sábado, abril 28, 2007
Otro Luka
5 hot dogs for breakfast
5 hamburgers for lunch
2 pizzas for dinner
Whipped Cream Donuts Doritos Muffins Pepsi
that must be the diet for the boy
living in the apartment upstairs.
Draw a little circle
Draw a bigger circle
Put the little one on top of the bigger one
Pure geometry
that is the figure of the boy
living in the apartment upstairs.
YOU FUCKING MOTHERFUCKER
YOU GOOD FOR NOTHING
CALL YOUR FATHER YOU FAT FUCK
I WISH YOU'D NEVER BEEN BORN
those are words for the boy
living in the apartment upstairs.
And you see the mother
holding hands with the boy in the street
And you come close to the mother
holding hands with the boy in the train
And you fall on your knees to beg her
"For Christ's sake, move from the apartment upstairs."
martes, abril 24, 2007
Mister Softee Melody
Los dos hombres están en la acera. Rasgos, gestos, esa forma de mirar a las mujeres que pasan, cada vez con menos ropa, pueden inducir al transeúnte a pensar que son sobrino y tío.
El tío mira al sobrino recordando cuando montaban caballos marrones en el Bonao de su infancia. El sobrino mira al tío pensando que con esos cabellos largos y ese pañuelito de amebas en la cabeza es igualito a Fher, el cantante de Maná. La hermosa tarde de primavera los mira a ambos.
El tío está visitando al sobrino en el Bronx, vive en New Brunswick, ese retazo de New Jersey, el estado jardín, hogar de la enfermera que asesinó a su esposo, descuartizó el cuerpo metiendo las partes en tres maletas Kenneth Cole que arrojó en Chesapeake Bay. La sórdida historia es referida por el tío al sobrino como otra excusa más para su soltería añeja. "Por eso e que yo no creo en la mujere, mira a mí, salgo una noche y voy a un bayú y le pago a una chimoltrufia do dólare por bachata la noche entera y depué me la llevo pa mi casa y cuando depierto al otro día me había robao la totadora y quiniento dólare, no ombe no." El sobrino abre la boca para refutar con mil historias diarias sobre hombres hijos de la gran puta, se queda callado, sabe que defender a las mujeres ante su tío es una causa perdida. El sobrino también sabe que el tío está solo, sin novia, no por el descubrimiento científico de un gen de maldad heredado por las mujeres a través de generaciones desde Eva, si no por palomo.
La calle está viva con niños en bicicletas, saltando la cuerda, o simplemente corriendo de aquí para allá sin saber qué hacer con tanto sol y tantos pajaritos cantando y esa luna tan parecida a un gajo de mandarina y tanta energía acumulada desde los últimos días de octubre. De repente se detienen, la niña saltando la cuerda se queda en el aire, la cuerda no toca el suelo; como en una historia de Steinbeck, el momento se asienta, da vueltas como una mosca, dura mucho más que un momento. Es el hechizo de la melodía pavloviana del camioncito de helados de Mister Softee. El tiempo despierta y los niños gritan y salivan y corren hacia la esquina cuando la mujer sale del edificio, sus tetas probando la resistencia del algodón en un t-shirt que dice "Puro Sabor Boricua ¿Pruebas?", se para al lado de los dos hombres y mirando hacia el tercer piso vocea: "PUÑETA CANTO E CABRÓN ¿QUE SI VA A QUERÉ AJJÓ CON HABICHUELA?"
El tío mira a la mujer con la intensidad de un león particularmente hambriento goloseando a una gacela particularmente robusta. La brutal metáfora hace al sobrino recordar que el tío es enfermo con Animal Planet, y lo invita a pasar el resto de la tarde en el zoológico, tan cerca.
El tío mira al sobrino recordando cuando montaban caballos marrones en el Bonao de su infancia. El sobrino mira al tío pensando que con esos cabellos largos y ese pañuelito de amebas en la cabeza es igualito a Fher, el cantante de Maná. La hermosa tarde de primavera los mira a ambos.
El tío está visitando al sobrino en el Bronx, vive en New Brunswick, ese retazo de New Jersey, el estado jardín, hogar de la enfermera que asesinó a su esposo, descuartizó el cuerpo metiendo las partes en tres maletas Kenneth Cole que arrojó en Chesapeake Bay. La sórdida historia es referida por el tío al sobrino como otra excusa más para su soltería añeja. "Por eso e que yo no creo en la mujere, mira a mí, salgo una noche y voy a un bayú y le pago a una chimoltrufia do dólare por bachata la noche entera y depué me la llevo pa mi casa y cuando depierto al otro día me había robao la totadora y quiniento dólare, no ombe no." El sobrino abre la boca para refutar con mil historias diarias sobre hombres hijos de la gran puta, se queda callado, sabe que defender a las mujeres ante su tío es una causa perdida. El sobrino también sabe que el tío está solo, sin novia, no por el descubrimiento científico de un gen de maldad heredado por las mujeres a través de generaciones desde Eva, si no por palomo.
La calle está viva con niños en bicicletas, saltando la cuerda, o simplemente corriendo de aquí para allá sin saber qué hacer con tanto sol y tantos pajaritos cantando y esa luna tan parecida a un gajo de mandarina y tanta energía acumulada desde los últimos días de octubre. De repente se detienen, la niña saltando la cuerda se queda en el aire, la cuerda no toca el suelo; como en una historia de Steinbeck, el momento se asienta, da vueltas como una mosca, dura mucho más que un momento. Es el hechizo de la melodía pavloviana del camioncito de helados de Mister Softee. El tiempo despierta y los niños gritan y salivan y corren hacia la esquina cuando la mujer sale del edificio, sus tetas probando la resistencia del algodón en un t-shirt que dice "Puro Sabor Boricua ¿Pruebas?", se para al lado de los dos hombres y mirando hacia el tercer piso vocea: "PUÑETA CANTO E CABRÓN ¿QUE SI VA A QUERÉ AJJÓ CON HABICHUELA?"
El tío mira a la mujer con la intensidad de un león particularmente hambriento goloseando a una gacela particularmente robusta. La brutal metáfora hace al sobrino recordar que el tío es enfermo con Animal Planet, y lo invita a pasar el resto de la tarde en el zoológico, tan cerca.
jueves, abril 19, 2007
5 boroughs
Te digo que Queens es nice
pero el Bronx es the best
si te gustan los paisajes con chimeneas.
Te digo que Staten Island es nice
pero el Bronx es the best
si deseas que tu hija se llame Yualeska.
Te digo que Brooklyn es nice
pero el Bronx es the best
si disfrutas del reggaetón y sus balaceras.
Te digo que Manhattan es nice
pero el Bronx es the best
si prefieres el zoológico a los museos.
Te digo que el Bronx es the best
que el Bronx es the best
mami, please, tell me
what else do you want me to tell you?
domingo, abril 15, 2007
El Indio Amazónico
Sufro de impotencia sexual, depresión, dolor de cabeza; no he encontrado un buen trabajo; tengo muchas deudas; me han abandonado, desconfío de mi pareja, quiero que mi pareja cambie, quiero encontrar la felicidad en mi hogar; no me rinde el dinero.
Además se me cae el cabello; tengo náuseas, vomito mucho; casi no duermo; tengo extrañas manchas en la piel; me mantengo nervioso, de mal genio y con deseos de beber mucho romo; estoy pasando por momentos de angustia, con ganas de llorar o quitarme la vida o ambos.
Leyendo un anuncio en El Diario descubrí la razón de todos mis problemas: he sido víctima de un salamiento, de una brujería. Por eso he decidido visitar al Indio Amazónico, que hace toda clase de trabajos espirituales, incluyendo los que los otros no han podido hacer y cura con el poder de la Naturaleza, de Dios, de la Virgen y de un chivo negro llamado Conejo que rebuzna.
El Indio Amazónico es un famoso parasicólogo, espiritista, coreógrafo de patos, mentalista, plomero, consejero espiritual y sentimental y, aunque nunca ha estudiado nada, en su país de origen ejercía de doctor y de abogado notario. Lee el tarot, los ojos, las manos, la lengua; amaestra insectos, especialmente avispas; dice todo, si mi pareja me traiciona y con quién; embalsama tortugas; prepara resguardos para la buena suerte, salud, dinero, amor y trabajo; envenena perros vecinos que se pasan la noche entera ladrando; trae pronto a la pareja amada ausente, arrepentida, pidiendo perdón y sexo; diseña letrinas; inyecta hormonas de gallo en el glande para la potencia sexual, eterna juventud y larga vida; pinta casas y verjas; saca loterías, brujerías y tesoros enterrados; da ideas; colecciona fetos; limpia chamanicas con agua de oro para la buena suerte rápida, secretos y amarres de amor eterno o temporal; prepara talismanes con imán del dinero, el sígueme sígueme, el quiéreme quiéreme, la querendona y muchos otros.
Y parece que hay mucha gente latina sufriendo de males tan terribles como la ignorancia, el negocio de curandero, digo, de Ser Divino con pinta de charlatán, es próspero. El Indio Amazónico tiene locales en Nueva York, Colombia y Los Ángeles. Déjame llamar rápido para hacer mi cita, me salvé.
Además se me cae el cabello; tengo náuseas, vomito mucho; casi no duermo; tengo extrañas manchas en la piel; me mantengo nervioso, de mal genio y con deseos de beber mucho romo; estoy pasando por momentos de angustia, con ganas de llorar o quitarme la vida o ambos.
Leyendo un anuncio en El Diario descubrí la razón de todos mis problemas: he sido víctima de un salamiento, de una brujería. Por eso he decidido visitar al Indio Amazónico, que hace toda clase de trabajos espirituales, incluyendo los que los otros no han podido hacer y cura con el poder de la Naturaleza, de Dios, de la Virgen y de un chivo negro llamado Conejo que rebuzna.
El Indio Amazónico es un famoso parasicólogo, espiritista, coreógrafo de patos, mentalista, plomero, consejero espiritual y sentimental y, aunque nunca ha estudiado nada, en su país de origen ejercía de doctor y de abogado notario. Lee el tarot, los ojos, las manos, la lengua; amaestra insectos, especialmente avispas; dice todo, si mi pareja me traiciona y con quién; embalsama tortugas; prepara resguardos para la buena suerte, salud, dinero, amor y trabajo; envenena perros vecinos que se pasan la noche entera ladrando; trae pronto a la pareja amada ausente, arrepentida, pidiendo perdón y sexo; diseña letrinas; inyecta hormonas de gallo en el glande para la potencia sexual, eterna juventud y larga vida; pinta casas y verjas; saca loterías, brujerías y tesoros enterrados; da ideas; colecciona fetos; limpia chamanicas con agua de oro para la buena suerte rápida, secretos y amarres de amor eterno o temporal; prepara talismanes con imán del dinero, el sígueme sígueme, el quiéreme quiéreme, la querendona y muchos otros.
Y parece que hay mucha gente latina sufriendo de males tan terribles como la ignorancia, el negocio de curandero, digo, de Ser Divino con pinta de charlatán, es próspero. El Indio Amazónico tiene locales en Nueva York, Colombia y Los Ángeles. Déjame llamar rápido para hacer mi cita, me salvé.
jueves, abril 12, 2007
The Lost Coat
El hombre abre los ojos y su primer pensamiento es marítimo; el segundo es un dolor de cabeza; el tercero es una úlcera; el cuarto es un pie torcido; el quinto es la muerte de Vonnegut; el sexto es desasosiego por la pérdida de un amigo más fiel que un perro. Un amigo que, sin necesitar que se le recoja la mierda, le ayudó a pasar su primer invierno en Nueva York, protegiéndolo de las tormentas de nieve, del viento de hielo, de la lluvia y los granizos. "Ay ay ay ayyyyyyy, qué fuerte boté el cou", se lamenta en voz alta, tapando los ojos, en vergüenza, con la mano derecha mientras con el pulgar y el índice aprieta sus sienes.
Qué terrible sensación no recordar eventos recientes, de apenas horas. Tratar de unir momentos para rehacer la continuidad de la noche, obteniendo flashes, antes es después y después es nunca, que incrementan la incertidumbre.
Come in.
Careful with those darts honey.
Look at that, a massage line.
Don't smoke near that pregnant girl.
You're talking in spanish to everybody, and very fast too.
Please to meet you.
Where the hell are all the coats?
Let's walk fast.
Yes, it's really chilly out here.
Look, we're there.
That red tree has to be plastic.
Where are you from?
London.
Panic on the streets of London.
And you?
Santo Domingo.
What a coincidence.
I'm sorry.
Who the hell likes balloons?
I think I stink.
It's not you, it's the singer.
What's that?
A very big party.
I told you.
Look at the ceiling.
Look at the floor.
Look at the glass.
Let's get through that door.
Yeah, I can smell.
You don't have to go to the bathroom, come on, I'll show you.
Nobody cares.
I think I am up there that chandelier.
El hombre recuerda por último unos escalones de metal; naranjas al lado de una botella roja; en la penumbra, los ojos de una amiga que no perdona; una estación de tren, un mapa electrónico, pero no el trayecto; la voz querida de una amiga desde Punta Cana; el amanecer en Pelham Bay Park cuando el frío le obliga a extrañar su abrigo perdido, no, olvidado, posiblemente al lado de una cuenta en algún bar del East Side.
"Ay ay ay ayyyyyyy, qué fuerte boté el cou", le confiesa a su tío por teléfono.
"¿Que botate el cou?", repite el tío como un loro, ansioso por acabar la conversación para llamar a varios estados norteamericanos y a la isla. El tío es taxista; el día entero detrás de un guía recorriendo una y otra vez los mismos lugares horribles, con un celular gratis los fines de semana, provoca en él una indiscreción sólo comparable a su aburrimiento.
"¿Que botate el cou?", llama su mamá desde Tennesse.
"¿Que botate el cou?", llama una tía desde Providence.
"¿Que botate el cou?", llama su abuela desde Bonao.
"¿Que botate el cou?", llama una prima desde New Jersey, invitándolo a vivir con ella, aunque no debe beber porque maneja un bus escolar vive una vida buena allá, bien rica, bien chévere.
A ninguna le importa el abrigo, detrás de la misma pregunta, de la misma inflexión de voz, está el temor de saber que su hijosobrinonietoprimo anda inconsciente, vulnerable, en medio de una horda de dementes, borrachos, tecatos, prostitutas, pederastas, centauros, chulos, payasos, onanistas, satánicos, ninfas, asesinos, violadores, ladrones, medusas, terroristas, policías, narcos, racistas, vampiros, republicanos peinando las madrugadas newyorkinas en busca de víctimas vírgenes y promiscuas para sus sacrificios a Baco.
El hombre tiene la edad de conmoverse ante las demostraciones de amor genuino, a todas les dice te quiero mucho y trata de volver a dormir, con la esperanza de despertar sin el malestar y el letargo de la resaca, o sin sentir, en las palabras de Thomas Mann, esta desilusión y este doble vacío con que pagamos la intoxicación y los excesos.
Qué terrible sensación no recordar eventos recientes, de apenas horas. Tratar de unir momentos para rehacer la continuidad de la noche, obteniendo flashes, antes es después y después es nunca, que incrementan la incertidumbre.
Come in.
Careful with those darts honey.
Look at that, a massage line.
Don't smoke near that pregnant girl.
You're talking in spanish to everybody, and very fast too.
Please to meet you.
Where the hell are all the coats?
Let's walk fast.
Yes, it's really chilly out here.
Look, we're there.
That red tree has to be plastic.
Where are you from?
London.
Panic on the streets of London.
And you?
Santo Domingo.
What a coincidence.
I'm sorry.
Who the hell likes balloons?
I think I stink.
It's not you, it's the singer.
What's that?
A very big party.
I told you.
Look at the ceiling.
Look at the floor.
Look at the glass.
Let's get through that door.
Yeah, I can smell.
You don't have to go to the bathroom, come on, I'll show you.
Nobody cares.
I think I am up there that chandelier.
El hombre recuerda por último unos escalones de metal; naranjas al lado de una botella roja; en la penumbra, los ojos de una amiga que no perdona; una estación de tren, un mapa electrónico, pero no el trayecto; la voz querida de una amiga desde Punta Cana; el amanecer en Pelham Bay Park cuando el frío le obliga a extrañar su abrigo perdido, no, olvidado, posiblemente al lado de una cuenta en algún bar del East Side.
"Ay ay ay ayyyyyyy, qué fuerte boté el cou", le confiesa a su tío por teléfono.
"¿Que botate el cou?", repite el tío como un loro, ansioso por acabar la conversación para llamar a varios estados norteamericanos y a la isla. El tío es taxista; el día entero detrás de un guía recorriendo una y otra vez los mismos lugares horribles, con un celular gratis los fines de semana, provoca en él una indiscreción sólo comparable a su aburrimiento.
"¿Que botate el cou?", llama su mamá desde Tennesse.
"¿Que botate el cou?", llama una tía desde Providence.
"¿Que botate el cou?", llama su abuela desde Bonao.
"¿Que botate el cou?", llama una prima desde New Jersey, invitándolo a vivir con ella, aunque no debe beber porque maneja un bus escolar vive una vida buena allá, bien rica, bien chévere.
A ninguna le importa el abrigo, detrás de la misma pregunta, de la misma inflexión de voz, está el temor de saber que su hijosobrinonietoprimo anda inconsciente, vulnerable, en medio de una horda de dementes, borrachos, tecatos, prostitutas, pederastas, centauros, chulos, payasos, onanistas, satánicos, ninfas, asesinos, violadores, ladrones, medusas, terroristas, policías, narcos, racistas, vampiros, republicanos peinando las madrugadas newyorkinas en busca de víctimas vírgenes y promiscuas para sus sacrificios a Baco.
El hombre tiene la edad de conmoverse ante las demostraciones de amor genuino, a todas les dice te quiero mucho y trata de volver a dormir, con la esperanza de despertar sin el malestar y el letargo de la resaca, o sin sentir, en las palabras de Thomas Mann, esta desilusión y este doble vacío con que pagamos la intoxicación y los excesos.
miércoles, abril 04, 2007
Convergence
Después de un tiempo necesitando una alarma para despertar los días de trabajo, el cerebro se acostumbra a hacerlo por sí mismo. Me levanto como un autómata chocando con la misma mesita de noche; en el baño tomo la misma cantidad de minutos para la higiene del cuerpo; voy a la cocina en toalla temblando del frío y agarro un pan de hot dog con queso de papa, a veces uvas verdes; me visto de obrero cumplidor masticando las noticias anti Palestina de CNN. Exactamente a la misma hora camino hacia la parada del tren fumando un cigarrillo.
Llego con el tiempo justo para ignorar a la triste mujer ofreciendo Atalayas, pasar la metrocard, subir los escalones y entrar en el tren expreso. Adento del vagón, extraños con caras familiares, grupos secundarios de hombres y mujeres que de tanto verse se consideran conocidos, levantando los pies con la sincronización de una coreografía ensayada cuando una mujer deja caer un cartón de leche y el líquido blanco se bifurca infinitamente con los movimientos del tren convergiendo en el lienzo del piso negro con pinticas rojas moradas creando un cuadro abstracto con vida propia digno de Jackson Pollock.
El viernes era Hemingway. El tren, antes de ser subterráneo, recorre el Bronx, pobre y feo; me duele mirarlo, mejor estoy en una pradera africana, indignado con un hombre cuya cobardía ante un león muy grande, herido, le hace perder el amor de una mujer muy linda.
En la 125 hacía el transfer al tren 6. En la plataforma, todas las mañanas, una mujer muy linda espera. Cada día, detrás de ella, tomaba la resolución de hablarle; decirle lo linda que es, cuánto me gustaría pasar la mano por su cara, que mi misión en esta vida es hacerla reír desnuda; convencerla que me ayude a mejorar mi descendencia; explicarle mil teorías con la misma conclusión feliz. Engañarla.
Mucha gente entre ella y yo, mini molote, empujadera. Una negra muy grande, con un yeso en el antebrazo, agarra a la mujer muy linda por el cuello del abrigo: "Don't push me you biaitch." La mujer muy linda trata de zafarse de la garra recibiendo el primer golpe en la cara, y otro con el yeso haciéndola caer. "Keep your head down you biaitch", le grita la negra muy grande. La gente que no pudo entrar al tren se aleja de la pelea. Nadie interfiere, nadie quiere ser testigo en la corte, algunos miran de reojo, otros continúan leyendo el New York Post, ni un policía. La mujer muy linda trata de pararse sólo para ser golpeada otra vez en la cara, sangre. "Keep your head down you biaitch." Yo no puedo aguantar más, olvidando el inglés me enfrento a la negra muy grande: "No le dé má coñazo." La negra muy grande me mira con ojos rojos de odio y, literalmente, ruge.
Lo último que recuerdo es que estoy corriendo, en pánico, creo que con un gritico, hacia los escalones, hacia la salida, hacia la calle y me meto de cabeza en un taxi conducido por un africano.
Llego con el tiempo justo para ignorar a la triste mujer ofreciendo Atalayas, pasar la metrocard, subir los escalones y entrar en el tren expreso. Adento del vagón, extraños con caras familiares, grupos secundarios de hombres y mujeres que de tanto verse se consideran conocidos, levantando los pies con la sincronización de una coreografía ensayada cuando una mujer deja caer un cartón de leche y el líquido blanco se bifurca infinitamente con los movimientos del tren convergiendo en el lienzo del piso negro con pinticas rojas moradas creando un cuadro abstracto con vida propia digno de Jackson Pollock.
El viernes era Hemingway. El tren, antes de ser subterráneo, recorre el Bronx, pobre y feo; me duele mirarlo, mejor estoy en una pradera africana, indignado con un hombre cuya cobardía ante un león muy grande, herido, le hace perder el amor de una mujer muy linda.
En la 125 hacía el transfer al tren 6. En la plataforma, todas las mañanas, una mujer muy linda espera. Cada día, detrás de ella, tomaba la resolución de hablarle; decirle lo linda que es, cuánto me gustaría pasar la mano por su cara, que mi misión en esta vida es hacerla reír desnuda; convencerla que me ayude a mejorar mi descendencia; explicarle mil teorías con la misma conclusión feliz. Engañarla.
Mucha gente entre ella y yo, mini molote, empujadera. Una negra muy grande, con un yeso en el antebrazo, agarra a la mujer muy linda por el cuello del abrigo: "Don't push me you biaitch." La mujer muy linda trata de zafarse de la garra recibiendo el primer golpe en la cara, y otro con el yeso haciéndola caer. "Keep your head down you biaitch", le grita la negra muy grande. La gente que no pudo entrar al tren se aleja de la pelea. Nadie interfiere, nadie quiere ser testigo en la corte, algunos miran de reojo, otros continúan leyendo el New York Post, ni un policía. La mujer muy linda trata de pararse sólo para ser golpeada otra vez en la cara, sangre. "Keep your head down you biaitch." Yo no puedo aguantar más, olvidando el inglés me enfrento a la negra muy grande: "No le dé má coñazo." La negra muy grande me mira con ojos rojos de odio y, literalmente, ruge.
Lo último que recuerdo es que estoy corriendo, en pánico, creo que con un gritico, hacia los escalones, hacia la salida, hacia la calle y me meto de cabeza en un taxi conducido por un africano.
Painting by Jackson Pollock.
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