lunes, junio 18, 2007
Coney Island
Ir a Coney Island el día del padre es una buena idea para una pareja sin hijos, especialmente si el calor pasó de ser un recuerdo a reales gotas de sudor bajando por la columna vertebral. La mujer estrena el bikini Old Navy comprado el viernes, el hombre se sube los ruedos de los jeans hasta alcanzar el estilo capri. Compran bagels, agua y coca cola; doblan una manta hindú y se suben al tren F.
En el vagón escogido por el azar la basura indica que mucha gente tuvo la misma idea. Envolturas de Frito Lays, Doritos; botellas plásticas, vasos de McDonald's rodando hasta los pies en sandalias de los alegres veraneantes representados por los padres y los empujones y los niños y los gritos y las madres y las maldiciones. La pareja sin hijos se mira, con los ojos acuerdan nunca tener descendencia.
Coney Island es el hogar del famoso Cyclone, how sweet it is, una de las pocas montañas rusas de madera todavía funcionando; desde la parada se escuchan los gritos contagiosos de adultos y niños desafiando el vértigo; desde la parada se pueden apreciar los colores chillones de la decadencia de un lugar que décadas atrás indujo a un borracho a exclamar: "If Paris is France, between june and september Coney Island is the world."
El hombre y la mujer sin hijos caminan el antiguo paseo de madera agarrados de las manos. Miran a ese hombre con una tanga de la bandera gringa, si habla dos idiomas puede ser La Tanga del Día. Miran a esos judíos con la solemnidad en sus trajes negros y yamulkas tratando de oscurecer el cielo. Miran a esa musulmana quemándose la única parte visible de su cuerpo, la nariz. Caminan rápido que ahí hay una doña con una peluca platino cantando "Everything I do" en el karaoke para intoxicados de esa glorieta.
Nathan's vende hot-dogs y papitas fritas desde el 1916. Después de hacer una fila detrás de una espalda llena de pelos, el hombre y la mujer sin hijos se alejan mucho más allá de los pararrayos gigantes; más allá del ruidoso juego "Shoot the Freak"; más allá del Aquarium; más allá de los jugadores de fútbol que deberían recibir un castigo divino por estar jodiendo con una pelota que siempre cae cerca de uno; más allá de esas bestias rubias con bebés anacondas en el cuello; más allá de los pacíficos voladores de chichiguas embelleciendo las nubes; más allá de un niño que, siguiendo torpemente a una gaviota, da sus primeros pasos sobre una arena llena de jeringuillas; tal vez muy cerca de unos hijos del plátano con un radio sigue búrlate de mí mañana será mi revancha sabrás lo que sufrí y la tarde es una cerveza tibia frente a un mar frío.
De regreso en el tren, al pasar por el cementerio de Sunset Beach, el hombre y la mujer sin hijos se entristecen con la breve imagen de tres hombres abrazados y una mujer agachada colocando flores sobre una tumba. "Mami, it's father's day and everyone is wounded."
En el vagón escogido por el azar la basura indica que mucha gente tuvo la misma idea. Envolturas de Frito Lays, Doritos; botellas plásticas, vasos de McDonald's rodando hasta los pies en sandalias de los alegres veraneantes representados por los padres y los empujones y los niños y los gritos y las madres y las maldiciones. La pareja sin hijos se mira, con los ojos acuerdan nunca tener descendencia.
Coney Island es el hogar del famoso Cyclone, how sweet it is, una de las pocas montañas rusas de madera todavía funcionando; desde la parada se escuchan los gritos contagiosos de adultos y niños desafiando el vértigo; desde la parada se pueden apreciar los colores chillones de la decadencia de un lugar que décadas atrás indujo a un borracho a exclamar: "If Paris is France, between june and september Coney Island is the world."
El hombre y la mujer sin hijos caminan el antiguo paseo de madera agarrados de las manos. Miran a ese hombre con una tanga de la bandera gringa, si habla dos idiomas puede ser La Tanga del Día. Miran a esos judíos con la solemnidad en sus trajes negros y yamulkas tratando de oscurecer el cielo. Miran a esa musulmana quemándose la única parte visible de su cuerpo, la nariz. Caminan rápido que ahí hay una doña con una peluca platino cantando "Everything I do" en el karaoke para intoxicados de esa glorieta.
Nathan's vende hot-dogs y papitas fritas desde el 1916. Después de hacer una fila detrás de una espalda llena de pelos, el hombre y la mujer sin hijos se alejan mucho más allá de los pararrayos gigantes; más allá del ruidoso juego "Shoot the Freak"; más allá del Aquarium; más allá de los jugadores de fútbol que deberían recibir un castigo divino por estar jodiendo con una pelota que siempre cae cerca de uno; más allá de esas bestias rubias con bebés anacondas en el cuello; más allá de los pacíficos voladores de chichiguas embelleciendo las nubes; más allá de un niño que, siguiendo torpemente a una gaviota, da sus primeros pasos sobre una arena llena de jeringuillas; tal vez muy cerca de unos hijos del plátano con un radio sigue búrlate de mí mañana será mi revancha sabrás lo que sufrí y la tarde es una cerveza tibia frente a un mar frío.
De regreso en el tren, al pasar por el cementerio de Sunset Beach, el hombre y la mujer sin hijos se entristecen con la breve imagen de tres hombres abrazados y una mujer agachada colocando flores sobre una tumba. "Mami, it's father's day and everyone is wounded."
Pictures by Dave Beckerman
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