sábado, diciembre 27, 2008
Season of Comfort
El invierno, definitivamente, es la temporada preferida por los humanos para el apareamiento. Nadie está immune a la secreción de ciertas glándulas lujuriosas; pero, ojo, no es algo tan leve, no es solamente corporal, es una sensación mucho más profunda, melancólica, que el simple mete y saca del placer efímero de la primavera; y todomundo sabe que el verano es la temporada de los divorcios.
Miguelo se levanta solo; solo come; solo mira los programas dominicanos transmitidos por Super Canal Caribe, repetidos ad infinitum, ¿cuántas veces puede alguien disfrutar de la reunión de los merengueros de los 80’s antes de notar los gallos en las voces, las arrugas en caras sin muelas, antes de sentir la tristeza del paso de los años sobre los ídolos de la infancia, y sobre uno mismo?; solo se va a la cama, y sin falta, se masturba dentro de una media deportiva que compra por paquetes en una tienda 99 cents; antes de cerrar los ojos suspira.
Miguelo es un hombre con una misión, conseguir pareja, no pasar esta nieve en soledad. Antes pasaba las navidades en Bonao, pero el diciembre pasado no pudo dormir por los apagones, explotó el transformador de la esquina, se tuvo que bañar con laticas todo el tiempo, lo asaltaron tres veces en diez días, adiós cadenas de oro, adiós anillo con el escudo nacional, adiós blue tooth desconectado, y le mataron a un amigo en un tiroteo que se armó en un festival de bachata.
La decision no fue tomada a la ligera, el anhelo nació con los últimos atardeceres de septiembre, fue creciendo con el paso del otoño. Las hojas acumuladas frente a la puerta de su sótano le anunciaban noches infinitas que empezaban a las 4 de la tarde. Cuando todos sus hermanos con sus esposas e hijos lo dejaron solo el día de su cumpleaños, pensó en voz alta, “Necesito una mujer."
Miguelo es un tipo inteligente. Bien sabe que esa mujer no va a tocar su puerta vendiendo biblias o tupper ware, invitándolo a unirse a la red millonaria de Amway; debe poner de su parte, salir a buscarla. Primer paso, mirarse desnudo en un espejo de cuerpo entero.
Aquel que gana diez dólares por hora en una bomba de gasolina sabe que sólo tiene un día libre a la semana, let them make the most of it. Miguelo despertó temprano, decidido a empezar el régimen de mucha agua, muchos vegetales, carnes y nueces, desayunó un Tropicana de naranja con pulpas. Se puso varios tshirts, un sweater de lana y empezó a mover brazos y piernas de una manera desordenada. Si un brechero miraba por la ventana sin cortinas de su sótano podia ver a un hombre caminando rápido de pared a pared; haciendo lagartijas, una, dos, tres, diez; abdominales sobre una colcha, una, dos, tres, diez; mancuernas de hierro para los biceps y antebrazos, uno, dos, tres, diez; marineros no, si saltaba un chin chin chocaba contra el techo.
Afuera de la barbería “Los Intocables” la nieve se acumulaba; adentro los barberos esperaban un receso de la tormenta para salir a palear y echar sal; iba a ser un día flojo. Dio mío, manda cliente, rezaban acabando con el Cashman de los Yankees. ¿Puedes creer que el gerente general de ese equipo basado en dinero se apellida Cashman?
“Tú sabe lo que e eso? 164 millones a ese hipopótamo, ojalá pase como con Pavano que no tiró una pelota, yo na má digo que eto no e la Liga Nacional.”
“Y otra ve el canto e cabrón de Girardi, parece que el puñetero se lo chupa al hijo de Steinbreiner.”
“Siéntate aquí primo”, le dice el barbero dueño a Miguelo, saltando al verlo entrar. “¿Qué le hago?”, le pregunta, sin importarle la respuesta, él solo sabe hacer un estilo, mientras le coloca la capa.
“Dame una pelaíta a la moda, mucho arriba y poco en lo lado, tú sabe, pa econde un poquito la calva.”
“Primo, uté no ta calvo na, un poco pelonsito, pero tú verá como queda como un muchachito de 15.”
“Y otra ve el canto e cabrón de Girardi, parece que el puñetero se lo chupa al hijo de Steinbreiner.”
“Siéntate aquí primo”, le dice el barbero dueño a Miguelo, saltando al verlo entrar. “¿Qué le hago?”, le pregunta, sin importarle la respuesta, él solo sabe hacer un estilo, mientras le coloca la capa.
“Dame una pelaíta a la moda, mucho arriba y poco en lo lado, tú sabe, pa econde un poquito la calva.”
“Primo, uté no ta calvo na, un poco pelonsito, pero tú verá como queda como un muchachito de 15.”
Chas chas chas, dijeron las tijeras.
Uuuummm uuuummm uuuuuummmmm, dijo la máquina haciendo el cerquillo.
Un nuevo corte de pelo necesita ropa nueva. Pero por favor Miguelo, ya es tiempo de que compres camisas, deja atrás ese brillo Armani Exchange, ya eres un hombre de cuarenta años. Ven, entremos a esta tienda. Mídete esta camisa de cuadritos rojos, el rojo le da vida a tu piel, no, no te la metas por dentro palomo, es por fuera que se usa; otra cosa, deja de estar comprando ropa un size más grande, vamos a comprarla a la medida. Sí, esa camisa verde te queda muy bien, ahora una negra y una blanca, mira qué linda está esta azul. Todas mangalargas, las mangacortas son para los mormones espías de la CIA en el Tercer Mundo. Pantalones que te queden bien, ¿tienes? Zapatos que no sean blancos, ¿tienes?
Segundo paso, mirar a su alrededor. La boricua del segundo piso es hermosa, pretty green eyes, pero si estuviera nadando en el mar ártico podría ser harponeada por un barco japonés, además tiene un niño, a little funny in the head, que se pasa las tardes aullando. En frente vive una mexicana no tan cuadrada, también viven 20 mexicanos, uno de ellos tiene que ser su hombre. La dominicana de al lado lo intimida, viste demasiado bien, botas botas botas, es muy educada, casa propia, y casi casi está seguro que ese hombre que viene los fines de semana no es un hermano. Hay otros especímenes, pero…
Tercer paso, salir a los lugares donde van las mujeres a beber, a bailar. En Nueva York, los hombres solteros van a los bares a ligar, la música a un volumen apto para "What's your name?" No los dominicanos, los dominicanos vamos a los restaurantes del alto Manhattan y del Bronx que no sirven comida, son una fachada para no pagar impuestos, I guess. En estos lugares, después de las nueve de la noche, nadie pide pollo, aquí se bebe, aquí se baila, aquí se goza. Miguelo entra al Montezuma con su primo Rubén, mala compañía. Rubén huele hasta delante de la abuela, siempre está acelerado. Una vez vivía con una hermana. Se trancó una semana a oler, cuando la hermana llegó de vacacionar en Santo Domingo, abriendo la puerta recibió un botellazo en la cabeza: él creía que era un agente del FBI que lo estaba videotapeando. Miguelo, esas mujeres vestidas de brillo alrededor de la pista de baile están trabajando, fíjate cómo los borrachos les pagan por cada bachata, private dancers. Ah, pero te vas a llevar una para tu sótano, buena suerte.
Acompañé a Miguelo y a la chimoltrufia hasta la casa. En el taxi ella empezó su trabajo para que cuando llegaran a la cama todo fuera bien rápido. No entré al sótano, no me gusta observar a los humanos en situaciones íntimas. Así que fui a ver a Miguelo al otro día, en la tarde. Lo encontré en la sala, un poco deprimido. Miguelo despertó solo, y en la cocina faltaba el microondas, la licuadora, la tostadora; y en su cartera, todo el efectivo, 166 dólares.
Miguelo es un optimista, después de este fracaso, no se descorazona. Decide seguir el consejo de su hermana Fe, y acompañarla a la iglesia. "A la parroquia van mucha mujere soltera, seria", le dijo ella. Y ese domingo, Miguelo entra a la casa del señor, en Queens, estrenando su camisa verde debajo del coat de plumas de ganso. Allá en la tarima el padre Pedro tenía un show hasta con máquinas de humo. Un coro de hombres vestidos con túnicas rojas cantaban himnos alabando la lealtad de Abraham dispuesto a sacrificar a su único hijo en el nombre de Jehová. Caminaron los paralíticos, escucharon los sordos, volaron palomas blancas, y varias almas se desmayaron. Pero en toda esta gloria Miguelo no pudo encontrar una mujer soltera menor de 57 años.
Picture by Rosángela Guerra.
domingo, diciembre 14, 2008
Dominican Twilight
Por fin llega Sr. Godot, tantos años esperándolo; pero veo que usted no es dominicano, usted no sabe lo que nuestros crepúsculos pueden hacer, ¿le digo?
En esa hora que, según Steinbeck, el tiempo se detiene para examinarse asimismo, la luz agoniza, la oscuridad naciendo, estaba en el semáforo de la 27 con Lincoln. Los vidrios abajo, fumaba contemplando el freezer gigante que en ese momento se abría lentamente, calentando un poquito más la atmósfera con su falso aire congelado, exhibiendo sus cervezas maquilladas de escarcha, haciendo salivar hasta a los evangélicos. Un tipo mira los carros, tocan bocinas sólo porque les gusta el ruido y quieren aportar su poquito al caos, me escoge, se acerca, los brazos cargados con periódicos:
“Barón, te vendo eto periódico pol 100 peso.”
Tal vez tengo cara de canillita, pensé. Tal vez un policía, o un ladrón, en Santo Domingo es lo mismo, me dio un tiro en la cabeza y mi cadáver salió en primera plana y este tipo me está haciendo el favor de conseguirme todos estos periódicos para que mis amigos y familiares me crean y además conserven un recuerdo como prueba irrefutable del suceso, pensé. El tipo tenía pinta de bebedor, pero, la verdad, yo estaba prejuiciado por su generosa oferta. Tal vez esos ojos rojos eran una forma benigna de conjuntivitis; ¿el olor a romo? Ay por favor, tal vez se acababa de beber un guarapo de caña, o un frío frío de anís del mono.
“¿Y qué coño voy hacé yo con to eso periódico?”
“Oh barón, dáselo a lo samigo.”
“Pero ven acá, ¿y ese no e el Diario Libre? Ese periódico e grati ademá.”
“Ta bien barón, te lo voá dejal pol 50 peso.”
“Echa un chin pallá, que me ta repirando arriba y ahorita choco.”
“E má barón, dame 20 peso, toma toma, engáñame.”
“Amigo, no me tire eso periódico arriba coñazo, que no quiero na.”
“Ok barón, te voá decila veldá, e que mi mamá cumpleaño y ta muriéndose en San Critóbal, y yo necesito lo cualto pal pasaje, barón ayúdame que somo dominicano y yo no quiero robá.”
Una de las esquinas en esta encrucijada caribeña es un supermercado por cada dos libras de carne molida un pollo podrido, la otra una plaza asomando su bancarrota, la otra un dealer de carros, la otra un edificio en construcción con problemas legales, y a mi lado un entrepreneur es de repente un mendigo; todo el panorama bajo la anestésica mirada de la Presidente.
El verde del semáforo y la musiquita de su Nokia fueron simultáneos. “Hola mi amol, ¿en La Venganza?, voy pallá, ¿el Mudo tahí?”, lo escuché decir antes de que fuera mi turno para doblar a la izquierda.
jueves, diciembre 11, 2008
Hermano Cerdo y las lecturas del 2008
miércoles, diciembre 10, 2008
Monday Street
Mi hermana vive en Monday Street
Athens, Tennessee
Su hijo teenager is in love
Con una niña de pelo amarillo
Parece sonámbulo.
Me pregunta si está muy vieja para chatear
Para navegar por la Infernet.
Mi hermano vive en Columbus Drive
New Jersey, el estado jardín
Antes del 9/11
En lugar de un hoyo
Veía las torres gemelas desde su ventana.
Mamá no quiere vivir con ellos
Yo soy su único hijo soltero.
Pero, yo tengo la presión bajita
Me siento cansao todo el tiempo
Además de esta irritación en los ojos
En la lengua
Y, claro, en los pulmones.
domingo, diciembre 07, 2008
August
Cada mañana yo la veía pasar por el frente de mi apartaestudio en un segundo piso. Un día miras por la ventana, ves a esta muchacha caminando, apenas notas el verde botella en pantalones y saquito. Al otro día lo mismo, ahora admiras el pelo negro rizo cubriendo un lado de la cara, virgen de tintes y tenazas calientes, cosa tan rara en República Dominicana donde todas las mujeres son rubias y pelirrojas. El miércoles sigues el vaivén de la silueta femenina, la delgadez con culo. Ya el jueves esperas un nuevo descubrimiento, por lo menos un chin de tetas; para el viernes crees percibir el aroma de su perfume.
La muchacha pasando por el frente de mi ventana se convirtió en costumbre, en rito. No era el destino, no traté de buscar un significado oculto en esta rutina. Simplemente ambos nos despertábamos a la misma hora, tomábamos los mismos minutos para el aseo mañanero; ella desayunaba, imaginé, jugo de china y pan tostado en sartén y un huevo duro, yo hacía y rehacía el nudo de la corbata mientras sudaba ante un abanico de pedestal; ella salía de su casa, que estaba cerca, yo encendía un cigarrillo en la ventana, justo en el crítico momento diario de abrir la puerta, respirar hondo y salir, o llamar al jefe e inventar una enfermedad o una muerte. El final del rito era el mismo, ella pasaba, yo la veía por unos segundos, y ella a pie, y yo en carro, entrábamos como autómatas al caos de agosto en la Núñez de Cáceres para llegar antes de las 8 a unos edificios sin ventanas a la calle a sufrir un nueve horas de desear estar en la playa.
Sólo había dos cosas por hacer, durar cinco minutos menos en el baño maldiciendo el nombre del día laboral y salir a esperarla allabajo.
La triste Alma de Auster en su Book of Illusions tenía un antojo en la cara que no impidió al protagonista enamorarse de ella. Pero yo no era un personaje de ficción creado por un gran escritor; yo era, soy, un enano de cuerpo y espíritu lleno de prejuicios y maldad engendrado durante un momento incómodo entre un borracho y una huérfana que no se amaban; y si hubiese sido un personaje de ficción hubiese estado más cerca, en ese tiempo, quiero creer, del ignorante padre en el Face de Munro, o del frívolo esposo de la hermosa Georgiana de Hawthorne. Yo olvidé las dulces palabras con las que iba a invitarla a entrar en mi carro, en mi vida. Yo me quedé mudo, sin poder evitar el asco que me invadió cuando vi la mancha verde, escamas infamando su persona desde la ceja izquierda hasta el principio del cuello. Ella lo notó, no pudo no notarlo, y esa mañana contribuí con el resto de los humanos a hacerla sentir fea, deforme, un fenómeno deseando unirse al circo de los hermanos Fuentes Gasca para mitigar su soledad con gente y animales infelices, para esconderse del mundo bajo la sombra generosa de la mujer cangrejo.
jueves, diciembre 04, 2008
She's from Honduras
Mi mujer entra en la guagua primero, haciéndose un lío para sacar la metrocard del rebú en la cartera, donde carga hasta una plancha, y otro lío para meterla en el lector magnético mientras la fila detrás de ella suspira y se desespera. Siempre es así, ella camina delante, yo la sigo. Cruza la calle rapidísimo cuando la mano mamey está parpadeando, y entonces se incomoda porque tiene que esperarme en el otro lado, con este viento. No me gusta correr; un hombre de 40 años se ve muy ridículo asustándose tirando un gritico cuando un maldito taxista pega un frenazo sonando la bocina, que en el Bronx como en todo el mundo los taxistas no respetan nada.
Mi mujer se sienta en el primer asiento vacío, de esos que hay que pararse cuando entra alguien en silla de ruedas; y en Nueva York hay tanta gente rota, con muletas y carritos para apoyarse y sillas que corren con baterías y parecen vespas. A veces no son paralíticos, sino simplemente obesos, especialmente las mujeres negras. Demasiado Burger King, demasiado KFC, y una cubeta de coca cola a cada hora.
Yo sigo para atrás, cerca de la puerta trasera. A pesar del molote de gente agarrada a los tubos, a pesar del iPod del teenager durmiendo con una bachata a todo lo que da, a pesar de la tos de la doña que debería estar en su cama arropada hasta la barbilla cobrando el cheque del Social Security, la escucho hablar con otra mujer que también cuida viejitos, como ella. ¿Usted la oye? Es la voz ronca, casi hermosa, enemiga de las des en la última sílaba; ella es de Honduras.
"Que tengo más de un mes que sólo duermo tres horas, dese que se mudaron en el piso de arriba esos condenaos jamaiquinos no he pegao los ojos antes de las cuatro."
¿Puede verla desde aquí? Es la que tiene el gorro rojo con rayas marrones, la de la narizota y el labio de abajo hinchado como si le hubiera picado una avispa. ¿Fea, verdad? ¿Qué le digo? En Santo Domingo no hubiera mirado a una mujer así, pero aquí en Nueva York uno se acoña, se amema, es este maldito frío le digo; uno va al supermercado una noche de viernes a comprar papel higiénico y pasta de dientes y una mujer le empieza a hablar a uno al lado de los melones y uno tiene cuatro meses que vino y uno trabaja 6 días a la semana en una bomba de gasolina de 8 de la mañana a 10 de la noche y uno vive con tres primos y un peruano en un sótano de una habitación rifando la cama los domingos y uno no puede ni hacerse una paja porque le tocan la puerta del baño cada dos minutos y es el primer invierno de uno aquí que es como decir el primer invierno en la vida de uno y esta mujer que es muy fea le dice a uno que le va a cocinar pescado con arroz con coco y que vive sola en un apartamento por Castle Hill, ninguna colina y ningún castillo, y cuando uno abre los ojos ya tiene tres meses viviendo con ella y preñada.
"Y yo le doy complains al lanlor pero él me dice que los jamaiquinos pagan a tiempo, y el doble que yo, porque yo tengo más de diez años viviendo en el building renta controlá y ese maldito reggae el día entero y la noche y la madrugaá y yo subo pero esos condenaos sólo hablan jamaiquino que no es inglés porque no se le entienee una sola palabra porque además están fundíos."
La niña no es tan fea como ella, tal vez tan necia como ella, por poco y digo negra. Una cosa me disgusta más que su fealdad, esa mala costumbre de ponerse a hablar con cualquiera que encuentra en su camino, cosas íntimas, como si fueran amigos de toda la vida. El otro domingo en el laundry agarró a una boricua y le enseñó hasta la cicatriz de la cesárea. Igualita a mis hermanas y a mi mamá en eso, que por cierto, no la soportan y dicen que ella me trata como si yo fuera un mierda, sin atenciones; pero yo creo que es porque ella es negra y fea y mi familia, me da pena decirlo, es media racista y clasista, como si pudieran serlo; parece que no se han visto en el espejo o no han ido a verificar el balance en sus cuentas bancarias o nadie les ha enseñado un libro de historia patria donde nunca ha aparecido un héroe con nuestro apellido.
"Entonces cuando estoy cogiendo un sueñito la rata en la cocina empieza a tumbar platos y cucharas, una rata más grande que una ardilla, se lo juro, y yo he pensao en un gato pero es que la cacá y el miao de gato hieden mucho y esos muchachos jamaiquinos dando saltos allarriba que a la mamá no le importa porque sólo quiere chichá y chichá y mi hermana tiene más de un año viviendo en mi casa también y no es porque está en mala situación ahora, es que con dinero o sin dinero, como dice la canción, ella me chupa la sangre y durmiendo casi desnúa en la sala, y yo no pego el ojo porque ese marío que yo tengo es dominicano y los dominicanos no son fáciles y no respetan hermanas ni primas ni amigas ni na."
Oiga esa vaina, ya salí yo en la letanía, un hombre al que sólo le gusta jugar dóminó, usted mata un gato un día y lo llaman matagatos. Es tan exacto como el Rolex que compré caliente y que tuve que vender cuando se le murió el papá: Primero los jamaiquinos, el landlord lleva un poquito, sigue la rata, la vagabunda de la hermana, y por último aparezco yo, y cuando aparezco me convierto en la figura principal, en un minuto anunciará a todo el que entienda español que me hieden los pies; por suerte ya llegamos a Pelham Bay. Nos vemos compadre, compadézcame, y un consejo de amigo, no se case.
revista
Último número de la revista diez pinos.
Si tienen la suerte de vivir en, o andar por, Argentina, cómprenla.
miércoles, diciembre 03, 2008
Revista
Los editores de antologías de poesía son como azafatas: intentan acomodar en el avión a la mayor cantidad de pasajeros, pero muchos de estos pierden el vuelo y el avión se retrasa porque hay que remover sus maletas. Por supuesto, muchos piensan que la metáfora que mejor describe a los editores de antologías de poesía es más bien la de pilotos, pero eso ya sería meternos en una larga discusión para la que no disponemos de espacio. Desde que empezamos con Ping Pong, fantaseábamos con publicar en un futuro lejano una antología de poesía contemporánea hispanoamericana titulada Rumbo a las Olimpiadas. Ahora que llegamos al noveno número, contamos con una gran cantidad de textos provenientes de varias latitudes y diversas escuelas estéticas con los que pudiéramos llenar un grueso volumen de poesía y llevar a cabo nuestro sueño. Sin embargo, no hemos encontrado ninguna editorial que asuma esta titánica encomienda. Por lo tanto, aprovechando el Internet, hemos publicado un proyecto de antología, que incluye a todos los poetas hispanoamericanos que han aparecido en la revista, al que pueden acceder por acá:
Este noveno número cuenta con una selección de poesía extraída de Argentina, Chile, El Salvador, Costa Rica, España, República Dominicana, Perú y México. Como ya es costumbre, incluimos una serie de artículos, entre ellos, uno sobre la aparición del gran pitcher dominicano Juan Marichal en un mítico poema de Lawrence Ferlinghetti, otro sobre un incidente escolar poético que envuelve a la poeta Carol Ann Duffy y uno más sobre lo que acontecerá cuando muera el antipoeta Nicanor Parra. También comentamos el hallazgo de una grabación con la voz de Alejandra Pizarnik, una explicación práctica de lo que es el Cento, una traducción acerca de la manera en que Raymond Carver descubrió la poesía, así como reseñas, comentarios y discusiones sobre poesía en general.
Esperamos que este número sea de su agrado. Hasta el año entrante.
Editores Frank Báez y Giselle Rodríguez Cid
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