jueves, enero 18, 2007
A little respect to Mr. Winter
Contrario al martes gris gris gris, el miércoles blue blue blue. Cielo sin nubes. Sol con camisa hawaiana todo el tiempo allá arriba bailando cha cha cha. Cualquier dominicano, con poco tiempo en Nueva York y sin la costumbre de consultar el Weather Channel cada mañana, tal vez cometió el pequeño equívoco sin importancia de salir sin estar abrigado como un esquimal cazando morsas.
Al principió dijo: "Oh, parece que ta como un poquito frío eto." Caminó muy rápido a través de la fealdad del Bronx, perdiendo su pasito de chulo gambao, par de cuadras hasta Rosedale. Ahí, en la esquina con Parkchester, debajo de la estación del tren, cuando el viento hizo un remolino con él de vórtice, pensó: "Bueno, eto no pinta ni un chin chin bien no." Como no le da gripe desde que por poco lo mata Kosovo, y a pesar de 20 cigarrillos diarios siente los pulmones muy saludables, metió sus manos esclavas en los bolsillos acelerando hacia Leland sin visiones futuras de flemas ni catarros.
En el camino comprobó que él era la única criatura sin bufanda ni máscara de terrorista. La amable hondureña que vende chocolate caliente con aromáticos pedazos de harina frita no estaba en su puesto de Elder, en su lugar había un afiche de "Se Renta Cuarto". No eran buenos augurios ver que hasta los perros chau chau usaban guantes de piel, que todomundo caminaba con los hombros alzados dando brinquitos como los buitres, que todomundo parecía oso polar echando humo por la boca, que las puertas de las bodegas estaban cerradas, que tejados y ventanas exhibían adornos de pequeñas espadas de hielo, que sus orejas eran de vidrio.
Cuando llegó al trabajo se enteró por el escandaloso New York Post de las muertes de varios infelices durante la madrugada. Los asesinó ese anciano asesino en serie que aparece casi siempre en diciembre ensañándose con los miserables. Este año los dejó divertirse con el hambre un mes más, pero cansado de la falta de respeto bramó:
"Ya basta de debilidad.
Mierda para todos ustedes.
Yo soy el Sr. Invierno.
¿Qué es eso de no estar abrigados
hasta las orejas en la intemperie?"
Y, con la crueldad herencia de su madre Naturaleza, congeló los corazones de mujeres y hombres rotos que dormían sobre cartones al lado de carritos de supermercados llenos de botellas vacías; que se arropaban con periódicos amarillos en cuyas portadas Lindsay Lohan y Paris Hilton y Britney Spears beben Red Bull con champaña enseñando los totos; que soñaban con una vaca asándose en una hoguera en cualquier playa caribeña y acostarse sobre un poema de Li Po y la arena blanca de almohada y una sábana hecha de estrellas.
De repente, al dominicano le atacó una cough cough cough.
Al principió dijo: "Oh, parece que ta como un poquito frío eto." Caminó muy rápido a través de la fealdad del Bronx, perdiendo su pasito de chulo gambao, par de cuadras hasta Rosedale. Ahí, en la esquina con Parkchester, debajo de la estación del tren, cuando el viento hizo un remolino con él de vórtice, pensó: "Bueno, eto no pinta ni un chin chin bien no." Como no le da gripe desde que por poco lo mata Kosovo, y a pesar de 20 cigarrillos diarios siente los pulmones muy saludables, metió sus manos esclavas en los bolsillos acelerando hacia Leland sin visiones futuras de flemas ni catarros.
En el camino comprobó que él era la única criatura sin bufanda ni máscara de terrorista. La amable hondureña que vende chocolate caliente con aromáticos pedazos de harina frita no estaba en su puesto de Elder, en su lugar había un afiche de "Se Renta Cuarto". No eran buenos augurios ver que hasta los perros chau chau usaban guantes de piel, que todomundo caminaba con los hombros alzados dando brinquitos como los buitres, que todomundo parecía oso polar echando humo por la boca, que las puertas de las bodegas estaban cerradas, que tejados y ventanas exhibían adornos de pequeñas espadas de hielo, que sus orejas eran de vidrio.
Cuando llegó al trabajo se enteró por el escandaloso New York Post de las muertes de varios infelices durante la madrugada. Los asesinó ese anciano asesino en serie que aparece casi siempre en diciembre ensañándose con los miserables. Este año los dejó divertirse con el hambre un mes más, pero cansado de la falta de respeto bramó:
"Ya basta de debilidad.
Mierda para todos ustedes.
Yo soy el Sr. Invierno.
¿Qué es eso de no estar abrigados
hasta las orejas en la intemperie?"
Y, con la crueldad herencia de su madre Naturaleza, congeló los corazones de mujeres y hombres rotos que dormían sobre cartones al lado de carritos de supermercados llenos de botellas vacías; que se arropaban con periódicos amarillos en cuyas portadas Lindsay Lohan y Paris Hilton y Britney Spears beben Red Bull con champaña enseñando los totos; que soñaban con una vaca asándose en una hoguera en cualquier playa caribeña y acostarse sobre un poema de Li Po y la arena blanca de almohada y una sábana hecha de estrellas.
De repente, al dominicano le atacó una cough cough cough.
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