lunes, octubre 22, 2007
Home Owners
El hombre tiene más de 20 años en Nueva York. Es el ejemplo de un ser humano honrado, trabajador, buen padre de familia, loco con la velocidad, bebedor. Entra todos los días al Long Island College Hospital a las 6 de la mañana donde trabaja recogiendo inmundicias de otros seres humanos.
La mujer fue pedida por el hombre; nunca ha trabajado para otros. Católica empedernida, buena obtusa madre de familia, loca con la ropa, abstemia. Sale tempranito con una comadre a buscar ropas baratas para suplir su hoyo. Su apartamento en Queens, en la tarde, es visitado por todos los latinos de los alrededores donde aprovechan las oportunidades de jeans, coats, blusas, carteras y demás. Gracias a su hoyo ha pagado las vacaciones de la familia todos los años a Bonao. Gracias a su hoyo ayudó a los hermanos a comprarle una casa a su mamá. Gracias a su hoyo pudieron dar el down payment en el Chase para una hipoteca a 143 años para una casa en el Bronx.
El hombre y la mujer son felices, más o menos, esa envidiable felicidad que pueden alcanzar algunos de no cansarse de lo mismo. El hombre llega del trabajo se va a la esquina a jugar billar y a beber cerveza mientras la mujer habla por teléfono con todos sus familiares una y otra vez, después reza el rosario. Los sábados van a su casa en el Bronx a arreglar una cerradura, a pintar una pared, a ponerle timbre al basement, a bregar con los inquilinos. Con esta casa han descubierto que es mejor ser domador de panteras esquizofrénicas que bregar con gente. Que la boricua del segundo piso, además de los shows con el marido que se ha quedado a vivir sin estar en el contrato, ha dado dos cheques sin fondo y van a tener que llevarla a la corte, aunque le tengan pena porque tiene un hijito medio loco. Que los morenos del primer piso le dieron 500 dólares porque no tenían más y nunca han pagado los 900 uno arriba de otro. Que el hermano de la mujer alquiló el basement para él solo y, abracabra, apareció la otra hermana desde Lawrence con una niña de 3 años y un teenager que se la pasa escuchado reggaetón y bachata a todo lo que da haciendo que los otros inquilinos morosos los despierten en la madrugada para dar complains pero cuando se habla con el maldito muchacho del diablo es como hablar con un manatí en ácido. Que ninguno recicla causando par de tickets. Que la francesita-colombiana, no, de esa no se puede decir nada, es la mejor inquilina que se puede desear, hasta les manda una tarjeta para navidad.
Pero bueno, es sábado, la tarea es un toilet, digo, un inodoro tapado. Después de dale que dale, meter varillas, desbaratar tres perchas, mucho sudor, varias cervezas, nada; por fin el hombre se decide a desmontar el inodoro: una tusa de maíz.
La mujer fue pedida por el hombre; nunca ha trabajado para otros. Católica empedernida, buena obtusa madre de familia, loca con la ropa, abstemia. Sale tempranito con una comadre a buscar ropas baratas para suplir su hoyo. Su apartamento en Queens, en la tarde, es visitado por todos los latinos de los alrededores donde aprovechan las oportunidades de jeans, coats, blusas, carteras y demás. Gracias a su hoyo ha pagado las vacaciones de la familia todos los años a Bonao. Gracias a su hoyo ayudó a los hermanos a comprarle una casa a su mamá. Gracias a su hoyo pudieron dar el down payment en el Chase para una hipoteca a 143 años para una casa en el Bronx.
El hombre y la mujer son felices, más o menos, esa envidiable felicidad que pueden alcanzar algunos de no cansarse de lo mismo. El hombre llega del trabajo se va a la esquina a jugar billar y a beber cerveza mientras la mujer habla por teléfono con todos sus familiares una y otra vez, después reza el rosario. Los sábados van a su casa en el Bronx a arreglar una cerradura, a pintar una pared, a ponerle timbre al basement, a bregar con los inquilinos. Con esta casa han descubierto que es mejor ser domador de panteras esquizofrénicas que bregar con gente. Que la boricua del segundo piso, además de los shows con el marido que se ha quedado a vivir sin estar en el contrato, ha dado dos cheques sin fondo y van a tener que llevarla a la corte, aunque le tengan pena porque tiene un hijito medio loco. Que los morenos del primer piso le dieron 500 dólares porque no tenían más y nunca han pagado los 900 uno arriba de otro. Que el hermano de la mujer alquiló el basement para él solo y, abracabra, apareció la otra hermana desde Lawrence con una niña de 3 años y un teenager que se la pasa escuchado reggaetón y bachata a todo lo que da haciendo que los otros inquilinos morosos los despierten en la madrugada para dar complains pero cuando se habla con el maldito muchacho del diablo es como hablar con un manatí en ácido. Que ninguno recicla causando par de tickets. Que la francesita-colombiana, no, de esa no se puede decir nada, es la mejor inquilina que se puede desear, hasta les manda una tarjeta para navidad.
Pero bueno, es sábado, la tarea es un toilet, digo, un inodoro tapado. Después de dale que dale, meter varillas, desbaratar tres perchas, mucho sudor, varias cervezas, nada; por fin el hombre se decide a desmontar el inodoro: una tusa de maíz.
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