miércoles, septiembre 10, 2008

A Real Nice Old Lady (Guess Who's Coming to Dinner?)

“Oye nene vente acá, I'm not a racist, but black people are lazy puñeta”, me dijo una boricua chofer de guagua pública. “Eso son eso moreno del segundo piso que no reciclan”, me dijo una tía incómoda por botellas en las fundas negras, y no son los morenos del segundo piso que no reciclan, es un tío mío loco con las Coronas sin limón. “Ten cuidao que por ahí viven mucho negro”, me dijo ese mismo tío cuando le informé de un party por Burnside. Ahora bien, esos son casos aislados, no todos los latinos somos racistas. Bueno, eso también podría alegarse de los sureños rubios fanáticos de Lynyrd Skynyrd que se bañan entre las serpientes mocasines en el Mississippi. Pero la abuela de mi amigo sí era racista, pero sólo con los negros de cualquier país, comía e puerco, los hindúes, jabibis fruteros, los árabes pobres, talibanes terroristas, y los chinos, chinos. Ella no era racista con los gringos, con los europeos; no importaba la calaña del hombre si su piel era blanca; no importaba la bondad del hombre si su piel no era blanca.

“El error más grande de los dominicanos fue matar a Trujillo”, era una de sus perlas. Su esposo fue un estrecho colaborador del régimen, calié, y cuando el tiranicidio tuvo que salir huyendo de una justicia que duró apenas días. La abuela de mi amigo lo siguió a los pocos meses a un apartamento en un downtown Manhattan de un Nueva York que mantenía el glamour de las películas en blanco y negro, abrigos de mink, tertulias de ladrones y sicarios bebiendo champagne con poses de realeza, conspirando contra un Bosch que hedía a integridad y comunismo, apoyando a un Balaguer que odiaba la violencia, pero iba a ejercerla en todos sus gobiernos.

La abuela de mi amigo regresó a Santo Domingo con una bandera colorá en la mano, a celebrar el triunfo del fraude apoyado por los gringos kikirikí. Pero ya estaba enamorada de Nueva York. Le molestaban sobremanera la pobreza en las calles, los dominicanos negros, el calor eterno. “Yo no nací para vivir en este país de negros y mulatos que se creen blancos”, dijo a todomundo, y a su esposo vamos a divorciarnos si no te van a nombrar en el gobierno y tú te vas a quedar a vivir en este infierno. Hizo sus maletas y en el aeropuerto recibió un duro golpe, le rechazaron la visa por haber durado años viviendo en los Estados Unidos sin ser legal alien, sin tener greencard. Los hijos la llevaron desde el aeropuerto hacia una clínica especializada en la depresión, en la demencia temporal.

De eso hace muchos años, el domingo pasado la mujer devota de las causas injustas ya era una anciana ciudadana americana republicana, pero su mente mantenía la misma lucidez apasionada de su rancia juventud, always wrong. Su nieta favorita, ojos verdes, iba a llevar al novio a conocer la familia. Para esto fue preparada una cena. Todos estaban esperando en la sala, todos sabían, todas las caras mostraban la preocupación natural del animal oliendo en el aire una tormenta, nadie imaginaba que cuando la puerta se abriera y el negro novio abrazado a la nieta favorita dijera alegremente, “Good Evening family”, los ojos de la anciana iban a brillar como dos bombillos sometidos a un alto voltaje, que iba a saltar de su antigua mecedora como un Jack in a box, que iba a caer redonda en el mismo medio de la sala, muerta. Pero bueno, ya la vieja del coño esa tenía como 90 años.





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