mantenerme callado. Sus historias sobre los lugares que visita, las extrañas costumbres de tribus primitivas, etc., permiten las preguntas, los comentarios de asombro; pero hoy es un monólogo, nada me contesta cuando le pregunto si quiere una cerveza o una Coca Cola; ninguna señal de alegría pasa por su rostro cuando Derek Jeter batea para dobleplay.

"Por eso yo no quería ir al Kalahari a filmar las mangostas, pero como mi boda era para este octubre pensé en el dinero, simplemente en el dinero, quería llevar a esa mujer de luna de miel por toda Europa. Yo sabía que me iba a arrepentir, yo sabía que algo iba a pasar con este director llevando su humanidad hasta el extremo. Durante par de meses la filmación siguió su curso: las mangostas despertaban, pasaban el día en su frenética búsqueda de comida, copulaban, se sacaban piojos, una que otra pelea entre machos por las hembras en calor, en fin, business as usual en el mundo animal. Un documental como tantos otros, esperando que la narración de Stockard Channing, grabada meses después, inyecte emoción a la rutina. Un día una mangosta tuvo dos crias, las bautizamos Flower y Petal, dos cositas bien feas y bien tiernas. No sé por qué, pero de una vez supe que el director iba a crear una situación de peligro para estas dos bebés; el presentimiento fue instantáneo. Entonces ese amanecer el clan sale a buscar comida, dejando a Flower y Petal en el refugio de la madriguera. El director le indica, como si fuera clarividente, al director de fotografía que revise bien la cámara encargada de la madriguera, y no bien dice esto, abracadabra, aparece la cobra..."

Después de escuchar a mi amigo contarme esta terrible experiencia, voz de autómata programado por la tristeza, por la decepción, pensé que no había necesidad de preguntarle sobre la cancelación de su boda. Según supe su novia le dijo que ya no lo quería, que amaba su independencia, que se iba a estudiar baile a Bélgica y que para financiar el viaje había vendido el anillo de compromiso de 4,500 dólares, platino y zafiro, que él le regaló y que él mismo se pasó varias tardes diseñando junto con la diseñadora de una exclusiva joyería del east side.





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