miércoles, agosto 09, 2006
Honey Moon on Caribe Tours
La turquita más linda del mundo y yo estábamos en la parada de Caribe Tours, y un tipo con el feeling de yo voy a pedir lo que sea se nos acercó y nos dijo: "Hey, la cosa ta buena, dame algo pa la comida, ah, no tiene?, po dame un cigarrillo, rubio..." Y donde quiera que uno miraba había una gente fea, y donde quiera que uno miraba había una paloma chupando gasolina.
Aunque cuatro niños oliendo limones suenen a poesía, había que estar alerta del vómito provocado por el mareo. Por la bocina dijeron Sosûa Santiago La Vega Imbert, parqueo 2, y el rebaño de fealdad con ropas estridentes y tintes rojos y trenzas de colores nos decía que el viaje iba a ser largo. Había un enano ojú con un sombrero vociando cuándo e que vamo a llegar, y todavía el semáforo de la Lope de Vega nos anunciaba que estábamos en el mismo medio de la capital.
Pero lo que de verdad importa es ver cómo dentro de la guagua el paisaje cambiaba, incluso en la ciudad, donde todavía, en medio de cajones de concreto, quedan pedazos de tierra virgen y parques escondidos que aparecen cada dos o tres cuadras al compás de Yolandita Monge y el señor del pasado antes de ser consumido por los búhos.
Por suerte los iPods estaban cargados y aguantaban cinco horas de carretera con paradas en La Vega, una hora y media en Santiago recorriendo dos paradas que deberían ser una, en Imbert no se queda nadie, señores, vamo a durar dos horas dándole la vuelta a una Puerto Plata destruida: hoyos y cañerías por mitad, turistas que se van, un malecón que inauguró Faraonel y por fin seguimos para Sosúa.
-Cabarete, quiniento peso
-No no, te vamo a dar tre y medio que nosotro somo dominicano.
Vicente, el taxista, nos explicó en alemán los problemas que ha traído la ley seca para los turistas, especialmente para los españoles, que cenan y se acuestan para despertarse a media noche y encontrar una playa cerrada por guardias con armas de combate, como si estuviéramos en una revolución.
Después de 7 horas con mil canciones por fin llegamos al Extreme Hotel: buenos hamburgers con papas fritas, internet wireless kicking ass, una piscina con luz verde para una pareja en romance, un anónimo perro kakhi dándote la bienvenida en la puerta, y una habitación con aire acondicionado para pasar la mejor luna de miel de la historia.
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