miércoles, agosto 28, 2013
Warning to a Royal Steele salesman
El vendedor de ollas sale de la estación del Subway. Camina cuatro pasos, y se devuelve. Le da todo el menudo en sus bolsillos a la homeless que, con una voz muy dulce, ruega. Empezar la ruta del día con una buena acción, en algunos casos, contribuye a la buena suerte. Tal vez hoy venda su primer set premium.
Los copos de nieve son pequeñitos, se deshacen tan pronto chocan contra cualquier objeto; la nieve acumulada en las aceras pertenece a anoche, a antes de ayer, al martes, a otra época; las temperaturas menos 0 no la han dejado derretirse, es muy posible que llegue a marzo. El invierno cubre la ciudad y las almas de sus habitantes.
El vendedor de ollas camina dejando sus huellas destinadas a desaparecer; una mano en el coat, en la otra carga su bulto de catálogos y muestras. La nieve empaña los lentes; saca la mano del coat, la mete en el bolsillo de adentro, saca un pañuelo y, sin detenerse, con destreza, con la misma mano, frote circular de índice y pulgar, limpia los lentes.
En la encrucijada se detiene para toser, para escoger la calle. A veces un árbol, un perro manchado, una ardilla de cola negra, el color amarillo de una casa, lo decide. Hoy no hay ayuda, el mundo está escondido. La nieve le da el mismo blanco a los techos, lado a lado árboles muertos. El viento pasa lentamente parafraseando en inglés a Monterroso que parafraseó en español a Marco Aurelio que escribió en latín: “Fabio, how cold is New York in January.”
Sin nunca haber escuchado a Rush, 2112 es el número de la primera casa elegida, además no tiene verjas. Parece que en esta calle viven muchos dominicanos, casi todas las casas tienen verjas altas terminadas en puntas. Es la costumbre, en Santo Domingo hasta las ventanitas de los baños en una torre de 21 pisos tienen verjas, y de todos es sabido que la Mercedes Benz está creando un modelo, exclusivo para mi país, rodeado de verjas con alambres de púas y una puerta con cadena y candado y en el asiento trasero un guachimán y un pitbull.
“WHO THE FUCK IS IT?”
“Royal Steele, just give me 5 minutes.”
“FUCK YOU MOTHERFUCKER!!!”
“El que está acostumbrado a viajar, sabe que siempre es necesario partir algún día”, decía la cita optimista de hoy. “Cada mañana abre la agenda y ante de bebé café lee la cita pa empesá el día, eso te va da ánimo”, le dijo Salvador cuando le regaló la agenda; pero muchas veces las citas no significan nada para el vendedor de ollas, o su significado es esotérico.
Nunca ha tenido la suerte de Salvador, “Fabio, una blanquita en Brooklyn, solita, media mañana, leña hata la 5, ademá me compró un set premium hata con paellera.” Pero hoy, lo siente, hoy será diferente. A veces el clima frío ayuda a la venta, los clientes potenciales temen la soledad, el silencio callejero, compran lo que no necesitan para disfrutar de la compañía de otro ser que escuche y hable mierda en cualquier idioma.
“No, pero déjeme mostrarle, cada olla está compuesta de nueve capas, dos de aluminio 1020, una de cobre, dos de aluminio 1030, otra de cobre, y tres de aluminio 1010, creando lo que en Royal Steele llamamos Acero Quirúrgico, olvide el acero inoxidable, eso es cosa del pasado. Con nuestras ollas Royal Steele usted ahorra energía, es decir gas, y tiempo, porque los alimentos que duran media hora en otras ollas sólo toman 4 minutos y medio en las nuestras; ahorra dinero porque jamás tendrá que comprar otra olla, la garantía es de 50 años, mire el fondo, y ahorra nutrientes porque nuestras ollas conservan el caliente para siempre, se acabó el recalentar comida; además el mango es de silicona, de la que usan los bomberos, nunca se quema y no tendrá que bregar con trapitos, jamás; y como si todo esto fuera poco está participando en una rifa de 10 mil dólares el último sábado de febrero en Sábado Gigante con Don Francisco. ¿Quiere más? Pues si compra el set premium le regalamos un set de cucharas…”
“¿Y cúanto vale esa ollita, la chiquita?”
“Doñita, si sólo compra la chiquita sale un poquito cara, pero qué digo cara, un producto con una garantía de 50 años nunca será caro; déjeme ver…, sí…, más 2.5%..., es decir el 3…, sí…, una tapa aparte..., sí..., 499 dólares.”
“¿499 DÓLARE? That shit expensive; si yo compro una olla poi ese precio debe aparecei la caine en foima mágica adentro; hoy quiero pueico, y pum, debe aparecei un pueico enterito en la olla; y brillaise ella mima y hacei mangú ella solita; fucking shit, qué ollita tan cara.”
VILLAS DE SAN ISIDRO
“¿Cómo Fabio, y tú tiene esa cantidad de dinero?”
“Bueno, yo tengo 9 año trabajando allá en Nueva York, ahorrando, se da un down payment fuerte y uno manda una remesa pacá to lo mese hata que la pague.”
A Fabio le gustó la oficina en un edificio lujoso en la Sarasota, muy organizada, computadoras nuevas y una recepcionista secretaria con marcado acento sureño que sin venir a cuento dijo "Yo sor de Cota Rica." Le gustó la maqueta, con carritos en las marquesinas, muñequitos en las calles sin basura, niños con perros. Le gustó la televisión pasando el infomercial una y otra vez, “Cerca y lejos de la capital, cerca del aeropuerto y de la playa, cerca de tu corazón, aquí te espera tu hogar, Villas de San Isidro, tu sueño realizado.” Le gustó la amabilidad del dueño, un canadiense con acento italiano, que lo trató como a un príncipe, pidió café para los dos, “Maritza, due capuchinos”, dejándole Drakkar cuando se estrecharon las manos después de firmar los contratos.
De las Villas de San Isidro quedaron los cascarones de blocks, sin empañetar, sin techos, sin pisos, sin ventanas, sin títulos, ruinas de una urbanización nacida muerta que en un futuro cercano cuando el Caribe desaparezca serán desenterradas del lodo por futuros arqueólogos con la teoría de un desastre volcánico peor que el de Pompeya.
Perdóname Fabio, pero antes de terminar contigo debo preguntarte algo, en este mundo de demonios vestidos de hombres y mujeres, de padres abusando de hijas en sótanos por más de 20 años, de comedores de cerebros, de gárgolas catadoras de hígados humanos, de mujeres muy amables con 13 gatos, ¿no te da un chin de miedo entrar a una casa sin saber quién, o qué diablos se esconde ahí, sin que nadie sepa de tu visita?
Los copos de nieve son pequeñitos, se deshacen tan pronto chocan contra cualquier objeto; la nieve acumulada en las aceras pertenece a anoche, a antes de ayer, al martes, a otra época; las temperaturas menos 0 no la han dejado derretirse, es muy posible que llegue a marzo. El invierno cubre la ciudad y las almas de sus habitantes.
El vendedor de ollas camina dejando sus huellas destinadas a desaparecer; una mano en el coat, en la otra carga su bulto de catálogos y muestras. La nieve empaña los lentes; saca la mano del coat, la mete en el bolsillo de adentro, saca un pañuelo y, sin detenerse, con destreza, con la misma mano, frote circular de índice y pulgar, limpia los lentes.
En la encrucijada se detiene para toser, para escoger la calle. A veces un árbol, un perro manchado, una ardilla de cola negra, el color amarillo de una casa, lo decide. Hoy no hay ayuda, el mundo está escondido. La nieve le da el mismo blanco a los techos, lado a lado árboles muertos. El viento pasa lentamente parafraseando en inglés a Monterroso que parafraseó en español a Marco Aurelio que escribió en latín: “Fabio, how cold is New York in January.”
Sin nunca haber escuchado a Rush, 2112 es el número de la primera casa elegida, además no tiene verjas. Parece que en esta calle viven muchos dominicanos, casi todas las casas tienen verjas altas terminadas en puntas. Es la costumbre, en Santo Domingo hasta las ventanitas de los baños en una torre de 21 pisos tienen verjas, y de todos es sabido que la Mercedes Benz está creando un modelo, exclusivo para mi país, rodeado de verjas con alambres de púas y una puerta con cadena y candado y en el asiento trasero un guachimán y un pitbull.
“WHO THE FUCK IS IT?”
“Royal Steele, just give me 5 minutes.”
“FUCK YOU MOTHERFUCKER!!!”
“El que está acostumbrado a viajar, sabe que siempre es necesario partir algún día”, decía la cita optimista de hoy. “Cada mañana abre la agenda y ante de bebé café lee la cita pa empesá el día, eso te va da ánimo”, le dijo Salvador cuando le regaló la agenda; pero muchas veces las citas no significan nada para el vendedor de ollas, o su significado es esotérico.
Nunca ha tenido la suerte de Salvador, “Fabio, una blanquita en Brooklyn, solita, media mañana, leña hata la 5, ademá me compró un set premium hata con paellera.” Pero hoy, lo siente, hoy será diferente. A veces el clima frío ayuda a la venta, los clientes potenciales temen la soledad, el silencio callejero, compran lo que no necesitan para disfrutar de la compañía de otro ser que escuche y hable mierda en cualquier idioma.
“No, pero déjeme mostrarle, cada olla está compuesta de nueve capas, dos de aluminio 1020, una de cobre, dos de aluminio 1030, otra de cobre, y tres de aluminio 1010, creando lo que en Royal Steele llamamos Acero Quirúrgico, olvide el acero inoxidable, eso es cosa del pasado. Con nuestras ollas Royal Steele usted ahorra energía, es decir gas, y tiempo, porque los alimentos que duran media hora en otras ollas sólo toman 4 minutos y medio en las nuestras; ahorra dinero porque jamás tendrá que comprar otra olla, la garantía es de 50 años, mire el fondo, y ahorra nutrientes porque nuestras ollas conservan el caliente para siempre, se acabó el recalentar comida; además el mango es de silicona, de la que usan los bomberos, nunca se quema y no tendrá que bregar con trapitos, jamás; y como si todo esto fuera poco está participando en una rifa de 10 mil dólares el último sábado de febrero en Sábado Gigante con Don Francisco. ¿Quiere más? Pues si compra el set premium le regalamos un set de cucharas…”
“¿Y cúanto vale esa ollita, la chiquita?”
“Doñita, si sólo compra la chiquita sale un poquito cara, pero qué digo cara, un producto con una garantía de 50 años nunca será caro; déjeme ver…, sí…, más 2.5%..., es decir el 3…, sí…, una tapa aparte..., sí..., 499 dólares.”
“¿499 DÓLARE? That shit expensive; si yo compro una olla poi ese precio debe aparecei la caine en foima mágica adentro; hoy quiero pueico, y pum, debe aparecei un pueico enterito en la olla; y brillaise ella mima y hacei mangú ella solita; fucking shit, qué ollita tan cara.”
VILLAS DE SAN ISIDRO
- CERCA DEL AEROPUERTO
- CERCA DE LA PLAYA
- CERCA Y LEJOS DE LA CAPITAL
- 3 HABITACIONES
- 2 ½ BAÑOS
- GALERíA
- PATIO
- CISTERNA
- ZONA TRANQUILA
“¿Cómo Fabio, y tú tiene esa cantidad de dinero?”
“Bueno, yo tengo 9 año trabajando allá en Nueva York, ahorrando, se da un down payment fuerte y uno manda una remesa pacá to lo mese hata que la pague.”
A Fabio le gustó la oficina en un edificio lujoso en la Sarasota, muy organizada, computadoras nuevas y una recepcionista secretaria con marcado acento sureño que sin venir a cuento dijo "Yo sor de Cota Rica." Le gustó la maqueta, con carritos en las marquesinas, muñequitos en las calles sin basura, niños con perros. Le gustó la televisión pasando el infomercial una y otra vez, “Cerca y lejos de la capital, cerca del aeropuerto y de la playa, cerca de tu corazón, aquí te espera tu hogar, Villas de San Isidro, tu sueño realizado.” Le gustó la amabilidad del dueño, un canadiense con acento italiano, que lo trató como a un príncipe, pidió café para los dos, “Maritza, due capuchinos”, dejándole Drakkar cuando se estrecharon las manos después de firmar los contratos.
De las Villas de San Isidro quedaron los cascarones de blocks, sin empañetar, sin techos, sin pisos, sin ventanas, sin títulos, ruinas de una urbanización nacida muerta que en un futuro cercano cuando el Caribe desaparezca serán desenterradas del lodo por futuros arqueólogos con la teoría de un desastre volcánico peor que el de Pompeya.
Perdóname Fabio, pero antes de terminar contigo debo preguntarte algo, en este mundo de demonios vestidos de hombres y mujeres, de padres abusando de hijas en sótanos por más de 20 años, de comedores de cerebros, de gárgolas catadoras de hígados humanos, de mujeres muy amables con 13 gatos, ¿no te da un chin de miedo entrar a una casa sin saber quién, o qué diablos se esconde ahí, sin que nadie sepa de tu visita?
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