sábado, julio 27, 2013

Nantucket


Ven, ya estoy lista, empieza tu cuento.

Imagina un hombre chiquito, gambao y con ojos de macotoro que vuela hacia una isla llamada Nantucket. No le gustan los aviones, él dice que por claustrofobia, la verdad es que les tiene miedo. Ha escuchado sobre Nantucket: Moby Dick; había una serie de televisión, Wings; también una amiga que pasó un verano allí aprendiendo inglés; además está el poema de William Carlos Williams.

Sí, ahí mismo por favor, lento. ¿Recuerdas el poema?

Flowers through the window
lavender and yellow

changed by white curtains—
Smell of cleanliness—

Sunshine of late afternoon—
On the glass tray

a glass pitcher, the tumbler
turned down, by which

a key is lying— And the
immaculate white bed.

Tu voz no es bonita, pero me gusta.

Imagina que el vuelo de New York a Boston, apenas 40 minutos, con los Simpsons, fue muy agradable, los oídos del hombre no molestaron. Ahora está en el aeropuerto de Boston, esperando el vuelo a Nantucket. Son las 9 de la noche, y está empezando a sentir hambre, pero no comerá nada, no quiere que su estómago se vuelva arisco si enfrenta turbulencias. Mira a su alrededor y sólo ve 4 pasajeros más, el avión irá vacío, piensa.

Sigue por favor, un poquito más lento.

Ahora imagina que camina, muy sorprendido, esto es muy irregular, piensa, por la pista del aeropuerto siguiendo a un empleado de Cape Air, en busca del avión. Primero ve uno del tamaño de una guagua, es muy chiquito, piensa; luego ve otro del tamaño de una Range Rover, es demasiado chiquito, piensa; por fin llegan a uno del tamaño de un cepillo Volkswagen, NO, YOU ARE FUCKING KIDDING ME, dice en voz alta. Todos se ríen al ver la expression en su cara. It is very safe, le dicen los otros pasajeros, y esto no ayuda. Tampoco ayuda ver que con apenas 5 pasajeros esta cosita va llena, que el guía de esta cajita de fósforos con alas es del tamaño de una herradura, y que hay cables sueltos debajo de los pies del chofer, digo, piloto, quien cada dos minutos golpea con su dedo índice un aparatico que emite una luz roja intermitente, a veces suena un beep. Pero bueno, imagina que despegan, y que el hombre por poco se tira sin paracaídas, pero no del miedo, no, si no por el olor a cebolla que despide la comida que comen una pareja de recién casados y que dura los 40 minutos del vuelo. Imagina que aterrizaron en Nantucket, sin contratiempos.

Más lento, así. Ahora habla de Nantucket.

Imagina una isla de verano para los ricos, no nuevos ricos, estoy hablando de dinero añejo, de ese que no necesita exhibirse. Todos son rubios. Los carros parecen no tener bocinas. Las casas son de madera, no pueden pasar de 2 pisos, a excepción del Museo de la Ballena, y la opulencia es una piscina, un jacuzzi, un jarrón blanco, un cuadro en una habitación. Las calles son de piedra. Todomundo tiene un bote para pescar. El aire huele a mar, a camarones, a calamares, algunas veces a río. Hay zafacones para el aluminio, para el plástico y para la basura orgánica. Los policías son amables, llegan a una fiesta que apesta a marihuana, You're doing nothing wrong, but your voices travel, If I come back here there's going to be a 200 dollars fine, and you all are going to jail. Los perros salen en revistas y usan collares. Flores blancas en todas partes, y hortensias. No vi caballos, pero vi señales para caballos. Imagina un faro antiguo en una playa donde nadan leones marinos.

Ahora un poquito más rápido por favor, pero no dejes de hablar.

Imagina que el hombre tiene en Nantucket dos horas, está un chin chin chin intoxicado, fuma un cigarillo mirando el cielo full de estrellas afuera del Cambridge. Imagina que una mujer rubia, con un culazo, con una faldita blanca, como de jugar tennis, le quita el sombrero y se lo pone. Imagina que ella empieza a hablar de Sophie Calle, y que, naturalmente, esto la lleva a Paul Auster, y que, naturalmente, esto la lleva a la Invención de la Soledad. Imagina que ella le dice al hombre que le escribió una carta a Auster, I want to fuck you Mr Auster. Imagina que la mujer habla muy cerca. Imagina que le agarra la mano al hombre y que no lo suelta en toda la noche.

Un poquito más rápido, más, un poquito más. ¿No tienen nombres?

Imagina que se llaman Betzy e Ibrahim, como en un poema de Brodsky. Imagina que se montan en un taxi con una bola de discoteca adentro, que bajo esas mil luces se besan por primera vez. Imagina que Betzy le dice a Ibrahim, Before I met you, I was always lonely. Imagina que Betzy lleva a Ibrahim como a diez fiestas en diez casas distintas, todas iguales excepto una en la que un hijo de Bob Dylan canta canciones de U2. Imagina que, casi al amanecer, llegan a una casa con una piscina llena de botellas de vodka. Imagina que Betzy agarra una botella y se lleva a Ibrahim hacia la playa, que queda cerca. Imagina que allí se transforman en leones marinos y, como si pertenecieran al folklore de Irlanda, o de Islandia, desaparecen en el mar. Imagina que un jardinero lituano, o dominicano, o búlgaro, jura haber visto a un hombre y a una mujer nadando con los leones marinos; nadie le cree, todomundo sabe que los jardineros lituanos, o dominicanos, o búlgaros, siempre están en hongos.

Oh Dios mío, qué bueno. Pero no me gusta ese final. Bien sabes que soy atea, que soy práctica, detesto la fantasía, la cursilería no me conmueve.

Ok. Entonces imagina que la playa fue invadida por botas, botes y buzos en misión de rescate. Imagina que nunca encontraron los cuerpos.

Espérate un momento, no, no me toques, todavía estoy temblando; pero tampoco me gusta ese final, es muy trágico.

Ok. Entonces imagina un final común, imagina que nunca se separan por toda una semana, que por suerte ambos viven en New York, Betzy en Brooklyn, Ibrahim en el Bronx, y que cuando llegan a la ciudad se llaman y se encuentran esa misma noche en Manhattan, cerca de donde mataron a John Lennon, y como son muy románticos, deciden pasar sus vidas juntos, o por lo menos los fines de semana. Imagina que debido a este final este es el último cuento que escribo en tu cuerpo.

Eso ya lo había imaginado. Ahora voy a imaginar que dejas las llaves sobre la mesa, que cierras bien la puerta, que duermo todo lo que queda del verano.


Painting by Marilyn Chamberlain





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