domingo, enero 31, 2010

Flying Cow


Me invitaste a pasar el final del verano contigo. Llegué en bote, contento; en lugar de un carro, o un caballo, me esperaba un campesino con una vaca para llevarme hasta donde estabas.

"Aquí no usamos vehículos ni caballos, las vacas hacen todo para nosotros", me dijo el hombre que ocultaba su rostro con un sombrero de paja.

Me subí a la vaca y empezamos a volar. Pasamos pinos altos. Pasamos manglares llenos de mosquitos. Pasamos vastas parcelas verdes sembradas de arroz. Pasamos un río amarillo. En la cima de una montaña estaba la casa grande donde me esperabas mirando el cielo.

Pero no me esperabas en la galería, en el frente de la casa; me esperabas en el patio; y sin besitos de bienvenida me llevaste de la mano a través de un camino cubierto de matas de cacao, parecido a un túnel, hasta una cabaña oscura.

"Tenés que quedarte aquí, ni mi familia ni mi esposo pueden saber que existís."

Allí pasé mis vacaciones. En la madrugada me llevabas comida y te quedabas conmigo hasta el amanecer; triste, esperándote, pasaba el día entero acostado en posición fetal.





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