martes, septiembre 10, 2013

Gulag lite (translated from The New Yorker)


En 1964, un poeta de 23 años fue arrestado por la K.G.B. de Leningrado y acusado con el crimen de "parasitismo malicioso." Su nombre era Joseph Brodsky. Un periódico del Partido Comunista denunció su poesía como "pornográfica y Anti-Soviética"; otro notó que él vestía "pantalones de terciopelo." Las autoridades le permitieron testificar en el juicio, pero pronto se arrepintieron de la decisión, y del fracaso de prevenir que una valiente mujer llamada Frida Vigdorova tomara notas de los procedimientos. Vigdorova escribió este intercambio -el intercambio legal más famoso en Rusia desde el juicio-show de Stalin- y una copia fue contrabandeada hacia el Occidente:

Juez: ¿Y cuál es su profesión?
Brodsky: Poeta. Poeta y traductor.
Juez: ¿Y quién le dijo a usted que era poeta? ¿Quién le asignó ese rango?
Brodsky: Nadie. ¿Quién me asignó a la raza humana?
Juez: ¿Y estudió para eso?
Brodsky: ¿Para qué?
Juez: Para convertirse en poeta. ¿Intentó usted ir a una escuela donde entrenan [poetas]... donde enseñan...
Brodsky: No creo que venga de la educación.
Juez: ¿De dónde, entonces?
Brodsky: Creo que viene... (perdido)... de Dios.

El juez sentenció a Brodsky a cinco años de exilio interno. Viviendo en un pueblo cerca del Círculo Ártico, de día molía rocas y cargaba abono. De noche, escribía, y mejoraba su inglés leyendo a Auden y a Frost. La mentora de Brodsky, la gran poeta de la Edad de Plata Anna Akhmatova, se burló de la corta visión de la K.G.B. "Qué biografía están confeccionando para nuestro pelirrojo amigo!", dijo. "Es como si él los hubiera contratado para que lo hagan a propósito."

Akhmatova no era naïve sobre la capacidad de la justicia Soviética -había perdido un esposo e incontables amigos en el Gulag- pero ella podía ver que el estado estaba proveyendo al genio lingüístico con un aura de heroísmo. Para el tiempo que Brodsky regresó a Leningrado, era un poeta maduro, cuya marcada disidencia era un implacable desdén para el régimen Soviético. El estado pronto encontró necesario exiliar hacia el exterior a esta indomable criatura.

Me siento en la ventana 
Yo dije que el destino juega un juego sin anotación
y ¿quién necesita pescado si tienes caviar?
El triunfo del estilo gótico vendría a pasar
y te enciende sin necesidad de coca o yerba.
Me siento en la ventana. Afuera, un álamo.
Cuando amé, amé profundamente. No fue a menudo.

Yo dije que el bosque es sólo parte de un árbol.
¿Quién necesita la muchacha completa si tienes su rodilla?
Cansado del polvo levantado por la era moderna,
el ojo ruso descansaría en una aguja estoniana.
Me siento en la ventana, Los platos están lavados.
Yo era feliz aquí. Pero no lo seré más.

Yo escribí: la lámpara mira el piso con miedo,
y el amor, como un acto, carece de un verbo; el cero
que Euclides pensó en lo que el punto desvanecido se convertía
no era matemática- era la nada del Tiempo.
Me siento en la ventana. Y mientras me siento
mi juventud regresa. Algunas veces sonrío. O escupo.

Yo dije que la hoja puede destruir el brote;
lo que es fértil cae en suelo desierto- falso;
que en el campo plano, en la planicie sin sombra
Natura rocía las semillas de árboles en vano.
Me siento en la ventana. Mis manos cierran mis rodillas.
Mi pesada sombra es mi agachada compañía.

Mi canción era desafinada, mi voz estaba agrietada
pero al menos ningún coro puede cantarla de nuevo.
Que hablar así no cosecha premios que aturden
nadie- las piernas de nadie descansan en mis hombros.
Me siento en la ventana en lo oscuro. Como un expreso
las olas chocan detrás de las cortinas parecidas a olas.

Un súbdito leal de estos años de segunda mano
Yo orgullosamente admito que mis mejores ideas
son de segunda mano, y puede el futuro tomarlas
como trofeos de mi lucha contra la sofocación.
Me siento en lo oscuro. Y sería duro tratar de figurarse
lo que es peor: lo oscuro adentro, o la oscuridad afuera.





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