jueves, mayo 11, 2006
Dreams in blue
El nombre de la mujer es Bianca. La piel de la mujer es negra. La cara de la mujer es fea, una mancha con pelos en la mejilla derecha evita que la miren a los ojos.
Bianca es sirvienta, despierta a las 6 para prepararle el desayuno a la doña y a su hija. Todos los días se pregunta por qué esta gente come tan raro. Todo es fruta y vegetales y carnes. Extraña pelar víveres, sobre todo la yautía, con su baba en los dedos; extraña majar plátanos rociándolos con agua fría y aceite requeteusado por huevos y salamí; extraña freír salami, ese olor vagabundo que le recuerda su casita en un callejón de Buenos Aires, de Herrera of course.
23 años, tres hijos, un divorcio, tercero de primaria. Su hombre se volvió a casar con otra mujer. Bianca lo llama y él, según sus horas de ron, le habla con cariño o la maldice. En estos últimos días anda en el limbo, sólo está pendiente del teléfono y de lo que le pasa en Caracas a María Eugenia Campoverde de la Colina.
—Bianca, ¿y ete pancake, yo no te dije que me sancochara do huevo fue?
—¿Eh? Doña, déjeme i temprano mañana que se murió un primo del hombre que dormía conmigo y en el barrio alquilaron una guagua pa una gira hacia el velorio en Yamasá
En el viaje se armó tremendo lío, el ex llevó a su actual mujer, se emborrachó y amenazó con tirarse de la guagua y lo que en el insomnio de Bianca era una oportunidad para la reconciliación en la realidad fue una tragedia, un choque contra el absurdo. Bianca llegó a su casa con un pensamiento suicida rondándole el cerebro como un buitre a una carroña.
El lunes la doña la nota enferma, caminando de forma curiosa.
—¿Qué te pasa Bianca?
—Ay Doña toy mala, el sábado me tomé un insumo pa abortá y ahora toy sangrando
Nadie va a visitarla a la clínica, sólo la doña la acompaña en su delirio de curetaje por aspiración. Bianca desea quedarse interna cien años, prefiere estar bajo los efectos de los calmantes: el sueño llega tan rápido y, por primera vez, sus sueños son azules.
Bianca es sirvienta, despierta a las 6 para prepararle el desayuno a la doña y a su hija. Todos los días se pregunta por qué esta gente come tan raro. Todo es fruta y vegetales y carnes. Extraña pelar víveres, sobre todo la yautía, con su baba en los dedos; extraña majar plátanos rociándolos con agua fría y aceite requeteusado por huevos y salamí; extraña freír salami, ese olor vagabundo que le recuerda su casita en un callejón de Buenos Aires, de Herrera of course.
23 años, tres hijos, un divorcio, tercero de primaria. Su hombre se volvió a casar con otra mujer. Bianca lo llama y él, según sus horas de ron, le habla con cariño o la maldice. En estos últimos días anda en el limbo, sólo está pendiente del teléfono y de lo que le pasa en Caracas a María Eugenia Campoverde de la Colina.
—Bianca, ¿y ete pancake, yo no te dije que me sancochara do huevo fue?
—¿Eh? Doña, déjeme i temprano mañana que se murió un primo del hombre que dormía conmigo y en el barrio alquilaron una guagua pa una gira hacia el velorio en Yamasá
En el viaje se armó tremendo lío, el ex llevó a su actual mujer, se emborrachó y amenazó con tirarse de la guagua y lo que en el insomnio de Bianca era una oportunidad para la reconciliación en la realidad fue una tragedia, un choque contra el absurdo. Bianca llegó a su casa con un pensamiento suicida rondándole el cerebro como un buitre a una carroña.
El lunes la doña la nota enferma, caminando de forma curiosa.
—¿Qué te pasa Bianca?
—Ay Doña toy mala, el sábado me tomé un insumo pa abortá y ahora toy sangrando
Nadie va a visitarla a la clínica, sólo la doña la acompaña en su delirio de curetaje por aspiración. Bianca desea quedarse interna cien años, prefiere estar bajo los efectos de los calmantes: el sueño llega tan rápido y, por primera vez, sus sueños son azules.
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