martes, febrero 28, 2006
Visa Medical Test
Son apenas las 7 de la mañana y ya en la Independencia con Delgado el ajetreo parece de horas. Miren eso, la mujer que vende empanadas discute con un taxista que le debe 22 empanadas y quiere dos más, una de queso y otra de pollo, la verdad es que esos dos se gustan y tarde o temprano él tomará lo que quiera sin que se lo apunten; en la farmacia las empleadas esperan a que abran la puerta para desayunar bajo techo; ya llegó el evangélico que se parará con un megáfono a perturbar el sueño de los enfermos en la Abreu, mírenlo, se está bebiendo un jugo de avena con remolacha; ¿y para qué es esa fila? Ay sí, es la fila para hacerse el examen médico requerido para la visa de residencia gringa. ¡Cuántos rostros con miedo! Todomundo teme que le encuentren un octavo pasajero en la sangre. Todomundo teme la aguja que entrará varias veces en los brazos y antebrazos. Todomundo vive aquí con la mente en Nueva York. Todomundo quiere irse del país para pasarse mil años trabajando como un burro en Nueva York con la mente en un río de su tierra.
—Empanadas y cativías y huevos sancochao, no tienen que tar en ayuna pal examen... Empanadas y cativías y huevos sancochao... Empanadas y cativías y huevos sancochao... No pasen hambre que ese examen e pa largo... Empanadas y cativías y huevos sancochao... No tienen que tar en ayuna pal examen...
"¿E verdá eso que uno puede comé?", pregunta un muchacho con la estampa y los callos de trabajar en el área de la construcción en San Cristóbal. "En ei papei amarillo dice que e bueno vení desayunao, pero como quiera yo no comí na poi si acaso", dice una mujer que vino de San Francisco. Nadie lee las instrucciones, le pagan a unos abogados ladrones para que llenen los formularios a letra oro. Un señor, muy amable, revisa el pasaporte y las fotos.
—Esa foto no sirve, debe ser con el fondo blanco o color hueso.
A pocos metros una caseta tira fotos a 300 pesos cuando en cualquier Servikiss cobran 90 pesos. Hay todo un sistema de pater familia alrededor del lugar, se nutren de los necesitados como la tierra del sol. Cosas fritas, cocacola, quesos, fotos, taxis, limpiabotas porque hay que ir bien vestido, se vende de todo y todo carísimo para que los campesinos que vienen a sufrir piensen que los capitaleños son unos ladrones.
—¿Cuánto e que yo tengo que pagá?
—¿Qué edad usted tiene?
—50 año
—Son 252 dólares
—¿252? ¿Y no son 200?
—Son 200 si usted tiene de 49 años para abajo
—Pero yo cumplí lo 50 no hace mucho y na má tengo 200 dólare
—Bueno, debe buscar los 52 que le faltan, en las instrucciones decía la tarifa
—E que yo no leí el papel ese, y me dijén que eran 200, corre muchacho, llama pa que manden el reto por Vimenca...
Vamos a seguir a ese hombre chiquito y ojú que tiene todo en orden y que está al desmayarse del miedo. Entra y hace otra fila para pagar. La voz en la bocina manda a hacer silencio cada dos minutos. La gente está nerviosa. Nadie escucha y las preguntas ponen de mal humor a las enfermeras. La voz en la bocina menciona su nombre y que vaya a la sección de sacar sangre para ver la salud de sus glóbulos rojos y blancos y de grasa. Ahí lo pasan de una vez y una doctora muy amable le mete una aguja odiosa que duele muchísimo cuando la sacan. Ahora se sienta a esperar y la voz en la bocina menciona su nombre y que vaya a la sección de vacunación.
—Depejen esa puerta, depejen esa puerta —grita una enfermera mientras pone inyecciones como si fueran puñaladas. Un niño se raja a dar gritos y una mujer se desmaya del hambre. En la fila la gente habla, uno se entera de la vida de un hombre que esperó diez años sentado en una galería de Mao sin trabajar porque lo pidió un hermano sin ser ciudadano americano y él ni por el diablo trabajaba en una zona franca; una mujer no quiere irse porque eso significa que tendrá que dejar al novio que no es fácil; un señor dice que él le tiene miedo a los aviones y que esa grincal se va a peldel.
Después de las vacunas y la sacadera de sangre, 4 puyones, el hombre se sienta a esperar los rayos X. Respira, aguanta el aire, listo, una radiografía del pecho de un infeliz. Ahora falta el examen físico. "Yo no me quiero encuerá ni que me agarren mi parte", "Ay ay, eso de encuerase ta jodón." Pero no señores, no se preocupen, sólo es en pantaloncillos. El doctor cumpleaños y está de buen humor, le enseña a todos los regalos: una camisa amarilla polo, un tazón rojo, un lapicero; lo llaman al celular cada dos minutos.
—Ramón Petronilo Asencio, Federico Uladislao Ventura, pasen y quédense en ropa interior...
Los elegidos pasan casi temblando. Vienen un par de enfermeras a felicitar al doctor que es joven y parece que soltero. Otro tazón rojo y un juego de tijeras y cortauñas y limas para el hombre metrosexual. "Gracias" dice el doctor. "Recuerde que vamo a salí a celebrá doctor, no se desapareca", dicen las enfermeras. El doctor recuerda que tiene pacientes en pantaloncillos en los cubículos. Entra en uno y sale de una vez estornudando, respira profundo y entra en el otro. Salen las vacas. El doctor agarra un ambientador poupurri y empieza a rociar uno de los cubículos.
—¿Qué pasa doctor?
—Bueno que ese muchacho tenía un mal olor en lo pie que creo que fue una técnica para que yo no le preguntara nada, ofrécome qué sicote, eso no se hace.
El hombre entra y lo pesan. No tengo hijos, no me han operao, no me da ni gripe, sí, me dolió haceme ete tatuaje tan feo. Ok.
Por fin le entregan la radiografía, pero tiene que esperar hasta un día antes de su cita en la embajada para buscar los resultados. Y debe saber que se lo entregan sellados, y debe saber que las comidas no tendrán el mismo sabor hasta que no sepa, y debe saber que en los resultados el signo de + resta y lo positivo es el infierno, y debe saber que no dormirá tranquilo aunque el día que recoja los resultados un taxista enviado por el mismísimo Dios le diga:
—Amigo, yo tengo má de vente año bregando por aquí, si a uté le entregaron eso resultado no importa que ten sellao, eso e que uté no tiene SIDA, si le dicen que lo enviaron direto al cónsul ahí sí se jodió, pero no, uté no tiene na, uté etá del otro lao, la semana pasada a una muchacha le dijén que lo mandaron al cónsul y salió vuelta loca con lo sojo perdío...
—Empanadas y cativías y huevos sancochao, no tienen que tar en ayuna pal examen... Empanadas y cativías y huevos sancochao... Empanadas y cativías y huevos sancochao... No pasen hambre que ese examen e pa largo... Empanadas y cativías y huevos sancochao... No tienen que tar en ayuna pal examen...
"¿E verdá eso que uno puede comé?", pregunta un muchacho con la estampa y los callos de trabajar en el área de la construcción en San Cristóbal. "En ei papei amarillo dice que e bueno vení desayunao, pero como quiera yo no comí na poi si acaso", dice una mujer que vino de San Francisco. Nadie lee las instrucciones, le pagan a unos abogados ladrones para que llenen los formularios a letra oro. Un señor, muy amable, revisa el pasaporte y las fotos.
—Esa foto no sirve, debe ser con el fondo blanco o color hueso.
A pocos metros una caseta tira fotos a 300 pesos cuando en cualquier Servikiss cobran 90 pesos. Hay todo un sistema de pater familia alrededor del lugar, se nutren de los necesitados como la tierra del sol. Cosas fritas, cocacola, quesos, fotos, taxis, limpiabotas porque hay que ir bien vestido, se vende de todo y todo carísimo para que los campesinos que vienen a sufrir piensen que los capitaleños son unos ladrones.
—¿Cuánto e que yo tengo que pagá?
—¿Qué edad usted tiene?
—50 año
—Son 252 dólares
—¿252? ¿Y no son 200?
—Son 200 si usted tiene de 49 años para abajo
—Pero yo cumplí lo 50 no hace mucho y na má tengo 200 dólare
—Bueno, debe buscar los 52 que le faltan, en las instrucciones decía la tarifa
—E que yo no leí el papel ese, y me dijén que eran 200, corre muchacho, llama pa que manden el reto por Vimenca...
Vamos a seguir a ese hombre chiquito y ojú que tiene todo en orden y que está al desmayarse del miedo. Entra y hace otra fila para pagar. La voz en la bocina manda a hacer silencio cada dos minutos. La gente está nerviosa. Nadie escucha y las preguntas ponen de mal humor a las enfermeras. La voz en la bocina menciona su nombre y que vaya a la sección de sacar sangre para ver la salud de sus glóbulos rojos y blancos y de grasa. Ahí lo pasan de una vez y una doctora muy amable le mete una aguja odiosa que duele muchísimo cuando la sacan. Ahora se sienta a esperar y la voz en la bocina menciona su nombre y que vaya a la sección de vacunación.
—Depejen esa puerta, depejen esa puerta —grita una enfermera mientras pone inyecciones como si fueran puñaladas. Un niño se raja a dar gritos y una mujer se desmaya del hambre. En la fila la gente habla, uno se entera de la vida de un hombre que esperó diez años sentado en una galería de Mao sin trabajar porque lo pidió un hermano sin ser ciudadano americano y él ni por el diablo trabajaba en una zona franca; una mujer no quiere irse porque eso significa que tendrá que dejar al novio que no es fácil; un señor dice que él le tiene miedo a los aviones y que esa grincal se va a peldel.
Después de las vacunas y la sacadera de sangre, 4 puyones, el hombre se sienta a esperar los rayos X. Respira, aguanta el aire, listo, una radiografía del pecho de un infeliz. Ahora falta el examen físico. "Yo no me quiero encuerá ni que me agarren mi parte", "Ay ay, eso de encuerase ta jodón." Pero no señores, no se preocupen, sólo es en pantaloncillos. El doctor cumpleaños y está de buen humor, le enseña a todos los regalos: una camisa amarilla polo, un tazón rojo, un lapicero; lo llaman al celular cada dos minutos.
—Ramón Petronilo Asencio, Federico Uladislao Ventura, pasen y quédense en ropa interior...
Los elegidos pasan casi temblando. Vienen un par de enfermeras a felicitar al doctor que es joven y parece que soltero. Otro tazón rojo y un juego de tijeras y cortauñas y limas para el hombre metrosexual. "Gracias" dice el doctor. "Recuerde que vamo a salí a celebrá doctor, no se desapareca", dicen las enfermeras. El doctor recuerda que tiene pacientes en pantaloncillos en los cubículos. Entra en uno y sale de una vez estornudando, respira profundo y entra en el otro. Salen las vacas. El doctor agarra un ambientador poupurri y empieza a rociar uno de los cubículos.
—¿Qué pasa doctor?
—Bueno que ese muchacho tenía un mal olor en lo pie que creo que fue una técnica para que yo no le preguntara nada, ofrécome qué sicote, eso no se hace.
El hombre entra y lo pesan. No tengo hijos, no me han operao, no me da ni gripe, sí, me dolió haceme ete tatuaje tan feo. Ok.
Por fin le entregan la radiografía, pero tiene que esperar hasta un día antes de su cita en la embajada para buscar los resultados. Y debe saber que se lo entregan sellados, y debe saber que las comidas no tendrán el mismo sabor hasta que no sepa, y debe saber que en los resultados el signo de + resta y lo positivo es el infierno, y debe saber que no dormirá tranquilo aunque el día que recoja los resultados un taxista enviado por el mismísimo Dios le diga:
—Amigo, yo tengo má de vente año bregando por aquí, si a uté le entregaron eso resultado no importa que ten sellao, eso e que uté no tiene SIDA, si le dicen que lo enviaron direto al cónsul ahí sí se jodió, pero no, uté no tiene na, uté etá del otro lao, la semana pasada a una muchacha le dijén que lo mandaron al cónsul y salió vuelta loca con lo sojo perdío...
viernes, febrero 24, 2006
Paco
Nadie sabe su nombre verdadero, es decir, de documentos. Todos le llamamos Paco.
Y cuando te ve te vocea:
—Dime Paco— o tal vez te llama príncipe. Alguien lo envía en el momento preciso, cuando estoy hasta aquí de sobregiros, formularios, deseando estar en cualquier lugar sin computadoras, sin teléfonos, sin la cara tan bonita y triste de esta turquita que gasta todos sus ahorros en viajes in Vitro.
Aquí las mujeres visten del mismo sastre y color. Todas huelen a Jean Paul Gaultier y todas se llaman Lade: Lade Préstamos, Lade Caja, Lade VISA, Lade Contabilidad. Y llega Paco: Camisa apretada azul clara, corbata de poliéster azul oscuro, pantalones apretados azul oscuro y saltacharcos. El ojo derecho biónico mirando a los lados como las cotorras. Los cabellos cenizos del polvosol. Agarra la primera Lade del brazo:
—¿Tú ere familia de Paco?
Ella le tiene asco, pero en el Seminario de Servicio al Cliente en el Nuevo Milenio del fin de semana pasado le dijeron que todos son clientes, desde el mensajero hasta el dueño.
—¿Qué Paco?
—¡Pa comete mami!
Lade abre la boca, siente un escalofrío en la espalda. Paco se ríe. A los dos pasos agarra otra Lade.
—¿Tú ere familia de Susan?
—¿Qué Susan?
—¡Su santísimo qué mami!
Esta vez la risa es más fuerte, retumba en los cubículos. El gerente saca la cabeza, pone cara de jefe y le da un boche. Paco se sienta a mi lado, cruza las piernas con ademanes de maricón.
—Exxxcúseme usteddd, señorrr Gerente— su mano está caliente. Me pregunta:
—Paco, ¿y a ti te pagan por trabajá en ete aire con to etas mamis?
Paco vive solo, en la pensión de Doña Pura. Habitación como la de Van Gogh, con televisión, abanico de techo, neverita y estufa eléctrica.
—¡Qué olla! Tenía 100 peso y me topo con Yolanda en el mercado modelo. Una muchacha que yo conoco dede chiquito. Vivía al lao, jugábamo al econdío. La veo mal, le pregunto, ¿qué tú tiene mija? “Ay Paco, hace 3 día que no como. En la casa tengo 30 hijo, con hambre, bebiendo agua de azúcar. La vida, la vida me ha etropeao tanto...” La llevo a una fonda y compro tre plato del día. Se lo comieron en un do por tre. Eta noche hago un fiao de arró y habichuela y leche. Me recordaron a mi sijos. El varoncito mío dice que dede que termine la ecuela se mete a la academia militar, que el padratro lo va a ayudá, que e capitán. El domingo en el zoológico cada vez que veía un guardia se cuadraba y saludaba. Le dije que lo voy a matá si sigue con esa vaina.
Hace años que Paco no pelea. Atrás quedó meterle el pie a cualquiera en la discoteca. Ahora bebe solo, frente a la televisión, y cierra bien la puerta que la calle está muy dura.
lunes, febrero 20, 2006
Going East
La carretera vieja hacia el Este, además de ahorrarte los 30 pesos del peaje, te lleva hacia un pasado de caballos, de vacas, donde lo único moderno son las fincas para cosechar peloteros. ¿Por qué a las academias de baseball le llaman fincas? Es como si pensaran que están criando ganado o sembrando plátanos. Cañaverales lado a lado. Olor a establo. Los jurones cruzan la carretera como un rayo. Los paradores mantienen las ventanas cerradas hasta que se termine de freír la decoración de pollo y cerdo y chivo. La casa de Kalil Haché es un monumento a la fealdad coronada con una escultura de un caballo en el techo, un molino de viento da vueltas en el patio, en la pared un letrero enigmático fechado 1962, un año después de la muerte de Trujillo, menciona el poder, menciona la virtud, menciona la conciencia: ¿?
En Hato Mayor te recibe el estribillo de una canción de Anthony Ríos: "En el tren que yo viajaba, conocí una chica triste... Fatalidad, amor sufrir tan de repente, hasta cuando trae con ella una esperanza, es una fatalidad..." Hay una parada obligatoria: Don Ulises, Dulces y Quesos. El local tiene letreros que hablan de rectitud, de una vida de trabajo honrado, de que la droga destruye y Cristo construye. Adentro Don Ulises te atiende, su mujer discute un regalo que le trajo su compadre a Ulisito:
—Ecuseme comadre, pero Ulisito me pidió ese gallo, y él nunca me pide nada...
—Sí sí compadre, pero él tiene muchísimo gallo ya, y a mí no me guta que le coja ese guto a la gallera...
En ese momento sale Ulisito en una camioneta preparada para correr. El radio toca un reggaetón a todo volumen. Ulisito tiene todo el feeling de un joven moderno, de un joven que pronto dejará el nido materno para irse a la capital o a Nueva York. Da riversa 20 metros, se apea en la finca de al lado. La finca bulle de cantos de gallo, de naranjas, y de caballitos que parecen de juguete. ¿Quién diablos tiene ponies en este país? Ulisito.
En la carretera al Seibo los caballos andan con trote orgulloso, hermosos animales que no conocen la vida azarosa de sus primos en la capital arrastrando carretas de plátanos y coches de turistas bajo los funestos rayos de sol. En vastas parcelas las vacas acostadas comen yerba esperando ser ordeñadas. No mires hacia los lados, no veas a los haitianos en el batey esperando un vale para comprar arroz y harina, piensa en tu bandera tan linda ondeando alto en el mes de la patria, whatever that means. Una vieja mujer negra vestida de rojo y amarillo posa para una fotografía sacando la Biblia de una funda de plástico, dice adiós con una sonrisa de dientes de creole.
En el Seibo las mujeres llevan comida a sus descarriados esposos y hermanos presos bajo la mirada severa de los guardias y del General Pedro Santana. Una fila frente al cuartel exhibe cantinas con arroz y habichuelas, fundas de ropa limpia, la esperanza de una breve visita conyugal. Un hombre con la barriga como un barril nos habla con la autoridad que da ser el teniente de la Secreta del pueblo al que todomundo conoce.
—¿Quién le dio permiso pa tirá foto? Soy Madrigal, el jefe de la Secreta, to lo que e secreto yo lo invetigo aquí, así que díganme qué e lo que hacen tirando foto, si utede me dicen yo hata lo llevo adentro y le pueden tirá foto a la celda y a lo preso...
El Seibo está en olla. Las calles del pueblo no tienen pavimento. "Marcel Valera lo que se coge prestado se devuelve", dice un graffitti. Las casas lucen abandonadas. El parque es chiquito, la iglesia es grande. En un lugar conocido como "El cabaret de los cueros flacos" un hombre bebe con un gallo que no para de cantar. La gente anda en caballos, con gorras de baseball y sombreros blancos y machetes de mango blanco. Todomundo es amable y nadie pide un centavo. Un muchacho toca Compadre Pedro Juan con una trompeta. En la calle principal los guardias desvían los vehículos por el Carnaval Infantil, un derroche de creatividad con un presupuesto de 33 pesos. "El Camino que no se debe tomar" es una comparsa de niñas preñadas, de niños fumando, de niños jugando dados; "El Camino Correcto" es una comparsa de niños doctores, de cortadores de caña, de bomberos. La Técnica de Educación Artística de la escuela dirige la actividad con un deseo puro de hacer algo por su pueblo, sin recursos, sin esperar nada de un gobierno al que no le importa la educación, que sólo tiene presupuesto para elevados y túneles y Metro en la capital. El Seibo es un pueblo de toreros que no matan toros, que son zapateros y motoconchistas, que fueron corneados por un camión y ahora están inválidos sentados en las galerías de sus casas escuchando a Pedro Infante con su allá en el Rancho Grande, allá donde vivía, había una rancherita, que alegre me decía...
En Hato Mayor te recibe el estribillo de una canción de Anthony Ríos: "En el tren que yo viajaba, conocí una chica triste... Fatalidad, amor sufrir tan de repente, hasta cuando trae con ella una esperanza, es una fatalidad..." Hay una parada obligatoria: Don Ulises, Dulces y Quesos. El local tiene letreros que hablan de rectitud, de una vida de trabajo honrado, de que la droga destruye y Cristo construye. Adentro Don Ulises te atiende, su mujer discute un regalo que le trajo su compadre a Ulisito:
—Ecuseme comadre, pero Ulisito me pidió ese gallo, y él nunca me pide nada...
—Sí sí compadre, pero él tiene muchísimo gallo ya, y a mí no me guta que le coja ese guto a la gallera...
En ese momento sale Ulisito en una camioneta preparada para correr. El radio toca un reggaetón a todo volumen. Ulisito tiene todo el feeling de un joven moderno, de un joven que pronto dejará el nido materno para irse a la capital o a Nueva York. Da riversa 20 metros, se apea en la finca de al lado. La finca bulle de cantos de gallo, de naranjas, y de caballitos que parecen de juguete. ¿Quién diablos tiene ponies en este país? Ulisito.
En la carretera al Seibo los caballos andan con trote orgulloso, hermosos animales que no conocen la vida azarosa de sus primos en la capital arrastrando carretas de plátanos y coches de turistas bajo los funestos rayos de sol. En vastas parcelas las vacas acostadas comen yerba esperando ser ordeñadas. No mires hacia los lados, no veas a los haitianos en el batey esperando un vale para comprar arroz y harina, piensa en tu bandera tan linda ondeando alto en el mes de la patria, whatever that means. Una vieja mujer negra vestida de rojo y amarillo posa para una fotografía sacando la Biblia de una funda de plástico, dice adiós con una sonrisa de dientes de creole.
En el Seibo las mujeres llevan comida a sus descarriados esposos y hermanos presos bajo la mirada severa de los guardias y del General Pedro Santana. Una fila frente al cuartel exhibe cantinas con arroz y habichuelas, fundas de ropa limpia, la esperanza de una breve visita conyugal. Un hombre con la barriga como un barril nos habla con la autoridad que da ser el teniente de la Secreta del pueblo al que todomundo conoce.
—¿Quién le dio permiso pa tirá foto? Soy Madrigal, el jefe de la Secreta, to lo que e secreto yo lo invetigo aquí, así que díganme qué e lo que hacen tirando foto, si utede me dicen yo hata lo llevo adentro y le pueden tirá foto a la celda y a lo preso...
El Seibo está en olla. Las calles del pueblo no tienen pavimento. "Marcel Valera lo que se coge prestado se devuelve", dice un graffitti. Las casas lucen abandonadas. El parque es chiquito, la iglesia es grande. En un lugar conocido como "El cabaret de los cueros flacos" un hombre bebe con un gallo que no para de cantar. La gente anda en caballos, con gorras de baseball y sombreros blancos y machetes de mango blanco. Todomundo es amable y nadie pide un centavo. Un muchacho toca Compadre Pedro Juan con una trompeta. En la calle principal los guardias desvían los vehículos por el Carnaval Infantil, un derroche de creatividad con un presupuesto de 33 pesos. "El Camino que no se debe tomar" es una comparsa de niñas preñadas, de niños fumando, de niños jugando dados; "El Camino Correcto" es una comparsa de niños doctores, de cortadores de caña, de bomberos. La Técnica de Educación Artística de la escuela dirige la actividad con un deseo puro de hacer algo por su pueblo, sin recursos, sin esperar nada de un gobierno al que no le importa la educación, que sólo tiene presupuesto para elevados y túneles y Metro en la capital. El Seibo es un pueblo de toreros que no matan toros, que son zapateros y motoconchistas, que fueron corneados por un camión y ahora están inválidos sentados en las galerías de sus casas escuchando a Pedro Infante con su allá en el Rancho Grande, allá donde vivía, había una rancherita, que alegre me decía...
viernes, febrero 17, 2006
Marlboro Boys
Los chicos Marlboro ni fuman ni dan propinas
aunque los atienda una mami de bartender
que tiene un millón de pecas en los senos.
Están muy ocupados en no atender
los ojos de la novia
que se van detrás del donjuán de moda.
Porque siempre hay un donjuán de moda.
Mentira, es que están muertos.
Piensan en la gasolina unleaded a mil pesos.
Piensan que no tienen tiempo
para bailar un merengue pegaíto
porque el Grand Prix de Zimbabwe
empieza a las 5 de la mañana del domingo.
Piensan en el ruido de cohete espacial
que hará el muffler
cuando instalen los poderes al motor.
Piensan que el carro necesita gomas bajitas
y aros de magnesio para convertir el semen en petróleo.
Y mientras tanto, la novia piensa en un hombre.
aunque los atienda una mami de bartender
que tiene un millón de pecas en los senos.
Están muy ocupados en no atender
los ojos de la novia
que se van detrás del donjuán de moda.
Porque siempre hay un donjuán de moda.
Mentira, es que están muertos.
Piensan en la gasolina unleaded a mil pesos.
Piensan que no tienen tiempo
para bailar un merengue pegaíto
porque el Grand Prix de Zimbabwe
empieza a las 5 de la mañana del domingo.
Piensan en el ruido de cohete espacial
que hará el muffler
cuando instalen los poderes al motor.
Piensan que el carro necesita gomas bajitas
y aros de magnesio para convertir el semen en petróleo.
Y mientras tanto, la novia piensa en un hombre.
miércoles, febrero 15, 2006
A version of Genesis
Y estaba el señor Dios solo, no solamente solo, sino tremendamente aburrido, y vio que no era bueno. Y empezó el señor Dios a pensar: “Desde la rebelión de Satanás, esto está muy tranquilo. ¿Qué me invento?” Y llamó a todos los ángeles, pero sólo los madrugadores vinieron.
—Quiero proyectos— dijo enfático. Y los ángeles cantaron a coro:
“Proyectos, proyectos, el señor quiere proyectos”.
“La clonación, la clonación, el mejor proyecto, la clonación...”
Y le dieron el informe. Y el señor Dios pensó que era bueno.
Y clonó Dios al hombre. A imagen y semejanza de sus células lo clonó. Y los ángeles se divertían, haciendo animales de garabatos como el rinoceronte. Y ya no había aburrimiento en el cielo, y todo era alborozo.Y los ángeles se excedieron creando toda criatura de los campos y aves del cielo y bichos que no sirven para nada. Y los ángeles abusaban del hombre haciéndolo poner nombres a los muchos animales. Y el señor Dios vio que no era bueno. A ese paso iba a pasar su vida en eso. Y el señor Dios pensó: “No es bueno que el hombre continúe solo. El hombre solo empieza a pensar disparates, a inventar”. Y el señor dijo al hombre:
—A dormir. Cuando despiertes te tengo una sorpresita.
Y tremenda y linda sorpresita negra. El hombre sugirió hacer otra rubia y otra peliroja, pero el señor vio que esto, aunque bueno, no era bueno.Y dijo Dios: “Esta es sangre de tu sangre, carne de tu carne. La llamarás Mujer porque no conoces la palabra Morfina. Por ella dejarás padres, madres, hermanas, hijos, sobrinos, amigos, países, te meterás a evangélico y te embriagarás y te sentirás como un perro cuando te deje."
Ahora bien, la serpiente resultó ser la más intrigadora de los animales salvajes. No sólo intrigadora, sino llena de complejos, por alas vendía su alma al Diablo. “Un errorcito, un errorcito, la serpiente, un errorcito” corearon los ángeles en el sumario. De modo que empezó a decir a la mujer: “¿Es realmente el caso que Dios ha dicho que ustedes no deben comer del pastel en hojas?” Ante esto la mujer dijo a la serpiente: “De toda las cosa podemo comé, pero en cuanto al patel en hoja, Dio ha dicho: “No quiero velo ni a cien metro del patel, no, no deben tocalo pa que no mueran.” Y esto de morir, aunque no sabía bien lo que era, no sonaba nada nice. Ante esto la serpiente dijo a la mujer: “Positivamente no morirán. Porque Dios sabe que en el mismo día que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, devoto de los pasteles en hojas. Y el señor Dios sabe que con sus apetitos eso no es bueno para su bolsillo.” Por consiguiente la mujer vio que el pastel era bueno para alimento, y que los ojos se querían desprender del antojo. De modo que sin mucho rodeo empezó a cortar la soguita, a descifrar la envoltura, a comérselo con los dedos . Y para terminar de meter la pata llevó sendos trozos al hombre que justamente había terminado de nombrar al último bicho: “Moquito.”
Más tarde oyeron la voz de Jehová Dios caminando a pasitos cortos en el jardín hacia la parte más fresca del día, y el hombre y la morfina, digo, mujer, procedieron a esconderse entre un pajonal lleno de hormigas y otras sabandijas. Y Jehová Dios siguió llamando al hombre y dijo:”¿Dónde estás?” Por fin él dijo: “Oí tu vo en el jardín, pero tuve miedo porque tenía migaja de patel en la uñas, y por eso me econdí.” A lo que dijo Dios: “¿Del pastel en hojas del que ordené no comieras has comido?” Y pasó el hombre a decir: “Sal de ahí mujer, que tenemo un problemita”. Y salió la mujer. Y el señor Dios vio que tenía huellas del pastelicidio hasta en las greñas. Ante eso, Jehová Dios dijo a la mujer: “¿Qué es esto que has hecho?” A lo cual respondió la mujer: “La serpiente…ella dijo, y así e que yo comí.” Y el señor Dios vio que además de gorrones eran débiles para los interrogatorios. Y Jehová Dios procedió a decir a la serpiente: “Porque has hecho esta cosa, tú eres la maldita entre todos los animales, salvajes y domésticos. Te arrastrarás y polvo será toda tu comida.” A lo que la serpiente respondió con vocecita meliflua: “Dígase algo nuevo, respetuosamente señor.” A la mujer dijo Dios: “Aumentaré en gran manera las infidelidades y borracheras del hombre, la enemistad con tu suegra, los dolores de parto y los fluidos menstruales, la necedad y los gritos y los mocos y vómitos de tus hijos, así como tu deseo por ver telenovelas venezolanas. Frustrada serás y un día una descendiente tuya tendrá sixtillizos.” Y Adán pensó que se había salvado. Y ya se estaba riendo, entretenido sacando insectos de sus oídos, cuando el señor Dios le dijo: “Hey, ¿para dónde usted va?” Y con un poco de pena sentenció: “Porque escuchaste la voz de tu esposa y te pusiste de muerto de hambre a meter los dedos donde no debías, maldito está el pastel en hojas por tu causa. Tendrás que trabajar y pagar alquiler. Se acabó la beca.” Y procedió a llamar a la policía seráfica.
De modo que expulsó Dios al hombre, a la mujer y a la serpiente, y al este del Edén apostó los guachimanes alados con su eterna canción: “No entra, no entra, el hombre aquí no entra.” Y el hombre iba recriminando a la mujer, rodeado por los apagones, a través de un camino de espinas que laceran el pie desnudo, con la vergüenza infinita de que entre sus descendientes estarían los ladrones políticos dominicanos, preocupado por aullidos de lobos, abrumado por el terrible presentimiento de que eso de trabajar no sería un paseíto a la playa.
martes, febrero 14, 2006
Un Macho de Mujer
Así las cosas, el jueves voy con unos amigos al Malecón Center a ver Un Macho de Mujer. De más está decir que la combinación Alfonso "Grandes Series" Rodríguez y Robertico "Perdone la Hora" Salcedo me parece una advertencia, una alarma contra el buen gusto. Pero me gusta ver las películas hechas aquí, no porque "hay que apoyar el cine dominicano", no es verdad que hay que apoyar los disparates sólo porque unos vivos quieren ganar dinero, si no porque todavía espero ser sorprendido.
Y esta vez fui sorprendido. En lugar de una película vi una telenovela venezolana. El mismo tiro de cámara una y otra vez. Los ojos se aburren sin ninguna toma panorámica, viendo lo mismo. Y con técnicas de telenovelas como poner el letrero venezolano del lugar de trabajo cada vez que sale una escena en ese lugar. Hay una escena en el malecón que uno se pregunta: ¿Y por qué no tomaron el mar, el rompeolas, cualquier paisaje que le dé descanso al ojo?
De las actuaciones no voy a decir que Tania Báez es digna de un Oscar por estar incómoda aun si la escena no lo requiere, pero no es su culpa, para algo está el director; Jochy Santos no molesta; la otra dominicana no molesta; el venezolano no molesta, y esperamos que cumpla su trabajo de llevar muchos inocentes al cine en Venezuela y Latinoamérica; la venezolana tiene unas preciosas pecas en los senos que se merecen un Oscar; el niño es pésimo; Renata Soñé es una mami que esperamos tenga mejor suerte la próxima vez.
Arribo ahora, perdón Borges, al inefable centro de mi crítica; ¿cómo transmitir a los otros la infinita mala actuación del actor principal, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance, prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros. Pues bien, tomando este emblema, y sin ser persa, diremos entonces que Robertico Salcedo con esta actuación es todos los malos actores: es Chuck Norris sin saber karate, es Madonna sin saber cantar y bailar y estar buenísima, es Vanilla Ice sin Ice Ice Baby, es Hulk Hogan sin Wrestlemania, es O.J. Simpson sin haber matado a su mujer, es Shaquille O'Neal sin ser MVP de la NBA, es, en fin, Robertico Salcedo.
Marlon Brando en una entrevista dijo que uno de los problemas de la mala actuación era que los actores actuaban cuando no tenían que actuar, que si usted va a abrir una puerta debe abrir una puerta sin pensarlo, y precisamente, hay una escena que se repite de Robertico Salcedo abriendo una puerta que uno se pregunta si al director se le olvidó la palabra "Cooooorten".
No voy a decir de lo absurdo del guión. Nada diré de la solución final, el camino más fácil para resolver un problema, el menos pensado, un engaño a la inteligencia. Si mal no recuerdo, el Sr. Alfonso Rodríguez dijo en unas declaraciones para Remolacha que el no era un artista, que el era un empresario, que lo suyo era "el billete". Creo que esa es una declaración desafortunada. Creo que aquel que va al cine y paga su dinero merece respeto, merece que se tomen el tiempo para pensar las cosas y hacerlas bien.
Ahora bien, la gente se reía. Una mujer sentada a mi lado hasta lloró de la risa. Yo me sentía mal, yo quería reír, pero fue imposible, parece que soy muy bruto. Ojalá no haya sido como una historia de Arlt donde la gente se reía para engañar el aburrimiento.
El cine del Malecón Center es muy bueno, el hot dog que me comí se merece two thumbs up.
Y esta vez fui sorprendido. En lugar de una película vi una telenovela venezolana. El mismo tiro de cámara una y otra vez. Los ojos se aburren sin ninguna toma panorámica, viendo lo mismo. Y con técnicas de telenovelas como poner el letrero venezolano del lugar de trabajo cada vez que sale una escena en ese lugar. Hay una escena en el malecón que uno se pregunta: ¿Y por qué no tomaron el mar, el rompeolas, cualquier paisaje que le dé descanso al ojo?
De las actuaciones no voy a decir que Tania Báez es digna de un Oscar por estar incómoda aun si la escena no lo requiere, pero no es su culpa, para algo está el director; Jochy Santos no molesta; la otra dominicana no molesta; el venezolano no molesta, y esperamos que cumpla su trabajo de llevar muchos inocentes al cine en Venezuela y Latinoamérica; la venezolana tiene unas preciosas pecas en los senos que se merecen un Oscar; el niño es pésimo; Renata Soñé es una mami que esperamos tenga mejor suerte la próxima vez.
Arribo ahora, perdón Borges, al inefable centro de mi crítica; ¿cómo transmitir a los otros la infinita mala actuación del actor principal, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance, prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros. Pues bien, tomando este emblema, y sin ser persa, diremos entonces que Robertico Salcedo con esta actuación es todos los malos actores: es Chuck Norris sin saber karate, es Madonna sin saber cantar y bailar y estar buenísima, es Vanilla Ice sin Ice Ice Baby, es Hulk Hogan sin Wrestlemania, es O.J. Simpson sin haber matado a su mujer, es Shaquille O'Neal sin ser MVP de la NBA, es, en fin, Robertico Salcedo.
Marlon Brando en una entrevista dijo que uno de los problemas de la mala actuación era que los actores actuaban cuando no tenían que actuar, que si usted va a abrir una puerta debe abrir una puerta sin pensarlo, y precisamente, hay una escena que se repite de Robertico Salcedo abriendo una puerta que uno se pregunta si al director se le olvidó la palabra "Cooooorten".
No voy a decir de lo absurdo del guión. Nada diré de la solución final, el camino más fácil para resolver un problema, el menos pensado, un engaño a la inteligencia. Si mal no recuerdo, el Sr. Alfonso Rodríguez dijo en unas declaraciones para Remolacha que el no era un artista, que el era un empresario, que lo suyo era "el billete". Creo que esa es una declaración desafortunada. Creo que aquel que va al cine y paga su dinero merece respeto, merece que se tomen el tiempo para pensar las cosas y hacerlas bien.
Ahora bien, la gente se reía. Una mujer sentada a mi lado hasta lloró de la risa. Yo me sentía mal, yo quería reír, pero fue imposible, parece que soy muy bruto. Ojalá no haya sido como una historia de Arlt donde la gente se reía para engañar el aburrimiento.
El cine del Malecón Center es muy bueno, el hot dog que me comí se merece two thumbs up.
domingo, febrero 12, 2006
The boy and the cat, at swing two birds
El niño llegó a la pensión de 6 años. Una cosita color cobre y desagradable que le encantaba escupir cuando estaba bajo el amparo de Doña Pura, su abuela, la dueña de la pensión. Además, en las mañanas de domingo, gritaba y gritaba y gritaba en los pasillos sin ninguna consideración hacia el sueño ligero de esos tristes hombres con deudas tristes que anhelaban levantarse después de las doce para tratar de recuperar el sueño perdido durante la semana.
El gato llegó a la pensión de dos meses. Una cosita blanca y desagradable que aun a esa edad ya sacaba las uñas y se engrifaba cuando se encontraba con cualquier pensionista. Además, en las madrugadas, maullaba y maullaba y maullaba en los pasillos sin ninguna consideración hacia el sueño ligero de esos hombres miserables con deudas miserables que tenían que levantarse a las 7 de la mañana para ir a vender zapatos en las tiendas de la calle El Conde.
El niño le puso el nombre al gato: Dicá. Nadie supo de dónde sacó ese nombre con el mismo sonido de gato en inglés, pero la verdad es que el niño era tan inteligente como un Lucifer acabado de salir de Kinder Garden. Si uno veía al niño, a los pocos pasos estaba el gato; eran inseparables.
Todos los pensionistas odiaban al niño. Todos los pensionistas odiaban al gato. Como no se atrevían a matar al niño, decidieron matar al gato. El veneno fue la primera opción, pero algunos dijeron que así no tenía chiste, no había emoción en eso de echarle una carne con tres pasitos a un animal y no ver cuando el estómago le reventara debajo de la cama de su dueño. Mejor era esperar la medianoche de un sábado y agarrarlo y meterlo en un saco y amarrar el saco y llevarlo a la azotea y colgarlo, como un péndulo vivo, de un cordel para tender ropa y caerle a palos; de esa forma cada uno iba a disfrutar de una buena dosis de crueldad pura. Ya tenían los palos en la azotea, también había un tubo. Después, con el sudor cayéndole en las pestañas, podían lanzar el saco hacia la azotea del abandonado edificio de enfrente.
Y sucedió que un día, en la mañana, el niño recorrió los pasillos de la pensión llamando al gato:
—Dicá Dicá Dicá... misu misu misu... Dicá Dicá Dicá... misu misu misu...
Y también, en la tarde, el niño recorrió la azotea llamando al gato:
—Dicá Dicá Dicá... misu misu misu... Dicá Dicá Dicá... misu misu misu...
A los pocos minutos, el niño empezó a bajar de la azotea voceando:
—Abuela abuela encontré a Dicá encontré a Dicá encont... —nunca terminó de explicar cómo y dónde lo encontró: la emoción del hallazgo lo hizo tropezar en los escalones. Definitivamente, cuando un hombre se siente cerca de la muerte recuerda vivamente las atrocidades cometidas cuando tenía 23 años.
El gato llegó a la pensión de dos meses. Una cosita blanca y desagradable que aun a esa edad ya sacaba las uñas y se engrifaba cuando se encontraba con cualquier pensionista. Además, en las madrugadas, maullaba y maullaba y maullaba en los pasillos sin ninguna consideración hacia el sueño ligero de esos hombres miserables con deudas miserables que tenían que levantarse a las 7 de la mañana para ir a vender zapatos en las tiendas de la calle El Conde.
El niño le puso el nombre al gato: Dicá. Nadie supo de dónde sacó ese nombre con el mismo sonido de gato en inglés, pero la verdad es que el niño era tan inteligente como un Lucifer acabado de salir de Kinder Garden. Si uno veía al niño, a los pocos pasos estaba el gato; eran inseparables.
Todos los pensionistas odiaban al niño. Todos los pensionistas odiaban al gato. Como no se atrevían a matar al niño, decidieron matar al gato. El veneno fue la primera opción, pero algunos dijeron que así no tenía chiste, no había emoción en eso de echarle una carne con tres pasitos a un animal y no ver cuando el estómago le reventara debajo de la cama de su dueño. Mejor era esperar la medianoche de un sábado y agarrarlo y meterlo en un saco y amarrar el saco y llevarlo a la azotea y colgarlo, como un péndulo vivo, de un cordel para tender ropa y caerle a palos; de esa forma cada uno iba a disfrutar de una buena dosis de crueldad pura. Ya tenían los palos en la azotea, también había un tubo. Después, con el sudor cayéndole en las pestañas, podían lanzar el saco hacia la azotea del abandonado edificio de enfrente.
Y sucedió que un día, en la mañana, el niño recorrió los pasillos de la pensión llamando al gato:
—Dicá Dicá Dicá... misu misu misu... Dicá Dicá Dicá... misu misu misu...
Y también, en la tarde, el niño recorrió la azotea llamando al gato:
—Dicá Dicá Dicá... misu misu misu... Dicá Dicá Dicá... misu misu misu...
A los pocos minutos, el niño empezó a bajar de la azotea voceando:
—Abuela abuela encontré a Dicá encontré a Dicá encont... —nunca terminó de explicar cómo y dónde lo encontró: la emoción del hallazgo lo hizo tropezar en los escalones. Definitivamente, cuando un hombre se siente cerca de la muerte recuerda vivamente las atrocidades cometidas cuando tenía 23 años.
viernes, febrero 10, 2006
After the Divorce
Llegué a casa de Mamatita de 8 años. Después del divorcio mamá se fue para Nueva York y papá le dijo que si se iba no se quedaría con los muchachos. Así que yo me fui para Bonao con la familia de mamá y José se quedó en la capital con la familia de papá.
Recuerdo el viaje en la guagua. Un señor al que se le veía en la correa el mango de un puñal imitación marfil llevaba un gallo listo para morir en una gallera. Yo no quise comer las galletas con ajo y el queso en hojas que tanto me gustaba cuando la guagua hizo una parada en La Cumbre. Llovía en Villa Altagracia.
Mamatita nos recibió como sobrevivientes de una guerra. "Eta e tu casa mi niña, te puede quedá to el tiempo que tú quiera", le dijo a mamá. "E sólo por do día, el vuelo e el domingo", contestó ella.
Desperté el domingo y ya mamá se había ido. Mamatita me contó cómo ella fue a mi cama y me abrazó y lloró. Yo pensé que lo había soñado.
Los domingos nos montábamos en el Peugeot de papá y cogíamos de pasadía para Boca Chica, Las Salinas, Barahona, Puerto Plata, El Salto de Jimenoa en Jarabacoa… Siempre era una playa o un río. Papá llegaba del trabajo el viernes y en la cena preguntaba para dónde queríamos ir. Era un juego, él ya sabía. Yo tenía un mapa del país y él me ayudaba a marcar los lugares visitados con un crayón rojo. "Vamo a conocé la ila entera como si fuera el patio", decía papá. Ni siquiera fuimos a Constanza, yo quería ir porque está llena de flores con prados sembrados de fresas y los ríos cubiertos de escarcha aun en abril según me dijo la hija del vecino.
La falta de dinero acaba con las familias. Papá perdió el trabajo en la cartonera y se pasaba los días bebiendo. Tenía un buen puesto en la cartonera. Lo mandaban a hacer cursos sobre cajas a Venezuela, Brasil, Argentina. De allá venía con nuevas costumbres, comiendo aguacate con azúcar. Nos traía flautas y ponchos multicolores. El dueño de la cartonera lo llamaba compadre y siempre iba a nuestros cumpleaños con algún juguete caro como una cámara que exhibía las Guerras de las Galaxias y que yo abrí a las dos horas, dañándola, para ver el mecanismo. Pero papá, siendo jefe, se metió a sindicalista organizando varias huelgas para que aprobaran el pacto colectivo de los obreros. La Administración lo aprobó, con la única condición de que papá tenía que ser despedido. El sindicato no lo pensó dos veces.
Yo pensaba que vivir con Mamatita era una cosa pasajera. Cuando me inscribieron en el colegio comprendí que la cosa iba para largo, aunque jamás pensé que sería para siempre. En las tardes subía al techo a mirar para la calle. Imaginaba a mamá llegando con papá: "Nos vamo pa Contanza". Me despertaba la voz de Águeda con su ven a comer muchacho encaramao ahí como un gato.
Parece que a papá lo ficharon como sindicalista, es decir, comunista. No conseguía trabajo en parte. El dinero disminuía y su mal humor aumentaba. Empezó a celar a mamá hasta con los primos. Se ponía violento y José y yo desde que lo veíamos bebiendo íbamos a la cocina a esconder todos los cuchillos. Nos acostábamos con miedo de despertar en medio de gritos. Una vez entramos corriendo a la habitación de ellos y empezamos a darle golpes a papá con los ojos cerrados. Mamá en una esquina sangraba por la nariz.
Nunca volví a hablar con papá, nunca se preocupó más por mí. Era como si el divorcio abarcara al hijo pequeño.
Mamá llamaba por teléfono y me enviaba ropa con cualquier primo que viniera de Nueva York. "Pronto vamo a ta junto de nuevo", decía con voz de gripe, pero los años pasaron y eso no se cumplió, Yo sentía que la vida que vivía era una especie de parada en la carretera para buscar galletas y queso, que pronto la guagua seguiría su camino. Tenía la sensación de no estar donde estaba, tal vez por eso soy así, con miedo a hacer planes, a aferrarme a algo o alguien. Me siento un paria.
En las noches despertaba asustado, asfixiándome con la inminencia de un peligro. Imaginaba a mamá muerta en el subway de Nueva York y lloraba al comprobar que había orinado la cama.
Picture "Constanza" by Jaime Guerra
Recuerdo el viaje en la guagua. Un señor al que se le veía en la correa el mango de un puñal imitación marfil llevaba un gallo listo para morir en una gallera. Yo no quise comer las galletas con ajo y el queso en hojas que tanto me gustaba cuando la guagua hizo una parada en La Cumbre. Llovía en Villa Altagracia.
Mamatita nos recibió como sobrevivientes de una guerra. "Eta e tu casa mi niña, te puede quedá to el tiempo que tú quiera", le dijo a mamá. "E sólo por do día, el vuelo e el domingo", contestó ella.
Desperté el domingo y ya mamá se había ido. Mamatita me contó cómo ella fue a mi cama y me abrazó y lloró. Yo pensé que lo había soñado.
Los domingos nos montábamos en el Peugeot de papá y cogíamos de pasadía para Boca Chica, Las Salinas, Barahona, Puerto Plata, El Salto de Jimenoa en Jarabacoa… Siempre era una playa o un río. Papá llegaba del trabajo el viernes y en la cena preguntaba para dónde queríamos ir. Era un juego, él ya sabía. Yo tenía un mapa del país y él me ayudaba a marcar los lugares visitados con un crayón rojo. "Vamo a conocé la ila entera como si fuera el patio", decía papá. Ni siquiera fuimos a Constanza, yo quería ir porque está llena de flores con prados sembrados de fresas y los ríos cubiertos de escarcha aun en abril según me dijo la hija del vecino.
La falta de dinero acaba con las familias. Papá perdió el trabajo en la cartonera y se pasaba los días bebiendo. Tenía un buen puesto en la cartonera. Lo mandaban a hacer cursos sobre cajas a Venezuela, Brasil, Argentina. De allá venía con nuevas costumbres, comiendo aguacate con azúcar. Nos traía flautas y ponchos multicolores. El dueño de la cartonera lo llamaba compadre y siempre iba a nuestros cumpleaños con algún juguete caro como una cámara que exhibía las Guerras de las Galaxias y que yo abrí a las dos horas, dañándola, para ver el mecanismo. Pero papá, siendo jefe, se metió a sindicalista organizando varias huelgas para que aprobaran el pacto colectivo de los obreros. La Administración lo aprobó, con la única condición de que papá tenía que ser despedido. El sindicato no lo pensó dos veces.
Yo pensaba que vivir con Mamatita era una cosa pasajera. Cuando me inscribieron en el colegio comprendí que la cosa iba para largo, aunque jamás pensé que sería para siempre. En las tardes subía al techo a mirar para la calle. Imaginaba a mamá llegando con papá: "Nos vamo pa Contanza". Me despertaba la voz de Águeda con su ven a comer muchacho encaramao ahí como un gato.
Parece que a papá lo ficharon como sindicalista, es decir, comunista. No conseguía trabajo en parte. El dinero disminuía y su mal humor aumentaba. Empezó a celar a mamá hasta con los primos. Se ponía violento y José y yo desde que lo veíamos bebiendo íbamos a la cocina a esconder todos los cuchillos. Nos acostábamos con miedo de despertar en medio de gritos. Una vez entramos corriendo a la habitación de ellos y empezamos a darle golpes a papá con los ojos cerrados. Mamá en una esquina sangraba por la nariz.
Nunca volví a hablar con papá, nunca se preocupó más por mí. Era como si el divorcio abarcara al hijo pequeño.
Mamá llamaba por teléfono y me enviaba ropa con cualquier primo que viniera de Nueva York. "Pronto vamo a ta junto de nuevo", decía con voz de gripe, pero los años pasaron y eso no se cumplió, Yo sentía que la vida que vivía era una especie de parada en la carretera para buscar galletas y queso, que pronto la guagua seguiría su camino. Tenía la sensación de no estar donde estaba, tal vez por eso soy así, con miedo a hacer planes, a aferrarme a algo o alguien. Me siento un paria.
En las noches despertaba asustado, asfixiándome con la inminencia de un peligro. Imaginaba a mamá muerta en el subway de Nueva York y lloraba al comprobar que había orinado la cama.
Picture "Constanza" by Jaime Guerra
miércoles, febrero 08, 2006
On the road to Higuey
Yo iba atrás con mi resaca
Alguien dijo "Un arcoiris"
Abrí los ojos y era el batey Jalonga
A 1 kilómetro de Hato Mayor.
Una camioneta decacará mudaba una familia entera
La niña con trenzas Bo Derek
y una negra gallina japonesa bajo el brazo
sentada en una cama en la cama de la camioneta
me hizo unas señas en chino.
En Santa Rita nos paró el culto al Dios Profecía
Los niños nos creyeron alemanes
Saludaban "Money" señalando una negrita
que gritaba "Mi barriga ta llorando"
"Esto no es cosa de haitianos o dominicanos,
esto es cosa de Dios", arengaba el pastor.
La Basílica es una bóveda de cemento que nunca terminaron
Allí los devotos atesoran el agua bendita
Y los frío frío de frambuesa
Y la Virgen Tata
Y el picapollo, of course!
Alguien dijo "Un arcoiris"
Abrí los ojos y era el batey Jalonga
A 1 kilómetro de Hato Mayor.
Una camioneta decacará mudaba una familia entera
La niña con trenzas Bo Derek
y una negra gallina japonesa bajo el brazo
sentada en una cama en la cama de la camioneta
me hizo unas señas en chino.
En Santa Rita nos paró el culto al Dios Profecía
Los niños nos creyeron alemanes
Saludaban "Money" señalando una negrita
que gritaba "Mi barriga ta llorando"
"Esto no es cosa de haitianos o dominicanos,
esto es cosa de Dios", arengaba el pastor.
La Basílica es una bóveda de cemento que nunca terminaron
Allí los devotos atesoran el agua bendita
Y los frío frío de frambuesa
Y la Virgen Tata
Y el picapollo, of course!
lunes, febrero 06, 2006
Two Voices at the Falconbridge
—Pasa, pasa, ¿y esa cara?
—El petróleo maya.
—Sí, sí, ¿y qué pasa con la India y Colombia?
—Todavía en papeleo, mails y trámites y faxes; y Venezuela...
—No me hables de Venezuela, ¿y cuál es el lío con el maya?
—Llegó, y sigue jediendo...
—¿Hiede mucho?
—Bueno, yo estuve diez minutos ayer en Quitasueño y, bueno, salí con Migraña.
—¿Qué dice la Shell?
—Sugiere filtros fuera de presupuesto, pero dijeron que eso no serviría de mucho.
—¿En Quitasueño fue el problema con el río y las tuberías?
—Sí, y en Villa Altagracia.
—¿Y por qué no depositamos el petróleo maya en otra parte?
—Adecuación estudió el asunto, en Quitasueño son solamente 30 mil habitantes, los otros tanques quedan
—Sí, sí, ya sé, ya sé, ¿y qué hemos hecho hasta ahora en Quitasueño, por las molestias?
—Le hicimos una cancha; repartimos bicicletas, guantes de baseball, harina El Negrito, aspirinas, curitas, botas industriales, ventiladores para que circule el aire en los dormitorios, sillas plásticas, gorras de la compañía, cerveza, malta morena...
—¿Y no están contentos?
—No están contentos.
—¿Y cuáles son los efectos del maya?
—La doctora del dispensario alega que cada diez minutos llevan niños vomitando y ojos hinchados y garganta irritada y lengua irritada y dolores en el pecho y que se desmayan en la escuela y que todo el pueblo anda con antifaces como en una película de vaqueros y que las jaquecas son cotidianas y que se han muerto tres viejos y que los perros y los gatos y los pájaros se han ido del paraje...
—Ya, ya, ¿y el gobierno?
—Medio Ambiente dice que vigila; le compramos una casa al síndico en Bonao, pero también está el problema con la laguna de aguas recicladas infectada de mosquitos y los periódicos hablando de Dengue y Fiebre del Nilo...
—¿Fiebre del Nilo?, no seas tú pendejo.
—Sí, sí, ya sé, ya sé.
—Bueno, pues van a tener que acostumbrarse al maya hasta que en Venezuela se resuelva la vaina...
—Bien, voy a hacer unas llamadas...
—Sí, sí, y otra cosa, ¿eso eran los Bee Gees?
—Ah, sí, bajé como cincuenta canciones...
—Qué bien, a mí esposa y a mí nos encantan, ¿podrías quemarme estos cds?
—Claro, al final del día se los traigo...
—Bueno.
—Bueno.
—El petróleo maya.
—Sí, sí, ¿y qué pasa con la India y Colombia?
—Todavía en papeleo, mails y trámites y faxes; y Venezuela...
—No me hables de Venezuela, ¿y cuál es el lío con el maya?
—Llegó, y sigue jediendo...
—¿Hiede mucho?
—Bueno, yo estuve diez minutos ayer en Quitasueño y, bueno, salí con Migraña.
—¿Qué dice la Shell?
—Sugiere filtros fuera de presupuesto, pero dijeron que eso no serviría de mucho.
—¿En Quitasueño fue el problema con el río y las tuberías?
—Sí, y en Villa Altagracia.
—¿Y por qué no depositamos el petróleo maya en otra parte?
—Adecuación estudió el asunto, en Quitasueño son solamente 30 mil habitantes, los otros tanques quedan
—Sí, sí, ya sé, ya sé, ¿y qué hemos hecho hasta ahora en Quitasueño, por las molestias?
—Le hicimos una cancha; repartimos bicicletas, guantes de baseball, harina El Negrito, aspirinas, curitas, botas industriales, ventiladores para que circule el aire en los dormitorios, sillas plásticas, gorras de la compañía, cerveza, malta morena...
—¿Y no están contentos?
—No están contentos.
—¿Y cuáles son los efectos del maya?
—La doctora del dispensario alega que cada diez minutos llevan niños vomitando y ojos hinchados y garganta irritada y lengua irritada y dolores en el pecho y que se desmayan en la escuela y que todo el pueblo anda con antifaces como en una película de vaqueros y que las jaquecas son cotidianas y que se han muerto tres viejos y que los perros y los gatos y los pájaros se han ido del paraje...
—Ya, ya, ¿y el gobierno?
—Medio Ambiente dice que vigila; le compramos una casa al síndico en Bonao, pero también está el problema con la laguna de aguas recicladas infectada de mosquitos y los periódicos hablando de Dengue y Fiebre del Nilo...
—¿Fiebre del Nilo?, no seas tú pendejo.
—Sí, sí, ya sé, ya sé.
—Bueno, pues van a tener que acostumbrarse al maya hasta que en Venezuela se resuelva la vaina...
—Bien, voy a hacer unas llamadas...
—Sí, sí, y otra cosa, ¿eso eran los Bee Gees?
—Ah, sí, bajé como cincuenta canciones...
—Qué bien, a mí esposa y a mí nos encantan, ¿podrías quemarme estos cds?
—Claro, al final del día se los traigo...
—Bueno.
—Bueno.
viernes, febrero 03, 2006
Deep in the South
Bahoruco, San Rafael, Paraíso, Enriquillo, Juancho, Colonia, son pueblitos, o parajes, que pasas saliendo de Barahona hacia Bahía de las Águilas. Pueblitos donde, aburridos del mar, la única diversión es mirar a los haitianos pasando en camiones full de ropas y sacos de arroz que van dejando grano a grano en cada parada militar de la zona. En este Sur profundo los niños todavía juegan con palos y gomas, todos desean ser guardias porque no conocen otra cosa, todos cagan en letrinas de zinc ardiente, todos esperan ser asesinados por el cielo como en un verso de Lorca.
En la carretera hacia el olvido un hombre revive la fábula de Pablo hablando con un burro. Los cactus lado a lado vigilan una geografía de tierra árida, guazábara y lagartos azules. Los Pozos de Romeo son pequeños lagos de agua limpia y fría donde los peces no le temen a los anzuelos. Un hombre con las neuronas quemadas de sol y romo tiene una idea digna de Newton:
—Tú te imagina que debajo de ete poso uno pusiera un fogón con mucha candela y empezara a tirá papa y fideo y tayota con to eto pecao ahí adentro y pusiera un letrero ahí en la carretera que diga "Cardo Caliente a 10 peso"...
El Sur profundo es un paisaje de rectas largas, de paradas de guagua con mensajes enigmáticos: "Amame como soy", "El Cajuil es exquisito"; un habitat apto para cocodrilos, tortugas, iguanas y hombres sin mañana; uno piensa que está en un cuento de Juan Rulfo con tanta tierra baldía, kilometros y kilometros de soledad; uno espera ver al niño de bronce abrazado a la mujer en el calor blanco de la carretera muerta del cuento de Juan Bosch. En estos pueblos los seres humanos tratan de estar borrachos antes de las 7 de la noche. Nunca hay luz eléctrica y las noches son largas y cargadas con voces de difuntos.
La carretera roja de Cabo Rojo parece una imagen de Marte. Varias guaguas de SINCHOMIPE atravesadas advierten de la huelga por ajuste de tarifas que tienen los transportistas con Cementos Andinos Dominicanos. Los choferes juegan dominó en medio del polvo rojo y un barco que debía irse cargado con 30 mil toneladas de agregados se va vacío hacia Aruba.
La playa de Cabo Rojo es fría y sin olas. Los pelícanos hacen casas en las boyas. La naturaleza mezcla con insolencia el blanco, el rojo, el verde, el amarillo y el azul. Los hombres juegan a la lucha libre empanizándose con la arena y después salen a columpiarse en el columpio del pueblo que para ellos es como ir al cine. El sol pica y quema, y el exceso de sal en esta agua te deja la piel ceniza.
A Bahía de las Águilas se puede ir en yipeta o en yola. Para coger la yola llegamos a la cueva de los pescadores. Estos hombres viven en cuevas frente al mar como los cangrejos, tal vez esta condición de semi-hermitaños los ha hecho mal hablaos y rebuseros, sin contar que todo lo que ganan se gasta en romo. Empezamos a buscar una yola que llevara los 20 bañistas capitaleños. Un pescador, cayéndose del jumo, nos cobraba 2,000 pesos para en tres días dejarnos en Cuba, otro 3,000; cuando decidimos por el de 2,000 el hombre se desapareció o se desmayó; cuando buscamos el de 3,000 este ya no quería ir. Por fin apareció uno que se transó por 2,200.
El viaje en yola es lo mejor del viaje. Los pelícanos se zambullen en busca de algún pez más bruto que los otros. Toda la costa exhibe playitas íntimas para una luna de miel de tres horas. Los acantilados son fósiles de coral con teorías propias sobre la evolución. A lo lejos vemos que la bahía tiene muchos vacacionistas, pero es tan grande que todavía cabe los Alcarrizos entero. Desde una camioneta cogiendo lucha en la cuesta envidian a los yoleros. En la playa ya todos los árboles tienen dueño, el guía vegetariano del grupo aconseja un lugar, uno de los bañistas de galloloco desea que la yola siga hasta el final de la bahía, desea ser "One with nature".
—Vuelvo a la cinco a recogelo —dice el pescador.
El sol de Bahía de las Águilas es de respeto, te marca las gafas en cuestión de segundos. El agua también es fría, limpia y sin olas. El bañista que quería ser "One with Nature" todavía sigue rumiando la decisión colectiva de quedarse en esta parte del paraíso: "Charlie, e que má pallá uno puede bañase sin ropa, encuero, primera ve que me baño con ropa aquí." La visión repugnante de un prepucio o un glande con piercing nos hace comprender que elegimos correctamente. Las tiendas de campaña esparcidas por la bahía anuncian la temeridad de algunos hombres y mujeres de quedarse a dormir aquí entre los 8 millones y medio de mosquitos que vendrán desde que enciendan una jumeadora con trementina. Un hombre de ojos rojos, con actitud y vozarrón de dueño de casa cobrando 8 meses de atraso, me hace señas, yo dudo:
—QUE VENGA ACÁ, NO TENGA MIEDO, ¿SE VA A METÉ A PENDEJO AHORA?, QUE YO SOR PECADOR DE PEDERNALE, SERIE 69—.
En la carretera hacia el olvido un hombre revive la fábula de Pablo hablando con un burro. Los cactus lado a lado vigilan una geografía de tierra árida, guazábara y lagartos azules. Los Pozos de Romeo son pequeños lagos de agua limpia y fría donde los peces no le temen a los anzuelos. Un hombre con las neuronas quemadas de sol y romo tiene una idea digna de Newton:
—Tú te imagina que debajo de ete poso uno pusiera un fogón con mucha candela y empezara a tirá papa y fideo y tayota con to eto pecao ahí adentro y pusiera un letrero ahí en la carretera que diga "Cardo Caliente a 10 peso"...
El Sur profundo es un paisaje de rectas largas, de paradas de guagua con mensajes enigmáticos: "Amame como soy", "El Cajuil es exquisito"; un habitat apto para cocodrilos, tortugas, iguanas y hombres sin mañana; uno piensa que está en un cuento de Juan Rulfo con tanta tierra baldía, kilometros y kilometros de soledad; uno espera ver al niño de bronce abrazado a la mujer en el calor blanco de la carretera muerta del cuento de Juan Bosch. En estos pueblos los seres humanos tratan de estar borrachos antes de las 7 de la noche. Nunca hay luz eléctrica y las noches son largas y cargadas con voces de difuntos.
La carretera roja de Cabo Rojo parece una imagen de Marte. Varias guaguas de SINCHOMIPE atravesadas advierten de la huelga por ajuste de tarifas que tienen los transportistas con Cementos Andinos Dominicanos. Los choferes juegan dominó en medio del polvo rojo y un barco que debía irse cargado con 30 mil toneladas de agregados se va vacío hacia Aruba.
La playa de Cabo Rojo es fría y sin olas. Los pelícanos hacen casas en las boyas. La naturaleza mezcla con insolencia el blanco, el rojo, el verde, el amarillo y el azul. Los hombres juegan a la lucha libre empanizándose con la arena y después salen a columpiarse en el columpio del pueblo que para ellos es como ir al cine. El sol pica y quema, y el exceso de sal en esta agua te deja la piel ceniza.
A Bahía de las Águilas se puede ir en yipeta o en yola. Para coger la yola llegamos a la cueva de los pescadores. Estos hombres viven en cuevas frente al mar como los cangrejos, tal vez esta condición de semi-hermitaños los ha hecho mal hablaos y rebuseros, sin contar que todo lo que ganan se gasta en romo. Empezamos a buscar una yola que llevara los 20 bañistas capitaleños. Un pescador, cayéndose del jumo, nos cobraba 2,000 pesos para en tres días dejarnos en Cuba, otro 3,000; cuando decidimos por el de 2,000 el hombre se desapareció o se desmayó; cuando buscamos el de 3,000 este ya no quería ir. Por fin apareció uno que se transó por 2,200.
El viaje en yola es lo mejor del viaje. Los pelícanos se zambullen en busca de algún pez más bruto que los otros. Toda la costa exhibe playitas íntimas para una luna de miel de tres horas. Los acantilados son fósiles de coral con teorías propias sobre la evolución. A lo lejos vemos que la bahía tiene muchos vacacionistas, pero es tan grande que todavía cabe los Alcarrizos entero. Desde una camioneta cogiendo lucha en la cuesta envidian a los yoleros. En la playa ya todos los árboles tienen dueño, el guía vegetariano del grupo aconseja un lugar, uno de los bañistas de galloloco desea que la yola siga hasta el final de la bahía, desea ser "One with nature".
—Vuelvo a la cinco a recogelo —dice el pescador.
El sol de Bahía de las Águilas es de respeto, te marca las gafas en cuestión de segundos. El agua también es fría, limpia y sin olas. El bañista que quería ser "One with Nature" todavía sigue rumiando la decisión colectiva de quedarse en esta parte del paraíso: "Charlie, e que má pallá uno puede bañase sin ropa, encuero, primera ve que me baño con ropa aquí." La visión repugnante de un prepucio o un glande con piercing nos hace comprender que elegimos correctamente. Las tiendas de campaña esparcidas por la bahía anuncian la temeridad de algunos hombres y mujeres de quedarse a dormir aquí entre los 8 millones y medio de mosquitos que vendrán desde que enciendan una jumeadora con trementina. Un hombre de ojos rojos, con actitud y vozarrón de dueño de casa cobrando 8 meses de atraso, me hace señas, yo dudo:
—QUE VENGA ACÁ, NO TENGA MIEDO, ¿SE VA A METÉ A PENDEJO AHORA?, QUE YO SOR PECADOR DE PEDERNALE, SERIE 69—.
Y cuando me acerco, me dice, con actitud y vocecita de inquilino debiendo 8 meses:
—Deme un cigarrillo de eso y écheme un chin de ese romo en eta botellita, pero no mucho que tengo que llevá uno pasajero horita.
A las cinco en punto vino el pescador a buscarnos. En el viaje de regreso, mirando esta vastedad de contrastes violentos con arenas blancas, tierra roja, acantilados amarillos y agua azul y agua verde comprendo las palabras de Rimbaud cuando estuvo por estos lados: "Bahía de las Águilas es un espectáculo de bondad."
A las cinco en punto vino el pescador a buscarnos. En el viaje de regreso, mirando esta vastedad de contrastes violentos con arenas blancas, tierra roja, acantilados amarillos y agua azul y agua verde comprendo las palabras de Rimbaud cuando estuvo por estos lados: "Bahía de las Águilas es un espectáculo de bondad."
Pictures by Surfito
jueves, febrero 02, 2006
Still in the South
Decidimos dejar el viaje para Bahía de las Águilas para el otro día. El guía vegetariano del grupo aconsejó el balneario de Villa Miriam, donde uno entra al agua y se le desaparecen los testículos al segundo, y si dura más de una hora adentro, el agua congelada le convierte el pene en vágina sin necesidad de bisturí. Pero no, Villa Miriam estaba reservado para ese día y para el otro. El guía vegetariano aconsejó el balneario de San Rafael, un poquito más plebe, pero igual de frío.
Entré al agua a la 1:15pm, salí del agua a la 1:18pm. ¿Por qué el síndico o el gobernador de Barahona no coloca un calentador gigante en todos los balnearios de la zona? No entiendo. Y no vale Brugal, Whisky o Vodka, qué frío hace mi hermano. En un lado unas doñas cocinaban con leña. El fuego del fogón me atrajo como una jumeadora a un mosquito. Casi toqué las llamas. Josefa, la musa del merengue "El marío de Josefa, sólo come pescado, si le dan otra cosa, lo rechaza embravado", preparaba unas pelotas de yuca con meros frescos para los bañistas de la capital.
—¿Qué pecao son eso Josefa?
—Mero...
—Mero mero mero mero...
—Sí, pero no Homero Simson —dijo Josefa entre risas demostrando que hasta en el olvidado Sur Homero Simpson tiene seguidores. Los bañistas, incluyendo el guía vegetariano, estaban salivando más que un anónimo perro kakhi al lado de una fritura en Villa Mella. Nada da más hambre que el río y la playa, y el olor del pescado frito te llega hasta la médula. "No tenemos por qué comer aquí", dijo uno de los bañistas privando en fino al ver el negro del caldero y el negro del aceite.
Llegaron los pescados con pelotas de yuca y los bañistas hicieron un acto de magia desapareciéndolos en un segundo, dejando los esqueletos de espinas como epitafios al sabor. El bañista que privaba en fino fue el primero que se parqueó al lado de las bandejas comiendo mero hasta por los ojos y gruñendo como una hiena cuando alguien tomaba el pedacito de masa que goloseaba aun teniendo la boca llena. Qué bueno es comer con los dedos, agarrar una masita de pescado, echarle un limoncito, una mordía a la yuca, ahora otra masita, un chin de limón, cuidao con esa epina...
Mirando la ausencia de etiqueta y protocolo de los bañistas de la capital a la hora de comer, un enano erudito con una gorra del Licey hablaba con una mujer Politur en cuya cara se reflejaban todas las cualidades, excepto una, la facultad de pensar como la Dashenka de Chejov:
Mujer Politur: ¿De dónde son utede?
Yo: De la capital.
Mujer Politur: ¿Y utede no son de Puerto Rico?
Yo: No, ¿por qué tú me pregunta eso?
Mujer Politur: Porque son igualito a lo dominicano.
Yo: ¡...!
Enano erudito liceísta: Pero muchacha, si son igualitos a los dominicanos es porque son dominicanos.
Yo: ¿Cómo tú te llama?
Mujer Politur: Critina.
Yo: ¿A que hora tú sale a patrullá la playa y lo río?
Mujer Politur: Depué que le cocino a to lo politur, que son como 20 y como yo soy la única mujer tengo que cocinale, aunque trabaje igual que ello en la playa cuidando turita y yo tengo el fas del comandante lo que pasa e que no me voá bucá un problema que depué me botan y dicen que e por otra cosa y yo tengo hijo pero e una injuticia que yo tenga que cocinale to lo día a má de 20 hombre siendo yo también politur y no me pagan aparte na por eso al contrario mejor me critican mi sazón...
Yo: Qué fuerte, oye una cosa, ¿y qué hay pallarriba?
Enano erudito liceísta: Antes había una cascada.
Mujer Politur: ¿Y qué e una cacada?
Enano erudito liceísta: Muchacha, ¿y tú no sabes lo que es una cascada y dependes de Turismo?
Mujer Politur: No, ¿eso e un pájaro como la cacata?
Enano erudito liceísta: Muchacha, una cascada es una caída de una corriente de agua desde cierta altura producida por un rápido desnivel del cauce.
Mujer Politur: ¿Eh?
Enano erudito liceísta: Un chorro de agua criatura, un chorro de agua...
En la playa Bahoruco las olas escupían surfistas. Unos niños nos recibieron con una exhibición de gimnasia en la arena, con una yola de trampolín jugaban el famoso juego de "Yo quiero que me pongan un yeso o por lo menos que me den puntos". El sol hacía ver las nubes fuera de foco. Una niña de moñitos con vocación de camionera llamada Adelaida Azul se convirtió en Bruce Lee repartiendo patá y trompá en medio de golpes de barriga al compás del Abayarde. Otros jugaban el deporte nacional del empanizado. Dos puercos con manchas negras se acurrucaban buscando calor contra esta fría brisa de olas pulverizadas. De repente el cielo cogió fuego, y nos despedimos de los niños, con apodos tan geniales como "Cabeza, hombro, rodilla y pie" "Buche e Pavo" "Pasao de Blanco" "Cuatro esquinas", que nos cantaron reggaetón y nos pidieron vuelvan, nos gusta recibir visitas.
Pictures by Omar Carrera Knebel
miércoles, febrero 01, 2006
Going South
Painting by Rafael Tufiño
Todomundo sabe que el Sur comienza al cruzar la Luperón. Cinco carros en caravana rebasan a un taxi que lleva una película porno en un monitor para la lujuria de sus pasajeros, para aumentar las posibilidades de un accidente. El viaje en la carretera es parte de los beneficios de irse de fin de semana largo. La vodka con agua tónica ayuda, y si tienes la suerte de ir en una yipeta con sunroof las estrellas van cantando contigo "Don't stop, get it get it, we are your captains in it, steady, watch me navigate ahahahahahaaaa..."
Parpadeas y ya estás en Baní, la tierra del dulce de leche con coco más bueno del mundo, y del genio que se inventó el delivery de los colmados. ¿Por qué en las afueras no hay un letrero de orgullo "Bienvenido a Baní, tierra del dulce de coco y los Colmaderos que son la vida de los barrios de la capital"? En una terraza las mujeres aprovechan para ir al baño, los hombres aprovechan para arreglar los tragos. Esta es la última parada hasta Barahona, sin contar la que hacemos en medio de la nada para bailar y orinar entre cañas y cocuyos.
Azua es vieja, sucia y triste. La vida aquí es sufrida por un anónimo perro kakhi pidiendo bola a todos los carros que pasan sin importarle el destino, sólo desea salir de la desolación, olvidar el polvo, o por lo menos ser atropellado y reencarnar como una guazábara.
Llegando a Barahona nos recibe un tren cargado de cañas. Es el Sur hablándonos de la miseria del batey bajo el reino del machete, nos susurra en medio del estrépito de vagones la palabra zafra. Corremos a su lado tocando la bocina, no responde, tal vez lo maneja un sordo, tal vez lo maneja un muerto.
Check in en el Hotel Caribe. La habitación es grande con muebles de mimbre y rattan. Dejamos los bultos y salimos a disfrutar de la vida nocturna en Barahona. José Video está cerrado y no son la una. En otro lugar Michael Jackson le hace el coro a Anthony Santos. Nadie ha oído hablar de Agua Tónica. Un mural en la pared exhibe a Bin Laden como un marlin gigante y a Bush como a un mono subido en una palmera tratando de pescarlo. Todas las mujeres han huido, sólo quedan los viejos esperando la muerte y los niños esperando crecer para abandonar el pueblo a su suerte. Definitivamente, el Sur es hermoso, y los políticos sólo lo recuerdan en tiempos de elecciones para mandar sus feas caras en sus feos afiches y afear el paisaje.
Todomundo sabe que el Sur comienza al cruzar la Luperón. Cinco carros en caravana rebasan a un taxi que lleva una película porno en un monitor para la lujuria de sus pasajeros, para aumentar las posibilidades de un accidente. El viaje en la carretera es parte de los beneficios de irse de fin de semana largo. La vodka con agua tónica ayuda, y si tienes la suerte de ir en una yipeta con sunroof las estrellas van cantando contigo "Don't stop, get it get it, we are your captains in it, steady, watch me navigate ahahahahahaaaa..."
Parpadeas y ya estás en Baní, la tierra del dulce de leche con coco más bueno del mundo, y del genio que se inventó el delivery de los colmados. ¿Por qué en las afueras no hay un letrero de orgullo "Bienvenido a Baní, tierra del dulce de coco y los Colmaderos que son la vida de los barrios de la capital"? En una terraza las mujeres aprovechan para ir al baño, los hombres aprovechan para arreglar los tragos. Esta es la última parada hasta Barahona, sin contar la que hacemos en medio de la nada para bailar y orinar entre cañas y cocuyos.
Azua es vieja, sucia y triste. La vida aquí es sufrida por un anónimo perro kakhi pidiendo bola a todos los carros que pasan sin importarle el destino, sólo desea salir de la desolación, olvidar el polvo, o por lo menos ser atropellado y reencarnar como una guazábara.
Llegando a Barahona nos recibe un tren cargado de cañas. Es el Sur hablándonos de la miseria del batey bajo el reino del machete, nos susurra en medio del estrépito de vagones la palabra zafra. Corremos a su lado tocando la bocina, no responde, tal vez lo maneja un sordo, tal vez lo maneja un muerto.
Check in en el Hotel Caribe. La habitación es grande con muebles de mimbre y rattan. Dejamos los bultos y salimos a disfrutar de la vida nocturna en Barahona. José Video está cerrado y no son la una. En otro lugar Michael Jackson le hace el coro a Anthony Santos. Nadie ha oído hablar de Agua Tónica. Un mural en la pared exhibe a Bin Laden como un marlin gigante y a Bush como a un mono subido en una palmera tratando de pescarlo. Todas las mujeres han huido, sólo quedan los viejos esperando la muerte y los niños esperando crecer para abandonar el pueblo a su suerte. Definitivamente, el Sur es hermoso, y los políticos sólo lo recuerdan en tiempos de elecciones para mandar sus feas caras en sus feos afiches y afear el paisaje.
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