martes, abril 19, 2005
Walking around la Zona Colonial
Desde que uno llega a la Zona Colonial tiene la impresión de estar en una ciudad. Color local al máximo: poetas con talento, poetas sin talento, pintores, sankipankis, bares, colmados, anónimos perros kakis según Walcott, viralatas según nosotros, haciendo perrerías, palomos, niños en bicicleta, locos vestidos con fundas de plástico negro, profesionales del masaje que andan ambulantes porque los comesolos han cerrado los Centros de Masajes, gringos que llaman a las profesionales del masaje porque los comesolos han cerrado los Centros de Masajes, piratas vendedores de cds de merengues plebes a los turistas y nativos que además ahora también venden cocaína a los turistas y nativos, Pedro Peix con sombrero blanco, dos recién casados tirándose fotos entre palomas debajo de Colón para ver si se azaran.
Llego a la antigua Plaza de Armas, ahora Parque Colón, donde J.B. Alfonseca tocó para la multitud, como cada domingo de 1847, los acordes de "La Chupadera", un nuevo ritmo criollo que con el tiempo se llamaría merengue; de espaldas al hijo de su maldita madre ladronazo de Colón, veo al Papa muerto voceando algo desde una ventana de la Catedral Primada de América. Casi casi me da un infarto, mientras me recupero del susto, escucho una voz sentada en un banco de borrachos decir: "El melodrama es una clase de drama..."; y me pregunto quién ha sido el benefactor de la patria que nos quiere eternizar este otro padre muerto de los católicos.
Doy la vuelta escuchando la misma voz de borracho cambiar de tema: "Si uno le da golpes a su mujer en frente de su hijita..."; camino por el frente de la Catedral y veo al Papamóvil estacionado adentro, custodiado por militares; tal vez un genio herido se lo quiere robar porque no le han reconocido en dinero el sagrado mérito de haber inventado esta atrocidad. Nos fijamos que el Papamóvil tiene una goma pinchá. Claro, eso es lo que vocea el Papa: "¿ALGUIEN TIENE UNA LLAVE DE RUEDA PA CAMBIAR ETA GOMA?"; nadie lo entiende porque hay mucho ruido, y el Papa vocea en Latín, una lengua tan muerta como él.
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