martes, marzo 10, 2009

A dominican place by the Hudson

Día, sábado. Acontecimiento, cumpleaños prima. Lugar escogido por otra prima, Hudson Place, by the river. Clase de lugar, restaurant dominicano donde se bebe y se baila. Dirección, 134th y 12. Palabras dichas por uno de los invitados cuando supo del lugar escogido, Mierda, yo sabía.

Me vestí con unos Levi’s nuevos, por dentro dicen “These are a pair of jeans”, imagino que para evitar confusiones y uno no los use como capa. El atuendo fue completado con una camisa de cuadritos chiquitos azules y blancos, por fuera, a la medida, muy linda, y perdón, abrigo gris, un saco azul oscuro con parches de un azul más oscuro en los codos, por último mi sombrero de gala, marrón.

“You look so… I mean, you look very nice”, me dijo, deslumbrada, mi vecina franco-colombiana, que mejor gusto no puede tener, cuando nos topamos en el ascensor. Así que caminé hasta Morris Park con un vaivén de papi chulo y me subí en un taxi manejado por un dominicano, después de decirle que no a varios africanos. Ok. En el Bronx, con todos los taxistas africanos que me he montado he terminado frente al Cyclone, en Coney Island, siempre se pierden. Estoy cansado de tratar, por eso espero a un dominicano o a un boricua, llegan derechito.

Tiempo recorrido en el taxi, 12 minutos y un chin. Música escuchada en el taxi, Toño, en vivo. Pensamientos del pasajero en el taxi, ninguno. Canción coreada por el pasajero y el taxista, repetida par de veces, “Resitiré.” Lugar de nacimiento del taxista, Municipio de Juancho, Barahona. Temperatura en el taxi, perfecta. Temperatura afuera del taxi, 33 Fahrenheit, very cold. Estado de ánimo del pasajero, feliz, con muchas ganas de bailar y darse un jumo. Estado de ánimo del taxista, incierto. Palabras utilizadas por el pasajero al desmontarse, loco gracia, y cuídate. Palabras utilizadas por el taxista al desmontarse el pasajero, que goce mi tierra.

La fila debajo de la gigante estructura de hierro por donde pasa el tren me hizo recordar las filas en la Lincoln, en la Tiradentes, allá en Santo Domingo, para entrar a uno de esos sitios racistas y clasistas con nombres como “Praia”, “Loft”, “Hell." Los bouncers, dirigidos por “El Escogedor”, miran a cada persona de arriba a abajo, con mirada de dueño de casa hacia un primo de la mujer que vino de visita por un fin de semana y ya tiene más de 5 años durmiendo en el mueble de la sala, con gesto de te estoy haciendo un favor por dejarte entrar al mejor lugar de New York, que casi no tiene bares ni discotecas, a gastar 8, 9 y 10 dólares en cada trago full de hielo. Los caprichos están a la orden del día, “No, con esa camisita no puede entrá”, “You cannot come in with those boots”, “Si traen mujere lo dejamo entrá”, “Para entrá hoy tiene que tene una camisa verde clara.” Parece que mi aura de artista, de tipo cool, atrajo al Escogedor que se acercó y me preguntó, “Are you on the guests list?” “Sí”, le contesté, y sin comprobar me dejaron entrar al paraíso ante la mirada de admiración de la masa. "E que ese e el Enano de la Bachata", escuché a alguien decir.

Adentro estaba dividido en dos partes. El restaurant, cuyo olor a cosa friéndose, además de impregnarse en la ropa, anunciaba el buen sabor de la comida. La decoración, evidentemente, era minimalista y de buen gusto. La carpa, con dj y vejigas de todos los colores anunciaba varios cumpleaños, ninguno el de mi prima ya que la prima organizadora no reservó. Nos colocamos en el bar, lo más lejos posible de las bocinas que ya a las 11 habían reventado cuatro tímpanos. La bartender era una negra de casi 6 pies, posiblemente la mujer más bonita en el área comprendida entre Dyckman y el Lower East Side. La carpa estaba dividida en dos, VIP, con mesitas altas, y la zona plebe, con alambres en el suelo. La prima organizadora es una hermosa mujer, a la que ningún hombre le dice No; en cinco minutos todos teníamos pulseras VIP. Pagamos en el bar, y yo me despedí de mi compañera de baile acabada de conocer, que no tenía pulsera VIP, empujándola ligeramente con un “Chusma chusma chusma.”

Hora, 1:00am. Bachatas bailadas quemando, 21. Merengues de calle o de mambo violento bailados quemando, 33. Reguetones, 11. Salsas, 2. Canción bailada con más gusto por el grupo, Go shory, e tu cumpleaño, cambia esa cara, e tu cumpleaño, vámono pal party, e tu cumpleaño, el party e una mierda pero e tu cumpleaño. Por ciento de parejas que bailaban bien, 98.5. Por ciento de mujeres dominicanas bonitas con cuerpazos, 97.9. Un carajo con cara de haberse graduado por correspondencia de Gerente Dominicano de Discotecas hacía rondas alrededor de las mesas y de los bailadores. Su misión era acercarse a varios hombres, tal vez al azar, y hacerlos sentir mal para que disfruten por completo la velada y regresen. La diferencia entre un Gerente Dominicano de Discotecas y otro señor con el mismo título o profesión, pero de otro país, es que mientras los Gerentes de Discotecas de otras nacionalidades tratan de sonreír siempre, brindar tragos y hacer que todos los clientes la pasen bien, el Gerente Dominicano de Discotecas parece no estar divirtiéndose, de hecho, tiene la cara como un machete, como si le hubieran untado mierda en el bigote, y da la impresión de estar molesto y ofendido porque el lugar está lleno de gente consumiendo.

“Abotónate lo botone de la manga de la camisa”, le dijo a uno.
“Deja de bailal como un maricón”, le dijo a otro.
“¿Quién te dejó entrá con eso pantalone rojo?”, le dijo a otro, hizo una seña a un bouncer y sacaron al infeliz.
“Quítate el sombrero, aquí adentro no se puede tar con sombrero”, me dijo a mí.

Otra atributo del Gerente Dominicano de Discotecas es que sólo le molesta lo que hacen los hombres. A las mujeres no les dice nada.

“Que te quite el sombrero te dije.”

Otro atributo del Gerente Dominicano de Discotecas es hacerte recordar por qué coño no vas a los lugares de dominicanos del alto Manhattan. Y es que a los dominicanos nos gusta que nos maltraten, que nos hablen mal; a los dominicanos nos molesta la decencia y el buen trato; para de una vez, como Alfonso Reyes, decir palabras fatales, los dominicanos somos masoquistas. Por eso el programa con mayor audiencia en mi querida Quisqueya es “El Gobierno de la Mañana”, un programa con un nombre autoritario donde cuatro patanes arrogantes, agentes conocidos de las cuatro esquinas del Dark Side, atropellan e insultan a los oyentes con cada comentario, con cada llamada. Por eso el problema energético va para medio siglo y los apagones continúan como el primer día y la gente continúa pagando una factura eléctrica cada vez más alta. Por eso en las pésimas comedias de la televisión, y en la vida real, sigue ganando la policía. Por eso los políticios roban y roban y roban y el pueblo vuelve a votar por ellos.

“Que te quite el sombrero te dije.”
“¿Y por qué me tengo que quitar el sombrero?”
“Porque e regla de ete sitio, aquí no se puede tar con sombrero.”
“¿Pero por qué?” le preguntó mi prima, agarrándome del brazo al notar la inminencia de mi partida.
“Linda, e que una vez un negro entró con una gorra y debajo de la gorra tenía un puñal y le dio muchísima puñalá a otro negro y desde esa noche prohibimo los sombrero y los negro”, explicó el muy bestia, con ese sentido de justicia fascista de castigar a 99 inocentes por un culpable, que escapó.
"Pero a mí me han revisao cada vez que entro de fumar."
"Claro, una vez un tipo se revisó cuando entró y depué salió y un amigo le dio una pitola y entró y le dio cuatro tiro a otro tipo y a una muchacha."
"Pero a mí me revisaron hata el bolsillo chiquito del jean."
"Claro, una vez un tipo entró con una pitolita de esa que sólo cogen una bala y le dio un tiro en una oreja a una muchacha."

A pesar de los ruegos de mi prima, que gracias a sus grandes ojos marrones consiguió el permiso del semidios, digo, del Gerente Dominicano de Discotecas, para yo usar sombrero, decidí irme de un lugar donde el piso parece estar acostumbrado a chupar sangre.

Afuera sentí el frío del Hudson. También sentí rabia hacia esos Homo dominicanus haciendo fila para ser maltratados, para entrar a un lugar donde posiblemente se les pegue un tiro, y pagando. Quise gritarles, "Mi gente, no se dejen tratar como vacas coñazo"; me subí en el primer taxi que pasó.

Nacionalidad del taxista, iraní. Dirección dicha por el pasajero al taxista, West 4 and 7th Ave, West Village. Tema de conversación entre el pasajero y el taxista, las diferencias entre el Torah, la Bibila y el Corán. Palabras dichas por el taxista que hicieron pensar al pasajero, the big difference is we muslims respect Jesus and Moses, but christians and jews do not respect Muhammad, praise to Alah.





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