martes, enero 06, 2009
My strong fake arab blood
El día de San Valentín la Naturaleza, con la furia de una amante engañada, le regaló a los newyorkinos una tormenta: varias pulgadas de nieve, lluvia congelada, mucho viento. Una mañana para ser millonario o vago, quedarse en casa comiendo cada quince minutos, fumar en la ventana mientras afuera el mundo desaparece.
Abrigo con capucha puesta, gorrito de lana, bufanda, ojos de macotoro, barba. En el trabajo se burlan de mí llamándome jabibi, árabe, talibán, musulmán, terrorista; y yo he descubierto en el subway una mezcla de odio y temor en las miradas de algunas bestias rubias que deberían regresar a su sweet home Alabama. No me molesta, creo que en el fondo lo disfruto.
En las aceras Sísifos con palas quitan la nieve frente a sus casas y negocios no vaya alguien a caerse y demandar. Aquí en Nueva York si alguien sufre, alguien paga. Llego a la esquina con el esfuerzo de escalar mil metros del Everest. El viento le da vida a la sombrilla, una yegua salvaje a la que trato de calmar "Quieeetaa, tranquiiilaa" hasta que se rompen las varillas teniendo que sacrificarla en un zafacón; delante de mí un valiente con un ramo de rosas va dejando un camino de pétalos rojos en esta hostilidad blanca; en el aire, como aves sucias, las hojas de periódicos vuelan hacia cualquier playa caribeña.
A pesar de tener sólo 8 dólares decido tomar un taxi. Las ruedas de los vehículos han convertido el asfalto en mostaza; un camión con una pala gigante pasa con ruido cagando sal; el carro negro frena en Morris Park, se desliza hasta llegar a mi lado.
El taxista es un árabe verdadero, barba hasta el pecho, orejas grandes que combinan con su narizota. "1200 Bruckner Boulevard, between Wheeler and Watson", le digo arrojándome al asiento de piel. Asiente y continúa hablando por el bluetooth del celular en un idioma más antiguo que el camello, lleno de erres y suspiros. Creo percibir en su voz la tristeza de un hombre cuyo país está invadido, con amigos y hermanos masacrados por los judíos ante la indiferencia de Bono y de la ONU, con dolores jamás imaginados por mí entre cada palabra y cada suspiro. Tal vez no, tal vez en lugar de hablar de una sobrina con los pies destrozados por una mina, de mujeres llorando en velorios diarios, habla de un juego de fútbol, de un modelo de carro que acelera de 0 a 100 millas en 5.1 segundos, de la reunión de The Police en los Grammys, de cuando era niño volando chichiguas en el desierto, de algún tema de esos que comentan los hombres cuando son felices.
Abro un New York Post dejado por un madrugador: "Hummer atropella niño." "Astroloca pone en práctica sus conocimientos espaciales de usar pampers para cagar mientras maneja miles de millas para secuestrar y matar a su rival romántica." "Modelo ex Centerfold de Playboy muere ahogada en su vómito en una suite de un hotel indio"; su neverita con botellas de Slim Fast y Metadona me hace recordar a Leonard Cohen: "I don't like your fashion business mister, I don't like these drugs to keep you thin..."; sus últimas palabras son las de una poeta y, si usted es religioso, le dan un avance de su eternidad: "I see demons having orgies in the sky."
"1200 BRuckneR BoulevaRd", me dice el árabe frenando.
"How much is it?", le pregunto sacando la cartera.
"10 dollaRs", me contesta sin mirar para atrás.
"10 DOLLARS?", le pregunto con asombro. "They always charge me 8 dollars."
"Yes but no Rin this weatheR", me contesta y mira por el espejo. "ARe you a muslim bRotheR?", me pregunta virándose.
"Yes", le respondo olfateando un descuento.
"Wha Ris youR last name?"
"Maloof", le digo recordando a Samarcanda, y a una mujer muy bonita, que amé su cuerpo, y su espíritu, y sus ropas.
"You know youR CoRam?"
"No, I was raised by my mother's family in Dominican Republic", le digo sin mentir por primera vez en la conversación.
"Oh, bu Rour aRab blood is stRongeR, you don't look spanish", me dice sonriendo por primera vez en la conversación.
"Yes our blood is strong my brother", le digo sintiendo cariño por él.
"Just pay me 5 dollaRs bRoTheR and leaRn youR CoRam, we need you", me dice tocando mi hombro con su mano.
"Yes, I suffer for my people", le digo tocando su hombro con mi mano. Abro la puerta, antes de enfrentarme al frío le digo: "And remember brother, first we take Manhattan, then we take Berlin."
Painting by John Singer Sargent.
Abrigo con capucha puesta, gorrito de lana, bufanda, ojos de macotoro, barba. En el trabajo se burlan de mí llamándome jabibi, árabe, talibán, musulmán, terrorista; y yo he descubierto en el subway una mezcla de odio y temor en las miradas de algunas bestias rubias que deberían regresar a su sweet home Alabama. No me molesta, creo que en el fondo lo disfruto.
En las aceras Sísifos con palas quitan la nieve frente a sus casas y negocios no vaya alguien a caerse y demandar. Aquí en Nueva York si alguien sufre, alguien paga. Llego a la esquina con el esfuerzo de escalar mil metros del Everest. El viento le da vida a la sombrilla, una yegua salvaje a la que trato de calmar "Quieeetaa, tranquiiilaa" hasta que se rompen las varillas teniendo que sacrificarla en un zafacón; delante de mí un valiente con un ramo de rosas va dejando un camino de pétalos rojos en esta hostilidad blanca; en el aire, como aves sucias, las hojas de periódicos vuelan hacia cualquier playa caribeña.
A pesar de tener sólo 8 dólares decido tomar un taxi. Las ruedas de los vehículos han convertido el asfalto en mostaza; un camión con una pala gigante pasa con ruido cagando sal; el carro negro frena en Morris Park, se desliza hasta llegar a mi lado.
El taxista es un árabe verdadero, barba hasta el pecho, orejas grandes que combinan con su narizota. "1200 Bruckner Boulevard, between Wheeler and Watson", le digo arrojándome al asiento de piel. Asiente y continúa hablando por el bluetooth del celular en un idioma más antiguo que el camello, lleno de erres y suspiros. Creo percibir en su voz la tristeza de un hombre cuyo país está invadido, con amigos y hermanos masacrados por los judíos ante la indiferencia de Bono y de la ONU, con dolores jamás imaginados por mí entre cada palabra y cada suspiro. Tal vez no, tal vez en lugar de hablar de una sobrina con los pies destrozados por una mina, de mujeres llorando en velorios diarios, habla de un juego de fútbol, de un modelo de carro que acelera de 0 a 100 millas en 5.1 segundos, de la reunión de The Police en los Grammys, de cuando era niño volando chichiguas en el desierto, de algún tema de esos que comentan los hombres cuando son felices.
Abro un New York Post dejado por un madrugador: "Hummer atropella niño." "Astroloca pone en práctica sus conocimientos espaciales de usar pampers para cagar mientras maneja miles de millas para secuestrar y matar a su rival romántica." "Modelo ex Centerfold de Playboy muere ahogada en su vómito en una suite de un hotel indio"; su neverita con botellas de Slim Fast y Metadona me hace recordar a Leonard Cohen: "I don't like your fashion business mister, I don't like these drugs to keep you thin..."; sus últimas palabras son las de una poeta y, si usted es religioso, le dan un avance de su eternidad: "I see demons having orgies in the sky."
"1200 BRuckneR BoulevaRd", me dice el árabe frenando.
"How much is it?", le pregunto sacando la cartera.
"10 dollaRs", me contesta sin mirar para atrás.
"10 DOLLARS?", le pregunto con asombro. "They always charge me 8 dollars."
"Yes but no Rin this weatheR", me contesta y mira por el espejo. "ARe you a muslim bRotheR?", me pregunta virándose.
"Yes", le respondo olfateando un descuento.
"Wha Ris youR last name?"
"Maloof", le digo recordando a Samarcanda, y a una mujer muy bonita, que amé su cuerpo, y su espíritu, y sus ropas.
"You know youR CoRam?"
"No, I was raised by my mother's family in Dominican Republic", le digo sin mentir por primera vez en la conversación.
"Oh, bu Rour aRab blood is stRongeR, you don't look spanish", me dice sonriendo por primera vez en la conversación.
"Yes our blood is strong my brother", le digo sintiendo cariño por él.
"Just pay me 5 dollaRs bRoTheR and leaRn youR CoRam, we need you", me dice tocando mi hombro con su mano.
"Yes, I suffer for my people", le digo tocando su hombro con mi mano. Abro la puerta, antes de enfrentarme al frío le digo: "And remember brother, first we take Manhattan, then we take Berlin."
Painting by John Singer Sargent.
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