martes, abril 24, 2007
Mister Softee Melody
Los dos hombres están en la acera. Rasgos, gestos, esa forma de mirar a las mujeres que pasan, cada vez con menos ropa, pueden inducir al transeúnte a pensar que son sobrino y tío.
El tío mira al sobrino recordando cuando montaban caballos marrones en el Bonao de su infancia. El sobrino mira al tío pensando que con esos cabellos largos y ese pañuelito de amebas en la cabeza es igualito a Fher, el cantante de Maná. La hermosa tarde de primavera los mira a ambos.
El tío está visitando al sobrino en el Bronx, vive en New Brunswick, ese retazo de New Jersey, el estado jardín, hogar de la enfermera que asesinó a su esposo, descuartizó el cuerpo metiendo las partes en tres maletas Kenneth Cole que arrojó en Chesapeake Bay. La sórdida historia es referida por el tío al sobrino como otra excusa más para su soltería añeja. "Por eso e que yo no creo en la mujere, mira a mí, salgo una noche y voy a un bayú y le pago a una chimoltrufia do dólare por bachata la noche entera y depué me la llevo pa mi casa y cuando depierto al otro día me había robao la totadora y quiniento dólare, no ombe no." El sobrino abre la boca para refutar con mil historias diarias sobre hombres hijos de la gran puta, se queda callado, sabe que defender a las mujeres ante su tío es una causa perdida. El sobrino también sabe que el tío está solo, sin novia, no por el descubrimiento científico de un gen de maldad heredado por las mujeres a través de generaciones desde Eva, si no por palomo.
La calle está viva con niños en bicicletas, saltando la cuerda, o simplemente corriendo de aquí para allá sin saber qué hacer con tanto sol y tantos pajaritos cantando y esa luna tan parecida a un gajo de mandarina y tanta energía acumulada desde los últimos días de octubre. De repente se detienen, la niña saltando la cuerda se queda en el aire, la cuerda no toca el suelo; como en una historia de Steinbeck, el momento se asienta, da vueltas como una mosca, dura mucho más que un momento. Es el hechizo de la melodía pavloviana del camioncito de helados de Mister Softee. El tiempo despierta y los niños gritan y salivan y corren hacia la esquina cuando la mujer sale del edificio, sus tetas probando la resistencia del algodón en un t-shirt que dice "Puro Sabor Boricua ¿Pruebas?", se para al lado de los dos hombres y mirando hacia el tercer piso vocea: "PUÑETA CANTO E CABRÓN ¿QUE SI VA A QUERÉ AJJÓ CON HABICHUELA?"
El tío mira a la mujer con la intensidad de un león particularmente hambriento goloseando a una gacela particularmente robusta. La brutal metáfora hace al sobrino recordar que el tío es enfermo con Animal Planet, y lo invita a pasar el resto de la tarde en el zoológico, tan cerca.
El tío mira al sobrino recordando cuando montaban caballos marrones en el Bonao de su infancia. El sobrino mira al tío pensando que con esos cabellos largos y ese pañuelito de amebas en la cabeza es igualito a Fher, el cantante de Maná. La hermosa tarde de primavera los mira a ambos.
El tío está visitando al sobrino en el Bronx, vive en New Brunswick, ese retazo de New Jersey, el estado jardín, hogar de la enfermera que asesinó a su esposo, descuartizó el cuerpo metiendo las partes en tres maletas Kenneth Cole que arrojó en Chesapeake Bay. La sórdida historia es referida por el tío al sobrino como otra excusa más para su soltería añeja. "Por eso e que yo no creo en la mujere, mira a mí, salgo una noche y voy a un bayú y le pago a una chimoltrufia do dólare por bachata la noche entera y depué me la llevo pa mi casa y cuando depierto al otro día me había robao la totadora y quiniento dólare, no ombe no." El sobrino abre la boca para refutar con mil historias diarias sobre hombres hijos de la gran puta, se queda callado, sabe que defender a las mujeres ante su tío es una causa perdida. El sobrino también sabe que el tío está solo, sin novia, no por el descubrimiento científico de un gen de maldad heredado por las mujeres a través de generaciones desde Eva, si no por palomo.
La calle está viva con niños en bicicletas, saltando la cuerda, o simplemente corriendo de aquí para allá sin saber qué hacer con tanto sol y tantos pajaritos cantando y esa luna tan parecida a un gajo de mandarina y tanta energía acumulada desde los últimos días de octubre. De repente se detienen, la niña saltando la cuerda se queda en el aire, la cuerda no toca el suelo; como en una historia de Steinbeck, el momento se asienta, da vueltas como una mosca, dura mucho más que un momento. Es el hechizo de la melodía pavloviana del camioncito de helados de Mister Softee. El tiempo despierta y los niños gritan y salivan y corren hacia la esquina cuando la mujer sale del edificio, sus tetas probando la resistencia del algodón en un t-shirt que dice "Puro Sabor Boricua ¿Pruebas?", se para al lado de los dos hombres y mirando hacia el tercer piso vocea: "PUÑETA CANTO E CABRÓN ¿QUE SI VA A QUERÉ AJJÓ CON HABICHUELA?"
El tío mira a la mujer con la intensidad de un león particularmente hambriento goloseando a una gacela particularmente robusta. La brutal metáfora hace al sobrino recordar que el tío es enfermo con Animal Planet, y lo invita a pasar el resto de la tarde en el zoológico, tan cerca.
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