jueves, diciembre 12, 2013
Conversation in a Biónico
Aquel que nunca se ha montado en un carro público, o concho, o biónico, no sabe lo que es coger lucha en Santo Domingo.
Si es una parada caliente hay que correr y jocear para conseguir una punta del asiento de atrás. Olvidemos los olores, porque por lo menos hiede a gente viva, aunque a veces parece que vamos pavos mojados en el carro. Claro, me incluyo, porque después de usted caminar en una calle sin aceras, con hoyos de la CAASD llamándote a que te rompas una pierna o la rabandola, con vehículos rociando smog a dos mufflers, con un sol que se cree en el Sahara, usted como humano debe haber sudado aunque sea un poquito, hasta un tupío puede olerlo.
Hoy consigues un asiento adelante. Entras primero, después entra una muchacha que estudia filosofía en la UASD y que se está comiendo un mango.
—Compañera, cuidao con ese mango.
—¿Quieres un chin?
Piensas que el chofer va a decir algo sobre la higiene dentro del carro. Observas sus movimientos nerviosos y, ABRACADABRA, aparece un picapollo debajo de su asiento. Un tostón y un muslo en una mano, las papeletas en la otra. Ahora mismo están manejando las palmas, una a la vez. Te dan ganas de agarrar un tostón, te dan ganas de chuparle la semilla a la filósofa del mango.
—Chofer, aquí hay un vaso que me ta chorriando jugo en lo pie— dice la voz de una damnificada en la parte trasera.
—Ah sí, ese e mi guarapo de caña, pásamelo.
Te cae un poquito de guarapo en el cuello, está frío, ayuda a refrescarte.
—Por poco y me lo bebo— dice la voz de la damnificada de atrás.
—Ayer un carajo que iba allá atrá se lo bebió, el muy freco— dice el chofer indignado, y con razón, informando que está enviciado de picapollo y guarapo, que necesita ayuda, que llamen a Hogares Crea.
—No jodas, ¿sin saber lo que era se lo bebió?— le pregunto.
—Así mimito como tú lo ta oyendo— dice el chofer enseñándome el bolo alimenticio de tostón, pollo y guarapo en la boca.
La misma voz de la damnificada de atrás dice:
—Qué freco, ¿y si era veneno?,— sin esperar que la audiencia asimilara la sordidez, continuó— allá en Nagua a un colmado le taban robando la azúcar y el arró; Baní se quedó callao, echó veneno, y al otro día amanecieron como 9 muerto.
—Jesús— dijo una voz pasajera.
—El diablo— dijo otra.
—Virgen de la Santísima— dijo la del mango.
—Ay mi madre— dije yo.
—Ujmstwkk— dijo el chofer añugao. Bebió lo que quedaba del guarapo de caña y dijo:
—A un motoconchita que yo conoco le comían el desayuno y se reían
—Déjame aquí chofer— dije volando, no deseando escuchar el final de la historia que, según su inicio, apostaba terminaba en algo asqueroso y bárbaro; preferí caminar todo el hermoso y útil bulevar de la 27, donde es casi seguro que algunos políticos dominicanos se robaron un dinero construyéndolo.
(marzo/2005)
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