miércoles, noviembre 10, 2010

Dominican Stage Fright

Desde que me compré par de sombreros y me enganché a esto de escritor he leído en público como 4 veces. A mis amigos les doy pela con mis disparates, especialmente si hay bebida de por medio, pero siento un verdadero terror a hacerle lo mismo a desconocidos, y de manera colectiva, y con luces y cámaras. En fin, Miedo Escénico.

La primera vez que leí fue en una Feria del Libro en mi isla, cayendo la tarde, y por poco y vomito del susto.

Otra vez leí en una reunión de escritores de la diáspora aquí en Nueva York, y me emborraché tanto que desperté en un sótano en Patterson, en el terrible New Jersey. Esta actividad cultural tomó lugar en el apartamento de una doña que le gustaba escribir versos con rimas y se armó tremendo rebú cuando uno de los poetas le dijo a otro que eso que él había leído, titulado "Soneto Sin Título", era la mierda más grande que había escuchado en sus 49 años. Mire mamañema, fue la respuesta en verso; tirarle una botella media vacía, ¿o media llena?, de cerveza Presidente, fue la respuesta en prosa.

Antes de continuar debo referirme a una palabra del párrafo anterior: Diáspora. Es muy posible que esta sea una de las palabras más feas en la historia de las lenguas vivas y muertas. Suena a enfermedad, igual que Blogósfera. Doctor, me ha salío una blogósfera en la diáspora, o viceversa. ¿Es maligna?

Otra cosa, ahora los poetas leen acompañados de buenos músicos tocando buena música. Hablo del Spoken Word. Ahora cuando uno se para a leer la gente empieza a decepcionarse al notar que no existen visuales ni mucho menos instrumentos. By the way, no sé quién se inventó eso de Spoken Word, pero deberían revisarlo. Suena aburrido, redundante, lame. Creo que deberían llamarlo Stand Up Poetry, más dinámico, además que muchos de los poemas son bien chistosos. Esto es al margen.

Pero bueno, un pana me invitó a participar en Cielo Naranja en Nueva York, donde el entrañable Miguel De Mena iba a poner en circulación un libro de Luis Días, lo mejor que ha salido de Bonao después del Típico y los hongos. Aunque no hago malabares con candela, no tengo una culebra que adivina los números de la Loto, ni mucho menos trago espadas, no pensé en ese momento que me estaba invitando a leer frente al público más exigente del mundo, los artistas dominicanos. Pero bueno, la actividad iba a ser en el estudio del pintor Rider Ureña, adorador de ciguapas y excelente anfitrión, además de vivir justo arriba de una discoteca donde en los carteles se anuncia a Peña Suazo y La Banda Gorda, en vivo, es decir, señores, cuando los intelectuales empiecen a discutir, recitando poemas para reforzar teorías, sobre los poetas de los 80s justo después del segundo gobierno del PRD, uno muy bien puede bajar y bailar quemando con una mamota dominicana que trae fuego, pa la cintura, que trae fuego, pa las caderas.

Llego antes de las 8 y la cosa pinta bien. Varios artistas visuales decoran el lugar. Una mesa con líneas de sillas al frente. Un tanque lleno de hielo y cervezas varias marcas bien frías. Un pintor boricua se encargó del catering, picaderas saludables donde el apio tenía un papel preponderante. Al carnívoro le daban ganas de bajar a comprar uno de esos hot-dogs del chinchorro sabiamente ubicado frente a la discoteca, pocas cosas dan más hambre que el baile sin perico en la madrugada. De hecho, el chinchorro está en la lista de Zagat como el 12vo mejor hot-dog entre la 201 y Dyckman. A los pocos minutos empieza a llegar gente. La alegría puede sentirse. Hombres y mujeres sonríen anticipando el placer de ser quienes verdaderamente son aunque sea por una noche, artistas; olvidar por unas horas esa parte práctica tan necesaria para pagar las cuentas a fin de mes. Abrazo a Miguel, entra Junot Díaz. El ganador del Pulitzer entra sin bulto, sencillo, agradable. Se mezcla entre otros artistas de menos éxito, tal vez menos talento, y las fotos no se hacen esperar. Yo lo saludo y contengo las ganas de abrazarlo, y alabarle "Fiesta, 1980", o "How to Date a Brown Girl (Black Girl, White Girl, or Halfie)", decirle que cuando Newsweek lo eligió entre los 10 mejores nuevos escritores del 1996 yo sentí una sensación muy parecida a la que sentí cuando Pedro Martínez ganó un Cy Young.

Miguel me presenta con halagos nunca merecidos, y mi primer impulso fue mandarme a correr por los laberintos del estudio de Rider. Si la puerta a la calle hubiese estado más accesible de seguro lo hubiera hecho, pero tragué en seco y empecé a leer. Luego leyó Josefina Báez, Claudio Mir, y Miguel dijo unas palabras sobre la obra de Luis Días, leyendo el mejor poema de la noche. Entre el público había un señor, creo que pintor, que estaba loco porque llegara la sesión de preguntas y respuestas, interactuar con los escritores, como dijo. Junot Díaz le pidió que por favor respetara y no interrumpiera a Miguel.

"Mire carajo, eso que leyeron ahí no e poesía, y tú Junot no ere dominicano na, que tú ecribe en inglé y si cree que porque te ganate el Púliser va sa vení a echá vaina..."

En cuestión de segundos todomundo olvidó a Luis Días y empezó la empujadera. Al final sacaron al indignado designado para defender la poesía y el idioma español, no sin antes tirarse varias trompadas al aire.

¿Por qué los seres humanos somos así? Iba a decir dominicanos pero imagino que en todos los países aparecen esos demonios frustrados que no soportan el éxito de un paisano. Recuerdo que una vez fui a una lectura de Junot en Barnes & Noble, por Union Square; el lugar estaba lleno, gente afuera. Allí la mayoría eran gringos, o como les llaman los latinos aquí, blanquitos. Y todos demostraban su admiración y cariño por Junot cuando le preguntaban algo. Pero Junot va a apoyar una actividad cultural menor, y sus paisanos quieren negarle hasta la dominicanidad. Un tipo que de seguro podía haber estado esa noche de viernes en una exclusiva fiesta en el loft de Jim Jarmush o Lady Gaga, como dijo mi amiga alemana que se cree dominicana. Un tipo que, si obviamos el mangú del Bohío Dominicano en Westchester Square, es lo mejor que ha salido de mi isla en los últimos años, incluyendo a Aventura y a Juan Luis Guerra.

La velada terminó con la misma alegría con la que empezó. Ivory tocó palos y todomundo bebió y bailó y coreó "Singó Mamá Tingó."


Picture by Alex Guerrero





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