jueves, diciembre 04, 2008
She's from Honduras
Mi mujer entra en la guagua primero, haciéndose un lío para sacar la metrocard del rebú en la cartera, donde carga hasta una plancha, y otro lío para meterla en el lector magnético mientras la fila detrás de ella suspira y se desespera. Siempre es así, ella camina delante, yo la sigo. Cruza la calle rapidísimo cuando la mano mamey está parpadeando, y entonces se incomoda porque tiene que esperarme en el otro lado, con este viento. No me gusta correr; un hombre de 40 años se ve muy ridículo asustándose tirando un gritico cuando un maldito taxista pega un frenazo sonando la bocina, que en el Bronx como en todo el mundo los taxistas no respetan nada.
Mi mujer se sienta en el primer asiento vacío, de esos que hay que pararse cuando entra alguien en silla de ruedas; y en Nueva York hay tanta gente rota, con muletas y carritos para apoyarse y sillas que corren con baterías y parecen vespas. A veces no son paralíticos, sino simplemente obesos, especialmente las mujeres negras. Demasiado Burger King, demasiado KFC, y una cubeta de coca cola a cada hora.
Yo sigo para atrás, cerca de la puerta trasera. A pesar del molote de gente agarrada a los tubos, a pesar del iPod del teenager durmiendo con una bachata a todo lo que da, a pesar de la tos de la doña que debería estar en su cama arropada hasta la barbilla cobrando el cheque del Social Security, la escucho hablar con otra mujer que también cuida viejitos, como ella. ¿Usted la oye? Es la voz ronca, casi hermosa, enemiga de las des en la última sílaba; ella es de Honduras.
"Que tengo más de un mes que sólo duermo tres horas, dese que se mudaron en el piso de arriba esos condenaos jamaiquinos no he pegao los ojos antes de las cuatro."
¿Puede verla desde aquí? Es la que tiene el gorro rojo con rayas marrones, la de la narizota y el labio de abajo hinchado como si le hubiera picado una avispa. ¿Fea, verdad? ¿Qué le digo? En Santo Domingo no hubiera mirado a una mujer así, pero aquí en Nueva York uno se acoña, se amema, es este maldito frío le digo; uno va al supermercado una noche de viernes a comprar papel higiénico y pasta de dientes y una mujer le empieza a hablar a uno al lado de los melones y uno tiene cuatro meses que vino y uno trabaja 6 días a la semana en una bomba de gasolina de 8 de la mañana a 10 de la noche y uno vive con tres primos y un peruano en un sótano de una habitación rifando la cama los domingos y uno no puede ni hacerse una paja porque le tocan la puerta del baño cada dos minutos y es el primer invierno de uno aquí que es como decir el primer invierno en la vida de uno y esta mujer que es muy fea le dice a uno que le va a cocinar pescado con arroz con coco y que vive sola en un apartamento por Castle Hill, ninguna colina y ningún castillo, y cuando uno abre los ojos ya tiene tres meses viviendo con ella y preñada.
"Y yo le doy complains al lanlor pero él me dice que los jamaiquinos pagan a tiempo, y el doble que yo, porque yo tengo más de diez años viviendo en el building renta controlá y ese maldito reggae el día entero y la noche y la madrugaá y yo subo pero esos condenaos sólo hablan jamaiquino que no es inglés porque no se le entienee una sola palabra porque además están fundíos."
La niña no es tan fea como ella, tal vez tan necia como ella, por poco y digo negra. Una cosa me disgusta más que su fealdad, esa mala costumbre de ponerse a hablar con cualquiera que encuentra en su camino, cosas íntimas, como si fueran amigos de toda la vida. El otro domingo en el laundry agarró a una boricua y le enseñó hasta la cicatriz de la cesárea. Igualita a mis hermanas y a mi mamá en eso, que por cierto, no la soportan y dicen que ella me trata como si yo fuera un mierda, sin atenciones; pero yo creo que es porque ella es negra y fea y mi familia, me da pena decirlo, es media racista y clasista, como si pudieran serlo; parece que no se han visto en el espejo o no han ido a verificar el balance en sus cuentas bancarias o nadie les ha enseñado un libro de historia patria donde nunca ha aparecido un héroe con nuestro apellido.
"Entonces cuando estoy cogiendo un sueñito la rata en la cocina empieza a tumbar platos y cucharas, una rata más grande que una ardilla, se lo juro, y yo he pensao en un gato pero es que la cacá y el miao de gato hieden mucho y esos muchachos jamaiquinos dando saltos allarriba que a la mamá no le importa porque sólo quiere chichá y chichá y mi hermana tiene más de un año viviendo en mi casa también y no es porque está en mala situación ahora, es que con dinero o sin dinero, como dice la canción, ella me chupa la sangre y durmiendo casi desnúa en la sala, y yo no pego el ojo porque ese marío que yo tengo es dominicano y los dominicanos no son fáciles y no respetan hermanas ni primas ni amigas ni na."
Oiga esa vaina, ya salí yo en la letanía, un hombre al que sólo le gusta jugar dóminó, usted mata un gato un día y lo llaman matagatos. Es tan exacto como el Rolex que compré caliente y que tuve que vender cuando se le murió el papá: Primero los jamaiquinos, el landlord lleva un poquito, sigue la rata, la vagabunda de la hermana, y por último aparezco yo, y cuando aparezco me convierto en la figura principal, en un minuto anunciará a todo el que entienda español que me hieden los pies; por suerte ya llegamos a Pelham Bay. Nos vemos compadre, compadézcame, y un consejo de amigo, no se case.
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