martes, agosto 11, 2009

The winner

Pues digan lo que digan mis amigos ricos de downtown Manhattan a mí me está gustando vivir en este lado del Bronx. La cercanía del zoológico me permite, en madrugadas tranquilas, sin tormentas eléctricas, escuchar rugidos de leones entre el chirrido de los trenes 5 y 2. Un cuartel de policía mantiene los tiroteos alejados por lo menos seis esquinas, y no voy a mencionar el restaurant Bohío Dominicano con su arroz y habichuelas para gourmets.

Bueno, tal vez mi recién descubierto amor hacia el Bronx se debe a mi recién descubierto amor hacia una mujer que también vive en el Bronx. Aunque conozco a Claudia desde hace ocho meses, fue en Mayo que decidimos vivir juntos.

Pero yo no quiero hablar de un amor que está empezando, no quiero azararlo. Sólo diré que es la primera vez que vivo con una mujer y espero que mis mañas de solterón, como eso de pasar dos días sin abrir la boca, no la hagan dejarme. También espero que nunca tome tanta confianza como para tirarse un peo al lao mío ni dejar la puerta del baño abierta mientras caga.

El Diciembre pasado salí de mi casa un viernes como a las 8 a ver si encontraba un bar a una walking distance, donde no se pusiera reggetón ni registraran a uno para entrar. Primero pasé un antro "Point Break" donde jóvenes con actitud agresiva indicaban que era el sitio preferido para los seguidores de Daddy Yankee, no de Tego Calderón. Keep walking Juan, me dije. Varias esquinas después, con la nariz congelada, vi luces rojas y un letrero neón, "Lipstick's Paradise"; muchos hombres obesos fumando en la acera comentaban sobre el totazo depilado de Cherry o las tetas de Chantilly conocida por su familia como Ivanka. No me gustan los lugares donde rusas se desnudan bailando en una tarima al ritmo de Whole lotta love o Where the streets have no name mientras los mirones se soban sus ñemas. Me dan asco, y hay verdugos que hasta comen ahí. Casi giving up encontré a Doyle's. Me gustó su fachada verde, discreta, obviamente irlandesa. Me gustó la ausencia de palomos y de bouncers en la acera. Me gustó el olor a cerveza derramada. Entré, claro que entré.

Me gustó la luz amarilla y opaca. Me gustó la jukebox o vellonera tocando a Supertramp. Me gustó que nadie alzó la vista para ver quién entró. Me gustó que casi no había nadie. Me gustaron las fotos Circa en las paredes narrando la apertura de un bar en el Bronx por un irlandés que vino a USA después de la segunda guerra mundial y cuyos descendientes han mantenido abierto a pesar del éxodo de su raza hacia Westchester County o más allá huyendo de la invasión latina y negra. Me gustó, muchísimo, la bartender. Me senté en un taburete en el bar, un poco más allá se encontraba un hombre bebiendo en una copa. Cuando digo copa no es de vidrio. Era uno de esos trofeos dorados que llaman "Cups", pensé que había ganado algún torneo y estaba celebrando, solo.

"Hi", me saludó Claudia colocando una servilleta frente a mí.
"Hola, may I have a Deward's and water?", le dije, diciendo uáter.
"What?", preguntó, tratando de descifrar mi pronunciación.
"A Deward's with water", repetí, alzando la voz.
"Sorry, I don't have Deward's, Jameson?", me dijo mirándome a los ojos. Imposible negarme.

Claudia hablaba con el ganador, de vez en cuando le llenaba la copa con cerveza negra. Al tercer whiskey me invitó a unirme.

"Juan", me introduje.
"Harry", él dijo, y sin mirarme, dijo, "You know what they call two mexicans playing basketball?"
Yo lo miré entrecerrando los ojos. Mis acomplejadas antenitas latinas de vinil se pusieron en alerta, esperando la burla. "What?"
"Juan on Juan", dijo, sin reirse.
"Do you know what they call two irish playing sucker?", le pregunté sin pensar en lo leve de mi salida.
"What?"
"Drunk on drunk", le dije.
"I'm sorry", me dijo.

Recuerdo que una vez mi hermana y su esposo me invitaron a una fiesta en un bote en Fort Lauderdale. El dueño del bote era un gringo que respondía al apodo de Mango, y Mango se pasó la tarde entera llamándome Paco, Manuel, Pedro, y hasta Maximiliano. Los amigos y mi cuñado lo corregían, Juan, Juan, Juan, y yo les decía que no importaba, esperando. Cuando nos íbamos me despedí de todomundo, y a Mango le dije, "Hey, nice to meet you Pineapple... I'm sorry, I mean, Guava... Papaya... Passion Fruit... Watermelon... I know it is a fruit." Pero esa vez con Harry no sentí la misma satisfacción, far from it.

Desde esa noche seguí yendo a Doyle's intimando cada vez más con la bella Claudia. Ella cerraba y nos quedábamos adentro bebiendo, fumando, oliendo, singando, hablando, siendo felices. De vez en cuando estaba Harry con otra copa diseñada y fabricada para un ganador de ajedrez, de ping pong, de softball, de golf, de jockey sobre hielo. Claudia me dijo que una vez entró a su apartamento y que los trofeos estaban por todas partes, sobre las mesas, sobre los muebles, hasta en el piso. Harry vivía con una cacatúa nostálgica y en la pared un mapa de Irlanda. Yo, mal pensado como todo macho latino, pensé que Claudia se había acostado con él. Ustedes saben. Una mujer sola, un hombre solo, la soledad de una gran ciudad, la nieve. Pero Claudia me dijo que vivían en el mismo edificio, y yo, meses después, pude comprobarlo cuando me mudé con ella. Aunque tal vez sí se acostaron. Who cares?

Todo este prólogo es para decirles que el domingo pasado Claudia y yo regresamos de nuestra luna de miel de dos días en Atlantic City; subimos corriendo las escaleras de su, digo, nuestro apartamento, locos por llegar al oasis de la cama con aire acondicionado. Entramos al cuarto piso y nos topamos con Harry, en sus ojos había una infinita tristeza. Nos miró, ay Dios mío, atravesó la puerta de su apartamento, e inmediatamente olimos la peste. Claudia empezó a temblar y a llorar. Salimos a la calle para llamar a la policía. En cuestión de cinco minutos aparecieron tres patrullas, dos ambulancias y cuatro camiones de bomberos. Encontraron a Harry en la tina del baño. Desde el pasillo Claudia y yo escuchamos a su cacatúa repetir, "Kilkenny... Kilkenny... Kilkenny..."

Picture by Dante Busquets.





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