martes, abril 11, 2006
Easter is here
Así las cosas, tanto esperar y ya la Semana Santa está aquí. Las escuelas cerraron, Plaza Lama vendió dos millones de sandalias, en los colmados no aparece una botella de ron, las playas esperan el éxodo del peaje, los hoteles del interior están llenos, la ciudad se va quedando vacía.
Llegó el domingo adornada de ramos, le hicieron una misa de bienvenida en la Catedral y el Excelentísimo Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez aprovechó este tiempo de reflexión y susurros y paz y amor para gritar su odio hacia los homosexuales. En medio de campanas y mierda de palomas, en medio de sotanas agrias y hostias rancias, en el paso número 333 del complicado rito, el Excelentísimo Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez predica un odio que lleva gestándose más de 13 siglos:
"Yo entiendo que hay que crear un clero sano, inteligente, varonil, nada afeminado ni nada adamado. Debemos formar hombres serios con todos los atributos que Dios les ha dado. Es una burla al matrimonio, es una monstruosidad incalificable el aprobar leyes que permitan el casamiento entre homosexuales, no puede ser que la ley positiva esté en contra de la ley natural porque Dios creo al hombre y a la mujer para crear parejas. El gobierno debe sacar a los homosexuales de la Zona Colonial de la capital dominicana y que se queden en Europa o en Estados Unidos porque aquí no necesitamos esas lacras sociales, aquí no tienen nada que buscar. No necesitamos esas lacras sociales; no las ne ce si ta mos; que se los lleven a todos, que los saquen a todos de aquí, degenerados extranjeros y dominicanos."
Los monaguillos abren los ojos, una señora se persigna, el diácono que era luchador profesional aprieta los puños sobre la pelvis tratando de esconder una erección. En el techo, el botafumeiro esparce incienso asfixiando a una niña vestida de blanco mientras la Virgen de yeso llora lágrimas de arcilla. En la primera fila, Faraonel, un banquero y un abogado trujillista se agarran de las manos. En la calle, el chofer de un carro público discute con una devota con cofia que quiere montar 28 libras de pescado, para conmemorar el ayuno de Jesucristo en el desierto, bajo las protestas de las narices de los otros pasajeros.
Llegó la Semana Santa, para algunos tiempo de playa, de ron, de baile, de gozadera; para otros tiempo de tranquilidad, de susurros, de misas, de reflexión; para todos tiempo de habichuelas con dulce. ¿Se habrá enterado el Excelentísimo Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez?
Llegó el domingo adornada de ramos, le hicieron una misa de bienvenida en la Catedral y el Excelentísimo Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez aprovechó este tiempo de reflexión y susurros y paz y amor para gritar su odio hacia los homosexuales. En medio de campanas y mierda de palomas, en medio de sotanas agrias y hostias rancias, en el paso número 333 del complicado rito, el Excelentísimo Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez predica un odio que lleva gestándose más de 13 siglos:
"Yo entiendo que hay que crear un clero sano, inteligente, varonil, nada afeminado ni nada adamado. Debemos formar hombres serios con todos los atributos que Dios les ha dado. Es una burla al matrimonio, es una monstruosidad incalificable el aprobar leyes que permitan el casamiento entre homosexuales, no puede ser que la ley positiva esté en contra de la ley natural porque Dios creo al hombre y a la mujer para crear parejas. El gobierno debe sacar a los homosexuales de la Zona Colonial de la capital dominicana y que se queden en Europa o en Estados Unidos porque aquí no necesitamos esas lacras sociales, aquí no tienen nada que buscar. No necesitamos esas lacras sociales; no las ne ce si ta mos; que se los lleven a todos, que los saquen a todos de aquí, degenerados extranjeros y dominicanos."
Los monaguillos abren los ojos, una señora se persigna, el diácono que era luchador profesional aprieta los puños sobre la pelvis tratando de esconder una erección. En el techo, el botafumeiro esparce incienso asfixiando a una niña vestida de blanco mientras la Virgen de yeso llora lágrimas de arcilla. En la primera fila, Faraonel, un banquero y un abogado trujillista se agarran de las manos. En la calle, el chofer de un carro público discute con una devota con cofia que quiere montar 28 libras de pescado, para conmemorar el ayuno de Jesucristo en el desierto, bajo las protestas de las narices de los otros pasajeros.
Llegó la Semana Santa, para algunos tiempo de playa, de ron, de baile, de gozadera; para otros tiempo de tranquilidad, de susurros, de misas, de reflexión; para todos tiempo de habichuelas con dulce. ¿Se habrá enterado el Excelentísimo Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez?
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