miércoles, mayo 23, 2007
Une Saison en Enfer
El tío regresó de Santo Domingo demacrado, con ojeras profundas. "Allá no dormí ni siquiera 4 horas seguidas", confesó a los familiares reunidos para escuchar las historias de sus vacaciones en la tierra que todos extrañaban.
"¿Y eso por qué, mucha rumba?", preguntó uno de los comensales crítico acérrimo del pastelón de yuca. "Desabrío, no da ganas de beber agua", dijo recibiendo una cortada de ojos de la chef.
"Ojalá yo, pero no, fue que al otro día de yo llegar explotó el transformador de la esquina", comentó el tío agarrando un tostón con la mano izquierda, quitándole la sal con la mano derecha. "Y en la Corporación dijeron que los vecinos tenían que hacer una colecta para comprarlo, y todo el mundo estaba en olla. Ustedes saben cómo es el calor de allá, y con un apagón de dos semanas, sin aire acondicionado ni abanico, no hay quien duerma; con los mosquitos tienes dos opciones: Hacerte amigo de ellos y pedirle que no te piquen por unas horas, o hacerte el loco y tirarte al piso y que te coman. Cuando uno está cogiendo un sueñito, al amanecer, se da cuenta que fue un error construir una casa en un barrio donde a los vecinos les gusta criar niños y gallinas."
"Pues yo prefiero estar allá aunque sea con apagones", dijo el primo que en secreto, sin que nadie lo vea, se hace pequeñas cortadas en el pecho con una navaja.
"¿Y por qué no te vas parallá?", preguntó el sobrino no esperando respuesta, "a ti se te olvida que uno va de vacaciones, sin tener que trabajar y con dólares, así uno disfruta en cualquier país que vaya; quédate a trabajar allá en una Zona Franca, sin luz, sin agua, sin poder montarte en un avión para acá cuando te dé la gana. Te apuesto a que te suicidas."
"Cuéntame de Mariela", intervino la tía para borrar del aire la última palabra.
"Mariela está bonita, pero ella pensó que yo ya casi no la quería", dijo el tío. "Imagínate, con ese calor no hay valiente amoroso por mucho tiempo; nunca pude dobletear, echaba uno solo y por poco me daba un yeyo, no podía ni respirar. ¿Quién puede dormir abrazado en un horno? Cuando a uno le pegan un brazo en la madrugada se siente como una vaca siendo marcada con hierro al rojo vivo, y la sábana es un caldo."
"Tío, tú lo que tenías que hacer era hacerlo debajo de la ducha", dijo el sobrino recordando vagamente al gran amor de su vida.
"Ah bueno, tú no oyes que no había agua en la llave", respondió el tío; bebió un vaso entero de agua con hielitos y continuó: "Ni agua fría había nunca. Uno andaba Bonao entero detrás de una funda de hielo. Una vez lo hicimos en el baño, con una cubeta de agua, retozábamos un chin y yo me bajaba y agarraba la latica y se la echaba a Mariela y volvíamos y retozábamos otro chin y Mariela se bajaba y agarraba la latica y me la echaba a mí; muy poco romántico si quieren saber la verdad. En fin damas y caballeros, mis vacaciones fueron una temporadita en el infierno."
"Yo no sé cómo en Santo Domingo no hay una huelga general hasta que tumben al gobierno", dijo el sobrino. "Los mismos problemas añotrasaño y elecciones tras elecciones los mismos ladrones. Ahí vi en el internet que en los hospitales las mujeres están dando a luz en medio de apagones, los doctores operando con velas. Los dominicanos parecen versos de un poema de Vallejo: Cadáveres de una vida que nunca fue. Orfandad de orfandades."
"Después de todo", dijo el primo adicto, en la penumbra de su habitación, a cortarse entre los dedos de los pies con sobres amarillos, "hay cosas contra las que uno no puede hacer nada. Volver a Santo Domingo está en nuestra sangre, para bien o mal."
"Pues habrá que hacerse una transfusión" dijo el sobrino parándose a servirse media hora de carne y 10 minutos de moro de guandules con coco, cuando realmente lo que deseaba era romperle la boca al primo, o al menos verlo atragantarse.
"¿Y eso por qué, mucha rumba?", preguntó uno de los comensales crítico acérrimo del pastelón de yuca. "Desabrío, no da ganas de beber agua", dijo recibiendo una cortada de ojos de la chef.
"Ojalá yo, pero no, fue que al otro día de yo llegar explotó el transformador de la esquina", comentó el tío agarrando un tostón con la mano izquierda, quitándole la sal con la mano derecha. "Y en la Corporación dijeron que los vecinos tenían que hacer una colecta para comprarlo, y todo el mundo estaba en olla. Ustedes saben cómo es el calor de allá, y con un apagón de dos semanas, sin aire acondicionado ni abanico, no hay quien duerma; con los mosquitos tienes dos opciones: Hacerte amigo de ellos y pedirle que no te piquen por unas horas, o hacerte el loco y tirarte al piso y que te coman. Cuando uno está cogiendo un sueñito, al amanecer, se da cuenta que fue un error construir una casa en un barrio donde a los vecinos les gusta criar niños y gallinas."
"Pues yo prefiero estar allá aunque sea con apagones", dijo el primo que en secreto, sin que nadie lo vea, se hace pequeñas cortadas en el pecho con una navaja.
"¿Y por qué no te vas parallá?", preguntó el sobrino no esperando respuesta, "a ti se te olvida que uno va de vacaciones, sin tener que trabajar y con dólares, así uno disfruta en cualquier país que vaya; quédate a trabajar allá en una Zona Franca, sin luz, sin agua, sin poder montarte en un avión para acá cuando te dé la gana. Te apuesto a que te suicidas."
"Cuéntame de Mariela", intervino la tía para borrar del aire la última palabra.
"Mariela está bonita, pero ella pensó que yo ya casi no la quería", dijo el tío. "Imagínate, con ese calor no hay valiente amoroso por mucho tiempo; nunca pude dobletear, echaba uno solo y por poco me daba un yeyo, no podía ni respirar. ¿Quién puede dormir abrazado en un horno? Cuando a uno le pegan un brazo en la madrugada se siente como una vaca siendo marcada con hierro al rojo vivo, y la sábana es un caldo."
"Tío, tú lo que tenías que hacer era hacerlo debajo de la ducha", dijo el sobrino recordando vagamente al gran amor de su vida.
"Ah bueno, tú no oyes que no había agua en la llave", respondió el tío; bebió un vaso entero de agua con hielitos y continuó: "Ni agua fría había nunca. Uno andaba Bonao entero detrás de una funda de hielo. Una vez lo hicimos en el baño, con una cubeta de agua, retozábamos un chin y yo me bajaba y agarraba la latica y se la echaba a Mariela y volvíamos y retozábamos otro chin y Mariela se bajaba y agarraba la latica y me la echaba a mí; muy poco romántico si quieren saber la verdad. En fin damas y caballeros, mis vacaciones fueron una temporadita en el infierno."
"Yo no sé cómo en Santo Domingo no hay una huelga general hasta que tumben al gobierno", dijo el sobrino. "Los mismos problemas añotrasaño y elecciones tras elecciones los mismos ladrones. Ahí vi en el internet que en los hospitales las mujeres están dando a luz en medio de apagones, los doctores operando con velas. Los dominicanos parecen versos de un poema de Vallejo: Cadáveres de una vida que nunca fue. Orfandad de orfandades."
"Después de todo", dijo el primo adicto, en la penumbra de su habitación, a cortarse entre los dedos de los pies con sobres amarillos, "hay cosas contra las que uno no puede hacer nada. Volver a Santo Domingo está en nuestra sangre, para bien o mal."
"Pues habrá que hacerse una transfusión" dijo el sobrino parándose a servirse media hora de carne y 10 minutos de moro de guandules con coco, cuando realmente lo que deseaba era romperle la boca al primo, o al menos verlo atragantarse.
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