martes, abril 07, 2009

45 Mercy Street by Anne Sexton


En mi sueño,
perforando en el tuétano
de mi hueso entero,
mi verdadero sueño,
andando de arriba para abajo Beacon Hill
buscando una señal de la calle
a saber CALLE PIEDAD.
No allí.

Trato la Bahía trasera.
No allí.
No allí.
Y todavía me sé el número.
45 de Calle Piedad.
Conozco la ventana de vidrio manchado
del vestíbulo,
los tres pisos de la casa
con sus suelos de parquet.
Conozco el mobiliario y
madre, abuela, bisabuela,
los criados.
Conozco el armario de Spode
el barco de hielo, plata sólida,
donde la mantequilla se sienta en cuadrados ordenados
como los dientes de un gigante extraño
en la mesa de caoba grande.
Lo conozco bien.
No allí.

¿Dónde te fuiste?
45 de Calle Piedad,
con la bisabuela
arrodillándose en su corsé de hueso de ballena
y rezando suavemente pero ferozmente
al lavamanos,
a las cinco de la mañana.
en mediodía
dormitando en su mecedora wiggy,
abuelo tomando siesta en la despensa,
abuela tocando la campana para la criada de abajo,
y Nana meciendo a Madre con una flor de gran tamaño
en su frente para cubrir el rizo
de cuando ella estaba bien y cuando ella era...
Y donde ella fue procreada
y en una generación
la tercera que ella procreará,
yo,
con el florecimiento de semilla del forastero
en la flor llamada Horroroso.

Camino en un vestido amarillo
y una cartera blanca llena de cigarrillos,
bastantes píldoras, mi cartera, mis llaves,
y tener veintiocho, ¿o son cuarenta y cinco?
Camino. Camino.
Sostengo fósforos en los letreros de calles
ya que es oscuro,
tan oscuro como los muertos curtidos
y he perdido mi Ford verde,
mi casa en los suburbios,
dos pequeños niños
sorbidos como polen por la abeja en mí
y un marido
quien ha borrado sus ojos
para no ver mi revés
y estoy caminando y mirando
y este no es un sueño
sólo mi vida aceitosa
donde la gente son coartadas
y la calle es inencontrable durante una
vida entera.

Cierra las cortinas en las ventanas
¡No me importa!
Cierra la puerta, piedad,
borra el número,
rasga el letrero de la calle,
lo que lo puede importar,
lo que le puede importar a este mezquino
¿quién quiere poseer el pasado
que salió en un barco muerto
y me dejó sólo con papel?

No allí.

Abro mi cartera,
como las mujeres hacen,
y nado de acá para allá
entre los dólares y los pintalabios.
Los elijo,
uno tras otro
y los lanzo a los letreros de la calle,
y arrojé mi cartera
al Charles River.
Después llevo a cabo el sueño
y golpeo en la pared de cemento
del calendario torpe
Vivo en,
mi vida,
y sus remolcados
cuadernos.





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