miércoles, octubre 03, 2007
love my FLAG
Desde que llegué a Nueva York he sentido nostalgia dos veces. Una fue el Jueves Santo pasado, recordando el mar tibio de Las Terrenas mirando a través de un vidrio de 6 pulgadas el Bruckner Boulevard cubierto de neblina y la otra la semana pasada: siete días sin comer arroz con habichuela haciéndome añorar la bandera en las manos milagrosas de Rosy, la cocinera de mi hermana en Santo Domingo. Y es que si no como arroz con habichuela o moro o locrio con tostones y aguacate me vuelvo loco.
Mi Tía se fue para Providence, dejándome con los periquitos: uno se murió de frío y hambre, el otro se murió de frío, hambre y tristeza. Nada vivo puede depender de mí, se los dije. Los olvidé en el patio y arranqué para Brooklyn cansado de pan con queso y puré de papas con huevos quemados o duros. "Ven pacá que yo toy cocinando un cocido de patica", me dijo mi Tío, pero no me gusta ir por el bloque, ese retazo bronxiano de la Marcy Place entre Walton y la Grand Concourse donde la policía hace redadas a diario por la música a todo volumen que tienen hasta los pushers sin importales caer presos con toda la droga del mundo en los bolsillos por no bajarle algo a Zacarías Ferreiras. "COÑAZO MAMAÑEMA" "PUÑETA CANTO E CABRÓN" "QUE BAJE MAMAGUEVAZO" son algunas de las eufónicas perlas que acarician tus oídos mientras caminas con tu resident card en la mano para cuando te pare una patrulla.
Desperté el domingo con una resaca digna de haberme dormido en el tren 4 abriendo los ojos por Burnside. Mi sistema no aguantaba más, necesitaba una loma de arroz. Entonces recordé que vivía en el Bronx, ese barrio dominicano en Nueva York, algún restaurant con comida criolla y pica pollo debe haber. Me levanté y salí hacia Morris Park. Muchos mexicanos, muchos dominicanos, muchos boricuas, uno que otro mullet. Todos los negocios comida china y pizzas, pero después de caminar mareado varias cuadras, como escondido, el restaurant "Mabí" con sus anuncios en la vitrina de 12 cervezas por $5, Comida Familiar $12.99, Arroz con Habichuela y 1/2 Pollo Horneado $4.99; creo que hasta tiré un grito antes de entrar.
Cascada en una de las paredes, palmeras en la otra; vellonera digital, televisión. La mesera mexicana, el cocinero mexicano. En la mesa de al lado dos hombres miraban la carrera de caballos rodeados por botellas de cervezas.
"El five chingó al seven", dijo el azteca.
"Qué mistake casame con esa nigga, ahora tengo que pagai chai supoi", dijo el taíno.
"Mande", me dijo con toda la cortesía de su raza, cuando no está borracha, la mesera.
"Arrozhabichuelatostonesaguacatecocacola", dije a la velocidad del perico.
Cinco minutos después, cada cucharada de arroz con habichuela atenuaba poco a poco mi nostalgia reciente por una hermosa tierra de apagones secuestrada por políticos.
Mi Tía se fue para Providence, dejándome con los periquitos: uno se murió de frío y hambre, el otro se murió de frío, hambre y tristeza. Nada vivo puede depender de mí, se los dije. Los olvidé en el patio y arranqué para Brooklyn cansado de pan con queso y puré de papas con huevos quemados o duros. "Ven pacá que yo toy cocinando un cocido de patica", me dijo mi Tío, pero no me gusta ir por el bloque, ese retazo bronxiano de la Marcy Place entre Walton y la Grand Concourse donde la policía hace redadas a diario por la música a todo volumen que tienen hasta los pushers sin importales caer presos con toda la droga del mundo en los bolsillos por no bajarle algo a Zacarías Ferreiras. "COÑAZO MAMAÑEMA" "PUÑETA CANTO E CABRÓN" "QUE BAJE MAMAGUEVAZO" son algunas de las eufónicas perlas que acarician tus oídos mientras caminas con tu resident card en la mano para cuando te pare una patrulla.
Desperté el domingo con una resaca digna de haberme dormido en el tren 4 abriendo los ojos por Burnside. Mi sistema no aguantaba más, necesitaba una loma de arroz. Entonces recordé que vivía en el Bronx, ese barrio dominicano en Nueva York, algún restaurant con comida criolla y pica pollo debe haber. Me levanté y salí hacia Morris Park. Muchos mexicanos, muchos dominicanos, muchos boricuas, uno que otro mullet. Todos los negocios comida china y pizzas, pero después de caminar mareado varias cuadras, como escondido, el restaurant "Mabí" con sus anuncios en la vitrina de 12 cervezas por $5, Comida Familiar $12.99, Arroz con Habichuela y 1/2 Pollo Horneado $4.99; creo que hasta tiré un grito antes de entrar.
Cascada en una de las paredes, palmeras en la otra; vellonera digital, televisión. La mesera mexicana, el cocinero mexicano. En la mesa de al lado dos hombres miraban la carrera de caballos rodeados por botellas de cervezas.
"El five chingó al seven", dijo el azteca.
"Qué mistake casame con esa nigga, ahora tengo que pagai chai supoi", dijo el taíno.
"Mande", me dijo con toda la cortesía de su raza, cuando no está borracha, la mesera.
"Arrozhabichuelatostonesaguacatecocacola", dije a la velocidad del perico.
Cinco minutos después, cada cucharada de arroz con habichuela atenuaba poco a poco mi nostalgia reciente por una hermosa tierra de apagones secuestrada por políticos.
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