martes, octubre 25, 2005

Doña Pura's Boarding House

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La pensión de Doña Pura se encuentra en el último piso de un edificio antiguo de techo alto con muchas ventanas en la calle El Conde. Doña Pura es la dueña, junto con Doña Niña, su madre, tratan de que los inquilinos paguen a tiempo cada mes, tarea no muy fácil entre pintores, escritores y bailarinas de Night Club.

Doña Pura y Doña Niña poseen espaldas y batas de algodón idénticas, de frente la diferencian 8 dientes y diez arrugas, más o menos. Doña Pura a veces bebe cerveza con algún inquilino que desea un trueque por varios meses de renta, como mínimo tres. Se pone contenta y pasa una semana entera cantando a La Lupe por los pasillos: "Teatro, lo tuyo e puro teatro, falsedá bien ensayá, etudiao simulacro, fue tu mejor atuación, detrosá mi corasón." En esos días todos los pensionistas se materializan y la vida en la pensión se alegra con tertulias bohemias en la azotea del edificio con vista al mar.

Cuando pasa la felicidad las puertas vuelven a trancarse. Nadie escucha el sonido de los nudillos de las viejas sobre las verdes puertas numeradas del 1 al 27. Todomundo apaga los radios y si tienen visita hablan en murmullos hasta que las piernas en paréntesis de Doña Pura o Doña Niña se alejan arrastrando las chancletas.

Un pintor, un escritor, que aún no escribe su primer cuento o poema, y un pintor de brocha gorda discuten, bebiendo una botella de ginebra en la habitación del pintor, sobre quién debería sacrificarse esta semana. Una moneda decide la víctima: El pintor de brocha gorda.

—Bueno, déjame bebeme eto rápido, ¿no queda jugo de naranja?

Y así las cosas. Eso pasa cada semana. Las bailarinas estaban encantadas con estos sacrificios masculinos. Claro, hay quienes no necesitan sacrificarse porque trabajan en Rotten, en Los Muchachos, en el Banco del Progreso, o en cualquier otro negocio de la calle El Conde; jóvenes universitarios que se levantan temprano y se acuestan temprano, con novias y proyectos para una época que llaman "Futuro", alguno le dice "El Mañana." Pero los artistas no piensan en eso. No importa que hace años no escriben, no exponen, no pintan, continúan criticando y bebiendo, eso es vivir según el código de Rimbaud y Van Gogh y Radio Ñema.

El pintor de brocha gorda dirigió sus pasos a través del laberinto de pasillos que conduce al regazo de gallina vieja de Doña Pura. Sólo tiene que llamarla con un tono de voz entre un ruego y una orden, ella sabe. "Epéreme en su habitación", dirá la vieja, "pa que resolvamo las deuda de lo meses pendiente". Un escalofrío recorrerá el cuerpo entero del artista al escuchar esta condena. Después llegará La Lupe y todo sobre ruedas por una semana. A veces alguno de los artistas recuerda el sabor del arroz con habichuela y pollo y mantiene la felicidad de la vejez por más de una semana, pero muchos prefieren pasar hambre.

El pintor de brocha gorda tragó saliva, tocó la puerta con el ánimo de alguien que debe enfrentarse desnudo a una criatura con la cara de Medusa, el cuerpo de Whoppie Goldberg y la edad de Matusalén. "Un momento", escuchó una voz de hombre contestar. "Tal vez se me adelantó uno, ay, ojalá", rogó a Buda o a cualquiera que estuviera escuchando. Un hombre grande, gordo y con actitud de dueño abrió la puerta. Lo miró de arribabajo y esperó a que hablara.

—¿Y Doña Pura?
—Dígame qué quiere con ella, yo soy su sobrino Enriquillo, yo vine hoy de Navarrete, yo toy encargao de la pensión ahora, yo soy abogado graduao en la etensión de UTESA de Navarrete, ¿quién la buca?

De más está decir que además de no poder llevar a cabo el trueque, el pintor de brocha gorda salió de este encuentro con una deuda detallada y un pagaré notarial firmado y la amenaza de "si no paga ante del lune yo mimo lo saco".

—Nos jodimo
—Mierda qué fuerte
—¿Y e abogado ademá?

Pero las Musas cuidan de sus hijos, todo se resolvió en beneficio del arte. Enriquillo fue a cobrar puerta por puerta, topándose con una de las bailarinas que inmediatamente le adelantó un masaje, digo, un mes de renta. Este es el trato ahora: Una semana el sacrificio le toca a las mujeres, otra semana le toca a los hombres. La única diferencia en los pasillos es que, en lugar de La Lupe, la voz de hombre tararea a Wilkins, a Braulio, a Raphael, o tal vez es una composición propia: Enriquillo olvida los términos "Pagaré" "Embargo" "Desalojo" tocando la guitarra durante las tertulias bohemias en la azotea del edificio con vista al mar.





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