viernes, abril 01, 2011

Veillées

Llevé a la Novia a la casa del Hermano a conocer a la Mamá. Mierda qué mujerón tan grande, dijo la Mamá al ver a la Novia. La Mamá había llegado de Tennessee para una cita con la gente del Social Security, que necesitan verificar que los cheques, digo, los depósitos directos a cuentas corrientes, nunca de ahorros, no están beneficiando a un vago, always a man, de mediana edad que se hace pasar por una madre ya muerta hace más de una década.

La Mamá empezó a contar su odisea de 12 horas y dos escalas desde Tennessee a Nueva York, con bonus track de tener que apearse, después de una hora montada, de un avión no apto, según la opinión de técnicos de último minuto, para despegar desde una ciudad del Sur y aterrizar en una ciudad del Este sin primero caer, como un coco seco lleno de gritos, en un suburbio de Atlanta.

Agotado el tema de la odisea de la Mamá, con bonus track de pasajero mexicano, procedente de California, posiblemente ilegal, comiéndose una manzana negra, luego compartiendo las galletas con queso y chocolate de la Mamá, ayudándola con las maletas, ella sufre de la espalda, hasta La Guardia, era un ángel el pobre, en el aire varios temas a agotar. Desechados la corrupción del presidente dominicano, el corruptinepto Faraonel, el desastre en Japón, el Invierno que no quiere irse, el aguacate arreglador de cualquier comida, decide hablar el Hermano.

Muchacho, yo llegué a Nueva York hace más de 25 años. Yo quisiera que tú hubieras visto cómo era Brooklyn en esa época. Para no ir más lejos, aunque estamos en la 214, en el East Village, el parquesito que queda entra la A y la B, muchacho, ahí se hacía fila esperando la heroína. Yo tenía un pana, Zoilo, que vivía en Park Slope, una vaina de blanquitos carísimo ahora, que no se acostaba hasta que en la esquina no sonaban par de tiros, así la policía venía y la cosa se calmaba por par de horas. Eso sí, fácilmente te topabas con un concierto de Ruben Blades cualquier fin de semana.

A pesar de la Primavera, afuera estaba nevando. Pero adentro, bajo un mismo techo, la Mamá que te ama, el Hermano que te ama, la Novia que dice que te ama, y tu indudable amor por Rimbaud: ¿Era entonces esto? Y el sueño refresca.





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