viernes, mayo 25, 2012

A Real Cry Wolf


Un dominicano sale un jueves a dar una vuelta antes de que llegue la medianoche y las ruedas de su carro se transformen en javillas; arriesgando su vida porque necesita beberse una cerveza, porque quiere ver gente, porque hace calor, porque está vivo, porque le da su maldita gana. Se para en un desolado ATM en la Independencia, sintiendo ese terrible desasosiego que debe sentir un conejo cuando se encuentra en la intemperie y viviendo entre lobos; deseando tener ojos en la nuca en lugar de ese apretado nudo de tendones. Termina la transacción: ABRACADABRA: Dos policías en un motor.

—Sí, vamo a revisá el carro.
—Señor Agente, yo ni toy bebiendo, acabo de salí de mi casa.
—Vamo a revisá el carro, depué vamo pal detacamento pacele la prueba de droga que allá tenemo un químico que hace que apareca to lo que uté ha hecho y guardao en ete carro...

El dominicano sabe que en este momento, ante estos bípedos ocasionales; ante estos innobles brutos; ante estos seres amorfos llenos de sebo; ante estos sucios individuos llenos de prejuicios; ante estos asesinos a los que uno les paga un sueldo para que abusen de uno mismo; ante estos vómitos con uniformes; ante estos abecedarios incompletos; ante estos epítomes de la perplejidad; ante estas peligrosas caricaturas del sub-desarrollo; ante estas inagotables fuentes de inmundicia; ante estos contenedores de gusanos; ante estas exageraciones de la delincuencia; ante estas pocilgas portátiles; ante estos hijos de la gran puta; ante estos aquerosos de mierda; ante este par de vísceras podridas del omnipotente Faraonel, está indefenso. El dominicano sabe que ahora mismo le pueden dar cuarenta tiros y decir que era un ladrón; es tan fácil ponerle una fundita de sal molida en los bolsillos contando en acta como cocaína; crearle un expediente donde aparezca como un violador de chivos recién nacidos, en fin, asesinarlo otra vez y otra vez y otra vez...

—Mire Señor Agente...
—¿Qué e jeso, cien peso?
—Sí, e que no tengo má.
—Pero yo lo vi sacando dinero ahora mimito de ete cajero, pase esa de mil...

El dominicano se monta en su carro con una sensación endémica que lo hermana con muchos hombres en Siria; mezcla de impotencia, asco, rabia, odio y tristeza y que se manifiesta como un trompón en la boca del estómago. Después de una esquina, sufre un ataque de pánico que confunde con un infarto. La velada la termina en la clínica Abreu, haciéndose un electrocardiograma, mirándole los dedos de los pies a una enfermera muy fea de apellido Ventura.




Picture by Ramon Espinosa via Remolacha.net





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