sábado, marzo 05, 2016
Fin de la Melancolía. inicio del Jedismo
Saludos y abrazos, amable lector, a usted que no conozco, pero respeto
(seguidores de los vinchos no incluidos), quiero decirle que a principios del
Otoño (oops, creo que las estaciones no van con mayúsculas) terminé de leer,
por fin, La Anatomía de la Melancolía, el inmenso regalo a la humanidad del
inglés Robert Burton para luchar contra ese achaque. A Borges le debo el
placer. Borges era un escritor pedagógico, generoso, conduce hacia otros
escritores, con citas de genios que el lector avezado busca y lee.
En este libro del año 1621, Burton investiga la
melancolía, cita largamente y minuciosamente como a mil sabios antiguos sobre
el tema, además de sugerir remedios prácticos que involucran dieta, nuevas amistades,
viajes a lugares confortables, et cetera. Una cosa que me gustó de una vez es
que dizque el libro lo escribió Demócrito Junior, un homenaje divertido a
Demócrito, filósofo griego presocrático, quien tal vez fue uno de los primeros
en salir con eso de cositas chiquititicas llamadas átomos.
Esto también es a propósito. Algo pasó en mi
cerebro cuando leí esta cita en Latín:
"Tu
tamen interea effugito quae tristia mentem
Solicitant, procul esse jube curasque metumque
Pallentum, ultrices iras, sint omnia
laeta".
La verdad es que no entendí ni pío, amable
lector, pero eso no evitó que, como un autómata repentinamente dotado de
voluntad atómica, repitiera en voz alta las altas palabras en la muerta lengua
del latoso Virgilio, sintiendo, en cada repetición, que en mi cerebro se abría
una ventanita donde aparecía el viejo escolar inglés musitando una nueva
sugerencia para el disfrute verdadero de la vida:
1. No malgastes el tiempo haciendo vainas que no
te gustan.
2. Sé amable hasta con el odiable.
3. Ayuda a quien te necesita de verdad.
4. No leas tus poemas en público.
5. Saturno es un planeta melancólico, no lo
mires mucho.
6. Escalar montañas y picos es de atronaos.
7. Evita discusión twittera sobre política con
bípedos que viven de eso.
8. Lee solo a los griegos y a los ingleses.
9. Cero tayota sin importar el relleno.
10. No vayas donde puede aparecer un oso.
11. No escuches bachata por nada del mundo.
12. Aunque camines solo a casa que tu Fe en el
Amor sea todavía devota.
13. No te abones con el 2020, nunca sale en el
Win4.
14. No guardes rencores...
Otra forma de decirlo sería que me convertí en
un Jedi. No uno con mucho poder, amable lector devoto de Darth Vader (no podría
estrangular con la mente a un familiar indeseable), pero si uno menor (si me
concentro muchísimo podría tumbarle el último tostón o la última alita de pollo
a ese mismo familiar); alguien que ahora ve claramente la solución a algún
problemita. Un jedi de una versión del jedismo donde todo es harmonizado a
través de la Paciencia, no de la Fuerza. Verbigracia, yo tengo un cliente
dominicano que siempre me llamaba comandante, y yo, lo militar dominicano me es
repugnante (tal vez por vivir en los años de perezypere neinivar
belisariopeguero chininolluvere candelier y no en los de Luperón o Caamaño),
sentía un majón en el alma cada vez que me llamaba así. La primera vez que lo
vi, después del alumbramiento atómico, lo recibí a boquejarro con
'¡DÍGAMEGENERALDEBRIGADA!', algo que, obviamente, lo desubicó, gagueó, desde
ese momento me llamó, para siempre, Juan. También tengo un vecino que no me
saludaba, no solo eso, sino que me miraba mal, the evil eye, vaya usted a saber
por qué, eso no es importante, la primera vez que lo vi, después del
alumbramiento atómico, me le acerqué con una sonrisa y la mano extendida
diciéndole, no, cantándole:
¡Saludos
vecino!
Mi nombre es Juan
Somos vecinos
¿Cómo estamos vecino?
Ahora me saluda efusivamente, ¡Saludos vecino!,
cada vez que me ve, me ayudó a entrar mi cómodo sofá cama y me pasó un domingo,
precisamente después de la gran nevada, un plato de ceviche ecuatoriano de
camarones que me quitó una tupición que tenía.
Habiendo dicho esto. Ahora que me siento un jedi
entiendo por qué los jedis no viven cerca de familiares (Yoda hasta se fue para
el pantanoso Sistema Dagobah). Las actuaciones desconsideradas de los
familiares pueden llevar a cualquier jedi al lado oscuro de la Paciencia, hacer
que a todo responda como un wookie gruñón. Verbigracia, algo digno de un
estudio frenopático es lo rápido que mis parientes aquí en Nueva York olvidan
el Inglés, aprendío a coñazos, desde que aparece la encomienda de tener que
llevar a Tía Dolama a una de sus citas médicas. Es decir, yo mismo los he visto
a todos viendo Tango and Cash, no Tango y Pesos, y llevando la intrincada trama
muy bien como cualquier gringo de gusto atroz y, sin embargo, "Yo no sé
inglé" es la frase que ipso facto sale de sus picos desde que Tía Dolama
llama, que es a menudo.
—Dios me lo bendiga Sobrino.
—Ayayay... Cion Tía.
—Dino, querido sobrino que cuidé cuando casi te
mueres de hepatitis a los 2 años, necesito que vayas conmigo al doctor, que es
americano y no habla español.
—Ayayayay... ¿Y Jodona?... ¿Y Elquepide?... ¿Y
Necita?... ¿Y Guanajo?... ¿Y Tinajita?... ¿Y Elasutadoña?... ¿No pueden ir?
—No, que ellos no saben mucho Inglés.
—Oh...
Algunos pensarán que cómo es posible que en
Nueva York los hospitales no tengan traductores, los tienen, hasta de Guaraní,
pero estos traductores, si no son dominicanos, carecen de esa peculiaridad que
engendra la intimidad nacional, ese manejo de palabras vernáculas como
Tiriquito, y tal vez por eso las achacosas doñas dominicanas arrastran a los
parientes, que honestamente reconocemos saber Inglés, a sus frecuentes citas
médicas. Tenemos que pedir permiso en el trabajo, levantarnos de madrugada para
la encomienda, encomienda especialmente terrible un lunes de invierno que
amaneció a -10, con un nefasto reporte climático que mencionaba mucho al gélido
viento del Noroeste. Estaba tan frío que en la estación de subway, para de una
vez hablar como Yoda, congelada bandera estaba la.
Otra cosa que aprendí desde el alumbramiento
atómico (gracias también a ver una entrevista a Billy Wilder donde dijo que
cuando trabajaba con un actor muy malaonda se repetía que la filmación acabaría,
que ese martirio no era eterno) es que no debemos quedarnos rumiando ante esos
pequeños infiernos inevitables pero con fecha de expiración, ya a las 3 de la
tarde yo estaba libre de esa cita médica, con la promesa de Tía Dolama de que
iba a cocinar una olla de su famoso locrio de cerdo solo para mí, para que me
pasara la semana entera comiendo locrio de cerdo. Que la Paciencia esté con
usted, paciente lector.
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