miércoles, septiembre 24, 2008

Asbury Park, NJ

"Eso no es James nada, seguro que son unos carajos que tocan a James, unos impersonators, tal vez se llaman James Junior o algo así", le dije a la amiga mía cuando me informó sobre el concierto a 20 dólares la entrada. The Stone Pony se llama el bar, en Asbury Park, New Jersey.

Para llegar a ese pueblo se toma un tren en Penn Station. Más allá de Perth Amboy, más allá. Transfer en Long Branch, cuarenta minutos para conocer un paraje que se puede conocer en cinco, vallas con obras de Broadway, un pedazo de pizza, por favor, fíjate en los zafacones, aquí se recicla.

En New Jersey las cosas cambian. Es como el mundo bizarro de Superman. Arriba es abajo, los cuatro puntos cardinales son tres, el Norte y el Sur, hola es adiós, Bon Jovi es orgullo y leyenda. De hecho, es ley del estado, con pena de muerte, que para cruzar la calle debes hacerlo de espaldas, pararte en el medio, justo en la raya amarilla, y cantar una estrofa de Living on a prayer, we're half way there. Sí, sí, pero también en New Jersey nació William Carlos Williams, nació Allen Gingsberg, así que bájale algo a la burla.

Asbury Park es pálido, ese es el adjetivo que andaba buscando, bleak. Un pueblo perfecto para criar una familia, tener una granja de alpacas y convertirse en asesino en serie. Los taxis se consiguen con el dedo meñique, te llevan a la Ocean Avenue pasando rieles, iglesias, charlesmansons, el final del verano, atardeceres sangrientos donde un zeppelin en el cielo es una ballena en un mar rojo, el fantasma borracho de Raymond Carver escribiendo sobre un pavo real y un niño muy feo en un parquesito, semáforos en conjunciones hacia el aburrimiento, la certidumbre y sentarte en una mecedora a mirar tus venas.

El Stone Pony tiene historia frente a un pedazo del Atlántico lleno de tiburones. De acuerdo a las fotos aquí han tocado desde Motorhead, pasando por Bruce Springsteen, Bob Dylan, Patti Smith hasta The Strokes. Pero el sábado en la noche le tocaba a James Junior. La fila era discreta. Entramos de una vez. Una cerveza y un vodka cranberry pueden costar en un mostrador 9 dólares, en otro 10 y medio, y en el patio, con el atractivo de fumar, 11. Un mullet con t-shirt Staff hablaba de cuando era roadie de Bon Jovi.

"Those were the days dude, I touched lots of tities, had lots of pussy dude. If a groupie wanted in, she gotta let me touch her tits dude, you know, to make sure she had silicone in them, the boys only liked tits with silicone dude, I used to say to them groupies, 'If your tits aren't done, please don't come.' I tell you dude, Slippery When Wet is the best album of all time, don't talk to me about The Beatles dude, fuck Abby Road. Those were the days dude, those were the days..."

James, la banda de verdad, no una cover band, no unos impersonators, empezó a tocar a las 9. La gente brincaba, cantamos por media hora Sometimes, when I look deep in your eyes I swear I can see your soul... No era un Ventú, estaban todos los músicos, hasta el trompeta con su vestido de flores. Éramos menos de 200, estaban ahí mismo. En vivo suenan mejor, especialmente si uno está intoxicado. La voz de Tim Booth no ha envejecido como la del pobre José José. "This is a song from the new cd: Boys in body bags, coming home in pieces", dijo exhortando a votar por Obama. ¿Qué puedo decir? Extrañé no estar en Santo Domingo, en el Agua y Luz, viendo a Panky y Los Manolos mientras espero la rifa de una lavadora Daewoo, o en el Teatro Nacional disfrutando de Emmanuel y su chica de humo, o en Parada 77 un martes de Joaquín Sabina, y los tres padres de la patria dominicanos son dos, Duarte.

El tren de regreso a la realidad no salía a las 12:50, si no a las 11:59, supimos en una solitaria estación de color pastel, beige. Yo estaba asustado, es conocimiento general que si uno se encuentra al aire libre en New Jersey después de la medianoche se convierte en ardilla o en fanático de Bon Jovi. Corriendo nos montamos en un taxi hacia un motel sin sordidez, para gente cansada de carreteras. En lugar de porno de 52 pulgadas, una tabla de planchar. En lugar de un jacuzzi de pestes, una neverita ejecutiva. En lugar de un espejo en el techo, un microondas. Me bebí 6 coronas en media hora y me dormí con una sonrisa de oreja a oreja. Soñé con un gorila albino, con una cobra roja de dos cabezas, con una mujer que repetía "Te amo Juan", y su cara era la de Annie Hall.

A las once de la mañana del domingo me despertó una voz china gritando en el pasillo, "Checking out, checking out, checking out..." Abrí los ojos y me invadió un deseo inmenso de comer nueces, de tener una cola, de vivir en un árbol, de ponerme unos leotardos de leopardo.





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