lunes, mayo 14, 2012
The Old Lady With The Poodle
Yo vivía en un apartamento fresco en la Paseo de los Indios esquina Fuerzas Armadas. Una mata de mango protegía las paredes del sol de la tarde. Desde finales de marzo podía tomar la fruta en la puerta, como si una marchanta silvana con pregones eólicos me tratara como su querido nietecito de barro. A los pajaritos ciudadanos les gustaba la sombra y la pulpa, habían hecho nidos y en la mañana me montaban en un caballo marrón hasta las orillas del río Yuna.
Una mujer era mi vecina, una heroína a lo Turgueniev con párpados semitransparentes como los de algunas aves. Una vieja cosmopolita que había pasado su juventud trabajando en una clínica en Chicago y prefería vivir en Santo Domingo con una pensión en dólares. Nunca se casó, nunca me enseñó un álbum de fotos, su amor maternal de abuela lo entregaba totalmente a una poodle con dos lazitos rosados por orejas que ladraba al nombre de Katy, diminutivo de Katiushka Isadora.
Nunce he tenido una mejor vecina. No le molestaba la música alta en la madrugada ni que usara la terraza de ambos como si fuera sólo mía haciendo minifiestas al aire libre, ahorrando y evitando salir a la calle, escapando de ser atracado por la policía. No me preocupaba tender la ropa bajo amenaza de lluvia, algunas veces me la devolvía planchada. Los domingos después del mediodía tocaba mi puerta y, sin una palabra, me brindaba un plato humeante de sancocho de chuletas y habichuelas para ayudar a mi cuerpo a sobrevivir la resaca. Yo cerraba la puerta con la boca echa agua y la abría ahí mismo, ahí estaba mi vecina de nuevo, una de esas manos de momia era un aguacate, la otra era un cheesecake.
Cuando mi vecina salía Katy empezaba a ladrar desde que olía su regreso a dos esquinas; pero no eran ladridos, eran onomatopeyas caninas de bienvenida fraternal que armonizaban un dueto in crescendo con la voz humana en los escalones.
—Mi niña
—auee uuuu
—Ya mamá llegó
—auuuu aeoo
—Mi Katy
—ueaae auuee
—Ya mamá taquí
—auauu auauee
—Mi cielo
—eoaaauuu auae
—Ya mamá volvió
—eeeaa auuuaaeu
Un día el delivery azuano del colmado dejó la puerta de abajo abierta y Katy salió a la calle y por poco la atropella un kamitaxi y la vieja dando gritos en bata y la perra se desmayó y la vieja se desmayó y en el mismo kamitaxi con las dos para Emergencias y el doctor qué comparsa e eta y ahí me desmayé yo.
Katy también era vieja, casi ciega vivía en un mundo de nubes blancas y negras. Recuerdo que mi vecina me dijo que cuando Katy muriera no buscaría una sustituta. Ojalá la vieja haya muerto antes que la perra.
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