miércoles, abril 04, 2007

Convergence

Después de un tiempo necesitando una alarma para despertar los días de trabajo, el cerebro se acostumbra a hacerlo por sí mismo. Me levanto como un autómata chocando con la misma mesita de noche; en el baño tomo la misma cantidad de minutos para la higiene del cuerpo; voy a la cocina en toalla temblando del frío y agarro un pan de hot dog con queso de papa, a veces uvas verdes; me visto de obrero cumplidor masticando las noticias anti Palestina de CNN. Exactamente a la misma hora camino hacia la parada del tren fumando un cigarrillo.

Llego con el tiempo justo para ignorar a la triste mujer ofreciendo Atalayas, pasar la metrocard, subir los escalones y entrar en el tren expreso. Adento del vagón, extraños con caras familiares, grupos secundarios de hombres y mujeres que de tanto verse se consideran conocidos, levantando los pies con la sincronización de una coreografía ensayada cuando una mujer deja caer un cartón de leche y el líquido blanco se bifurca infinitamente con los movimientos del tren convergiendo en el lienzo del piso negro con pinticas rojas moradas creando un cuadro abstracto con vida propia digno de Jackson Pollock.

El viernes era Hemingway. El tren, antes de ser subterráneo, recorre el Bronx, pobre y feo; me duele mirarlo, mejor estoy en una pradera africana, indignado con un hombre cuya cobardía ante un león muy grande, herido, le hace perder el amor de una mujer muy linda.

En la 125 hacía el transfer al tren 6. En la plataforma, todas las mañanas, una mujer muy linda espera. Cada día, detrás de ella, tomaba la resolución de hablarle; decirle lo linda que es, cuánto me gustaría pasar la mano por su cara, que mi misión en esta vida es hacerla reír desnuda; convencerla que me ayude a mejorar mi descendencia; explicarle mil teorías con la misma conclusión feliz. Engañarla.

Mucha gente entre ella y yo, mini molote, empujadera. Una negra muy grande, con un yeso en el antebrazo, agarra a la mujer muy linda por el cuello del abrigo: "Don't push me you biaitch." La mujer muy linda trata de zafarse de la garra recibiendo el primer golpe en la cara, y otro con el yeso haciéndola caer. "Keep your head down you biaitch", le grita la negra muy grande. La gente que no pudo entrar al tren se aleja de la pelea. Nadie interfiere, nadie quiere ser testigo en la corte, algunos miran de reojo, otros continúan leyendo el New York Post, ni un policía. La mujer muy linda trata de pararse sólo para ser golpeada otra vez en la cara, sangre. "Keep your head down you biaitch." Yo no puedo aguantar más, olvidando el inglés me enfrento a la negra muy grande: "No le dé má coñazo." La negra muy grande me mira con ojos rojos de odio y, literalmente, ruge.

Lo último que recuerdo es que estoy corriendo, en pánico, creo que con un gritico, hacia los escalones, hacia la salida, hacia la calle y me meto de cabeza en un taxi conducido por un africano.


Painting by Jackson Pollock.





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