jueves, mayo 15, 2008
RESTSTOP
Por fin las nubes se abren
el sol de las 6 de la tarde
cae sobre el letrero verde
WILMINGTON
PHILADELPHIA
NEWARK
BALTIMORE
a la izquiera el deprimente parqueo
de una parada gringa en la carretera
difamando el nombre de Whitman
tan descolorida
tan desteñida
tan políticamente correcta
como un demócrata de Delaware
incapaz de decir Bush Sucks
incapaz de decir Fuck Bush
o por lo menos escupir la cara
de un republicano que votó
contra el Medicaid para los niños pobres.
AMERICAN PRIDE
en todas partes
en esos camiones de diez toneladas
en esas Harleys full de estrellas y barras
en los hamburgers y papas fritas
en las manos de esa mujer
morbosamente obesa
que camina tres pasos, se para
STOP
REST
camina tres pasos, se para
STOP
REST
para evitar un infarto
STOP
REST
y en la guagua
en un asiento para dos
sólo para ella
sus pensamientos
vidrios en el cerebro
la esperan
I'm tired of touching myself
I wanna be loved by anybody
I'm so ugly
I wanna die today
y el chofer chino
con su cuerpo de apio
odiando cada onza de esa mujer
who let herself go
ponequita el pie del acelerador
desesperado por llegar a Washington
I'm tired of touching myself
I wanna be loved by anybody
I'm so ugly
I wanna die today
y el chofer chino
con su cuerpo de apio
odiando cada onza de esa mujer
who let herself go
ponequita el pie del acelerador
desesperado por llegar a Washington
ponequita el pie del acelerador
desesperado por llegar al LI HO FOOD
donde en una mesa con mantel rojo
bajo una lámpara amarilla
una sopa de zanahorias
un plato de arroz sin salaceite
y un pollo con una ligera salsa
de ajo
de jengibre
de vinagre balsámico
de pedacitos tiernos, no quemados,
de cáscaras de naranja.
desesperado por llegar al LI HO FOOD
donde en una mesa con mantel rojo
bajo una lámpara amarilla
una sopa de zanahorias
un plato de arroz sin salaceite
y un pollo con una ligera salsa
de ajo
de jengibre
de vinagre balsámico
de pedacitos tiernos, no quemados,
de cáscaras de naranja.
martes, mayo 13, 2008
Six Flags Back Pack
Después de una sobredosis de cariño familiar en un cumpleaños barbecue en Queens con niños saludables y una abuela sorda y dos chihuahuas en calor y hasta una cotorra sin greencard, el hombre llega a su sótano con ganas de disfrutar de su soledad. Una soledad atenuada por un juego de pelota en la TV pantalla plana de 120 pulgadas, por el video de una gallina que perrea y lee las barajas en Youtube, por una cubeta de helado de chocolate Häagen-Dazs, por medio litro de Dewar's y el atractivo futuro de poder dormir por lo menos hasta las 4 de la tarde; estaba lloviendo y al otro día estaba libre.
El timbre de la puerta amenaza seriamente la velada. Tal vez es la boricua de la esquina, la del t-shirt "Sabor Boricua ¿PRUEBAS?"; él no quiere probar porque, ya se sabe, cuando un hombre y una mujer se acostumbran a dormir juntos en una ciudad grande y solitaria y cara como Nueva York están muy cerca de esa conversación, en la que nada tiene que ver el amor, donde la lógica ventaja financiera de sólo pagar una renta los induce a compartir el closet, el arroz y la gripe. Se acerca lentamente a la puerta, mira por el ojo...
—Muchacho, ¿y qué tú hace aquí?
—Tío, mamá no me abre la puerta, ¿tú ta solo Tío?, ¿puedo dormí aquí?
—Entra, entra, que ta entrando to el agua. Qué aguacero Virgen de la Altagracia.
—Parece que mamá se tomó la patilla pa dormí, no me abre.
—¿Y tú no tiene llave?
—La boté. Tío, ¿y qué e lo que tiene mamá? Sólo quiere viví durmiendo y no habla con nadie y siempre ta deprimía.
—Sí mijo, "pain makes you lonely", ecribió Philip Roth.
—What?
—Nada nada, ¿y qué e to eso?
—Ah que taba en Six Flags.
—Vaya, ¿y te ganate to eso?
—Tío, yo soy del Bronx, to eso me lo robé.
—¿Que te lo robate? ¿Y no te agarraron?
—No ombe, tú ve, primero agarré el mono y la mano gigante y depué bajé una mochila y metí to adentro y me puse la mochila y salí caminando como si nada.
—¿Y ese perro tan grande?
—El perro fue lo má difícil porque taba una china ahí y taba detrá del counter, pero en un decuido metí la mano y salí abrazao con él, mira eso, e casi de mi tamaño.
—¿Y pa qué diablo tú te robate to eto peluche?
—Pa regaláselo a la chamaquita.
—Sigue ahí que tú va muy bien, deja que te agarren pa que tú vea.
—No ombe, esa compañía ganan mucho dinero y a lo empleado no le importa que le roben.
—No le importa que le roben, no le importa que le roben, no le importa que le roben; yo nada má te digo que yo no soy una compañía que gana mucho dinero, que se me perdieron 50 dólare el otro día y tú y Jimmy pasaron por aquí ese día.
—Ay no Tío, yo a ti no te robo.
—Yo a ti no te robo, yo a ti no te robo, yo a ti no te robo; nada má te digo que si usted mata un gato un día y otro día aparece un gato muerto usted es el principal sospechoso; yo no quisiera que se me perdieran mi iPhone o mi laptop o la camarita digital Canon que me robé, digo, que compré el otro día en Best Buy.
—No tío.
—Bueno, ve saca una toalla de ese closet pa que te seque. ¿Tú tiene hambre?
—Ay sí Tío, I'm starving.
—Bueno, sécate o si quiere bañate ve y báñate en lo que yo te frío uno totone con salami.
—Totone con salami, YES!!!
—Yo sé que tú ere una bestia.
—¿Tío, tú quiere la mochila?
—Deja ve, sí dámela que ahí viene el verano y a mí me guta i lo domingo a Coney Island.
martes, mayo 06, 2008
El New Yorker
Definitivamente, ya soy un New Yorker.
Voy caminando con mi iPod por St. Marks
entre sombreros de paja y peinados punk
cuando frente al teatro Pearl presentando
"The Importance of Being Earnest"
este extraño se para delante de mí
bloqueando mi paso
con la intención de preguntarme algo.
Yo lo esquivo siguiendo mi camino sin mirar atrás
porque, yo no sé direcciones
lo único que puedo decirle es
"5 train that way man"
y él tiene una cara de tren F.
Además,
cuando Walt Whitman escribió eso de "Stranger, why should I not speak to you?"
no habían tantos palomos pidiendo cigarrillos y una Marlboro no costaba 7 dólares.
Además,
¿no puede estar mi cerebro ocupado con la incógnita de si en Paragüay vive gente?
¿No puede estar mi cerebro ocupado con la incógnita de por qué algunos suizos
se enganchan a guardia en el Vaticano?
Además,
¿no tengo derecho a no querer hablar?
¿No puedo mantener un voto de silencio por una hora?
¿No hablé tanto anoche que ahora las palabras no significan nada?
Además,
¿no va ahí una rubia igualita a Chloë Sevigny, que tal vez es Chloë Sevigny,
bebiéndose una botella de Pepto-Bismol?
Además,
¿soy acaso un personaje de Tennessee Williams dependiendo de la bondad de los extraños?
Además,
¿y si este extraño es un brujo o un hipnotizador y mañana despierto en Eldorado, Texas,
con el líder de la Iglesia Fundamentalista de Jesús Cristo de los Últimos Santos
asegurándome la gloria eterna si me acuesto con muchachitas de 11 años
o me lo dejo mamar de un viejo de 90?
Además,
¿no reporté ya mis impuestos por primera vez y hasta me devolvieron casi mil dólares?
¿No tengo ya una greencard que me da derecho a ser un indeseable?
Además,
en este mismo momento Kurt Kobain canta
you're face to face with the man who sold the world
y yo, aparte de ser supersticioso y creer en los significados ocultos de las coincidencias,
no quiero hacerle un desaire a un muerto.
Me alegro mucho cuando doblo en la Segunda Avenida y la mirada del extraño se rompe.
También me comportaría como un New Yorker si decido convertirme en el extraño
preguntándole yo a cualquiera que vaya con un iPod:
"Wanna go to Coney Island?"
viernes, mayo 02, 2008
Man riding a Burro
El matrimonio presenta 11 hijos, 5 varones y 6 hembras. Que ninguno se haya muerto en la barriga o durante el parto o en la temprana infancia es un milagro de la sobrevivencia de los muertos de hambre tercermundistas. La mujer se cuidaba tanto que en el último embarazo rompió fuente mientras cocinaba la cena del marido, y aun así tuvo la entereza de vocear:
-CABO PERE, DIGA RÁPIDO SI VA A QUERÉ ETO PLÁTANO CON HUEVO O CON SALAMI QUE TOR CASI PARIENDO.
El hombre es ahora sargento de la marina, retirado, pero desde que recuerda ha sido conocido como el Cabo Pere. Y el Cabo Pere nació con la ayuda de una comadrona en la loma y se crió en la loma. Yo me pasé una temporada en el Candongo, una crecida del Yuna transformó una aventura de fin de semana en una pesadilla de un mes, y puedo decirte cómo era, o es, la vida de un campesino dominicano. Una vida hija de la gran puta, donde la soledad y el duro trabajo diario te acompañan desde niño y no te permiten ni siquiera el consuelo de un amigo imaginario, tal vez un perro. La casa vecina queda a varios kilómetros de caminos entre cuestas de lodo porque siempre va a llover, y está lloviendo. La falta de energía eléctrica es penumbra de jumeadora, es silencio profundo a veces atenuado por un radito de pilas con Radio Santamaría y los acordes despechados de una bachata o alguna noticia trágica que habla de algo tan lejano y extraño como la vida en La Vega o en Santiago o en Saturno. Los hombres son serios, una pelea de gallos puede terminar con un machete en una cabeza. Plagiando a Pound puedo decirte a ti, generación del consumismo y del Infernet y de la inconformidad, maldito niño que nunca serás un hombre actuando como si el mundo te debíera algo, que yo he visto a los campesinos trabajando bajo el solazo o el aguacero, que yo he visto a sus familias analfabetas con bocas sin dientes y que nunca he escuchado sus risas, mucho menos sus quejas, y tú compras zapatos todas las semanas, y yo compro zapatos cuando me hacen falta, y ellos pescan jaivas en los ríos y siempre andan descalzos.
El Cabo Pere quedó huérfano de madre a los pocos años, una apendicitis tratada como una indigestión, con una amarga infusión de sábila, la hizo agonizar sola escuchando a un pájaro carpintero picotear una palmera mientras el esposo y los dos hijitos araban la tierra para sembrar maíz; regresaron al rancho con un hambre de atardecer, encontraron el fogón tan frío como a la mamá. Pocas fueron las lágrimas, pocos los sentidos pésames, mucha la lucha para bajar el ataúd hacia el cementerio de Los Quemaos. Ahora mismo, donde está enterrada la mujer, hay una mata de coco.
Pero bueno, basta de cosas tristes, a mí me gusta que la gente ría cuando cuento un cuento, déjame ver si encuentro alguna anécdota simpática durante la niñez y la adolescencia del Cabo Pere... No, lo siento, deja de leer, no la encuentro. Muere el papá de una insolación o de pulmonía o un caballo le dio una patá, who cares, y el Cabo Pere es la imagen del infierno de Dostoievsky, una sombra de 17 años bajando montado en una sombra de burro a vivir en una sombra de pueblo llamado Bonao siguiendo al hermano que trabajará matando pollos en el mercado hasta reunir un dinero para un pasaje de clase turística en una yola para Puerto Rico para de nuevo matar pollos en Aguadillas hasta reunir un dinero para un certificado de matrimonio con una boricua y por fin saltar a recoger dólares y cadenas de oro en las cunetas de Nueva York.
El Cabo Pere ya está en Bonao, todavía hiede a hojas. Imagina a un hombre joven con el vocabulario de un niño, medio bruto, de 6 años, que ha vivido toda su vida rodeado sólo por su papá, su hermano y otros mamíferos, de repente cruzando calles entre bocinas de carros y maldiciones de choferes; caminando alrededor de un parque donde una banda de música toca en una glorieta adornada con luces navideñas compadre Pedro Juan baile el merengue que las muchachas de Bonao son bonita y bailan bien pero tienen un defecto pues se ríen de to el que ven chupando helados sacando sus lenguas; ahora imagina que una de esas muchachas, no la más linda, tal vez la peor vestida, sí la más bruta, lo mira se queda mirándolo. Para este hombre joven, más o menos en salud si obviamos sus caries, cuyo único contacto placentero ha sido con sus manos y con alguna mula, esa muchacha es ya su esposa.
Ahora te voy a decir algo sobre esa muchacha. Primero debo advertirte que no conozco bien su historia; según me dijeron era del Sur, de la zona más pobre de un país pobre. Llegó a Bonao con el resto de la manada, y perdona, pero es que la vida de esta clase de gente es semejante a la de una manada de bestias donde nadie le dice a nadie te quiero y las demostraciones de amor no existen más allá de un plato de arroz con habichuelas; donde hay un macho alpha que tiene sexo con todas las hembras, de hecho, un sobrino de ella era también su hermano. Es una vida de animales con harapos, y lo más lógico es querer escapar, y esa vía de escape era el futuro Cabo Pere, en ese momento aprendiz de sastre ganando lo suficiente para una casucha en Juma, y donde come uno comen dos.
Así que el Cabo Pere piensa, no, el verbo es excesivo, se engancha a la Marina. Después de varios meses de lagartijas sí señor y ejercicios con armas de fuego sí señor que no tendrán ninguna utilidad futura en estos hombres sí señor que no sean el asesinato o el suicidio inducidos por los celos y el ron sí señor sí señor, regresa a Bonao con un uniforme blanco. En su comportamiento se puede adivinar que el campesino de la loma ha conocido la playa y enriquecido su léxico con palabras marinas (langosta al ajillo, la marea ta baja, tiren el ancla), se ha emborrachado en algún antro de la Máximo Gómez en la Capital, ha tenido comercio con una o varias mujeres sucias, y casi casi estoy seguro de que ha conocido los encantos de la gonorrea. El Cabo Pere está maravillado con la energía eléctrica, con el olor de la gasolina, con su pistola de reglamento. En los próximos años pasará muchos meses lejos de su familia; alcanzará el grado de Cabo un 27 de febrero desfilando por el malecón ante la mirada siniestra del Dr. Balaguer; estará de puesto en Cabo Engaño, en la Isla Cabrito, en Pedernales, etc.; cuidará los pastores alemanes de un coronel; será asignado a la cocina de la fragata Mella patrullando la belleza del Mar Caribe esperando una invasión haitiana que nunca llega y por último lo pensionaron el octubre pasado con el grado de sargento. En esos mismos años el Cabo Pere ve su familia crecer como si fueran conejos. ¿Cómo se mantienen con el sueldo de un cabo? ¿Es que nadie en esa familia se enferma? ¿Van los hijos a la escuela? No tengo la más mínima idea, tal vez la mujer tenía o tiene un trabajo del que no me he enterado.
Y yo no sé decirte si el Cabo Pere ha sido feliz o no, es muy difícil inferir nada en esta clase de criaturas que casi nunca sonríen, no son dados al sentimentalismo y sólo se muestran preocupados cuando las noticias anuncian alzas en los alimentos de la funda familiar o el gobierno amenaza con quitarle el suicidio, digo, subsidio al gas (perdón, pero así escuché al Cabo Pere exclamar una vez: "Oye eso, le van a quitá el suicidio al ga"). Sólo puedo decirte que en marzo se enteró de algo que para mí, tal vez para ti, es trascendente. El hermano empezó a hacerle los papeles para traerlo a Nueva York, con la familia. A todos los hijos examen de sangre y sólo cinco, de los once, tienen el ADN del Cabo Pere. El hermano temía una tragedia de compartir portada en la revista Sucesos con un gato al que le dieron Viagra, y para que tú veas que uno nunca sabe cómo van a proceder estas gentes, el Cabo Pere le informó a su mujer los resultados sanguíneos con la indolencia de un flemático ciudadano de Londres, a lo que ella, sin pestañear, contestó: "Bueno pue se equivocó er dotor", y eso fue todo. El Cabo Pere no ha vuelto a mencionarle a esa cuernera este pequeño equívoco sin importancia, junto con su hermano está tratando con un abogado experto en asuntos de inmigración para ver cómo pueden resolver esta confusión de tubos de ensayo, que él, sin su mujer y sus 11 hijos, no deja la isla.
Me gustaría terminar diciéndote que el Cabo Pere y su familia vendrán este próximo invierno a coger frío aquí a Nueva York, y que se asombrarán en el avión mirando la nube sallá bajo, y aplaudirán el aterrizaje ete piloto e un toro, y mira mira qué alto e el Ampai Etei, y aquí se pue comé pavo to lo día, y qué invento señore trene bajo tierra, y er diablo cuánto chino santísimo, y nieve nieve nieve; pero no puedo, yo mismo no sé en qué parará esta letanía. De algo estoy seguro, si vienen, de una vez van a querer volver para atrás a la vida que dejaron en mi Quisqueya, una vida llena de necesidades gracias a los malditos asesinos ladrones políticos dominicanos.
Drawing by Diego Rivera.
jueves, mayo 01, 2008
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